El acto entrega del galardón, dotado con 42.100 euros, tuvo lugar en el Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid con la presencia de la Reina Sofía, del rector de la Universidad de Salamanca Daniel Hernández Ruipérez, y del presidente de Patrimonio Nacional, Alfredo Pérez de Armiñán. La premiada aseguró sentirse «mucho más que emocionada» por una distinción que corona una trayectoria literaria de siete décadas en la que, según sus propias palabras, siempre escribió “bajo la espuela de la obsesión”.

Desde una lucidez mental encomiable pero sentada en su silla de ruedas, «pues los años pesan y mucho sobre las piernas», Alegría dedicó el premio a su mentor, el poeta Juan Ramón Jiménez, y a su esposa Zenobia Camprubí, y a otro de los escritores «que marcaron de forma definitiva mi vocación literaria», el poeta Rainer María Rilke.

rs_poesia_20171114_03A lo largo de su intervención la premiada hizo un alegado en favor de las mujeres, que durante años lucharon contra el machismo imperante en América Latina y lograron romper los muros para ver reconocido su papel en la sociedad. “Nací y crecí en una sociedad agresivamente machista”, afirmó en su discurso, en el que recordó que la mujer campesina o proletaria nunca tuvo otra opción que la de convertirse “en esclava de su marido y sus hijos”.

Alegría confesó que su “golpe maestro” para poder estudiar fue amenazar a su padre con hacerse monja o casarse con el primero que pidiera su mano para divorciarse enseguida, lo que era “un auténtico horror en ese tiempo”.

La poeta subrayó que el machismo en Centroamérica ha tenido que admitir “lentamente y de mala gana” que una mujer pudiera acceder a puestos de trabajo como los del hombre y, también, a ser reconocidas en el ámbito de las letras. También reflexionó sobre si hay una literatura femenina y otra masculina, sobre lo que concluyó que hay dos tipos: “la buena y la mala”.

“El sexo del autor no tiene nada que ver con la calidad de su obra”, sostuvo Alegría en un discurso en el que, sin faltar los toques de humor, repasó algunos de los hitos de su vida y “los poemas de amor que han aflorado siempre a lo largo de mi obra” con los que «he querido combatir las dictaduras, las injusticias y las barbaries tan lamentablemente comunes en Centroamérica».

Uno de los secretos de su literatura, reveló la escritora en sus palabras finales, «es que nunca escribo en ordenador. Necesito bolígrafo y páginas blancas, sin rayas, para afrontar una empresa tan frágil como la de escribir y transmitir las emociones de la poesía».

Esas emociones que resume en Ars poética, un poema que en su momento dedicó a Vicente Alexandre:

Yo,
poeta de oficio,
condenada tantas veces
a ser cuervo
jamás me cambiaría
por la Venus de Milo:
mientras reina en el Louvre
y se muere de tedio
y junta polvo
yo descubro el sol
todos los días
y entre valles
volcanes
y despojos de guerra
avizoro la tierra prometida.

 

Antología conmemorativa

Con motivo de la concesión, la Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional presentaron la antología Aunque dure un instante, que incorpora una extensa introducción, bibliografía y semblanza biográfica realizada por Eva Guerrero, profesora del Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana, e incorpora dos poemas inéditos, manuscritos por la propia poeta.

La imagen de cubierta muestra el volcán de Masaya, Nicaragua, que vincula las raíces que la poetisa tiene con Centroamérica, «de esta forma se llena de simbolismo doloroso un rasgo importante de la poesía que he venido realizando a lo largo de todo este tiempo», concluye Claribel Alegría.

La Reina Doña Sofía junto a Claribel Alegría y su familia. © Casa de S.M. el Rey.

La Reina Doña Sofía junto a Claribel Alegría y su familia. © Casa de S.M. el Rey.