Reunidos en Canfranc, en los Pirineos de Aragón, los miembros del jurado –Ramón Andrés, Anna Caballé, Juan Luis Cebrián, Víctor Gómez Pin y su presidente, Basilio Baltasar– han destacado los logros literarios del autor premiado «por la maestría con que ha rescatado la genealogía del pensamiento literario, por la destreza con que se sustrae a la banalidad textual, por haber resuelto las dimensiones más inesperadas de la escritura y por la composición de su gran tratado sobre los enigmas literarios del alma humana».

El acta del jurado se extiende en elogios a la hora de valorar al galardonado: «Su extensa obra, nacida al margen de los dictados del tiempo, despliega el exhaustivo dominio de una lengua flexible, luminosa y penetrante. En sus numerosos libros una deslumbrante erudición renueva la energía creativa de las primeras fuentes. Es el legado grecolatino, medieval y barroco, el pensamiento oriental y la filosofía occidental, lo que alienta el asombro por la monumental invención de la literatura universal».

Los personajes de Quignard, escurridizos y complejos, densos y evanescentes, articulan las profundidades psicológicas más sutiles de la personalidad humana. Como autor de culto, proporciona al lector la ocasión de reconocer las posibilidades existenciales implícitas en el lenguaje, prosigue el jurado que remarca:  «La distinción entre filosofía y literatura, reflexión y contemplación, inspiración y experiencia, resulta innecesaria en una obra que ha trenzado magistralmente el nervio conceptual, la ilusión poética y el flujo musical de una prosa inagotable y efervescente».

Las claves musicales, tan presentes en su obra, permiten leer sus libros como una partitura abierta a ser interpretada y consumada. De aquí procede la singular complicidad, tan exigente y radical, que propone el escritor a sus lectores. «Por todo ello, por la insólita elaboración de los legados metafísicos, antropológicos, históricos, artísticos y filológicos, y por la composición de su gran tratado sobre los enigmas literarios del alma humana, se hace merecedor del Premio», concluye el acta del jurado.

Vida y obra

Nacido en el seno de una familia de músicos y especialistas en literaturas clásicas, Pascal Quignard ya desde la adolescencia se inclinó por la música, el latín, el griego, los estudios etimológicos y la literatura. En 1968 estudió filosofía en Nanterre con Immanuel Lèvinas, Jean-François Lyotard y Paul Ricoeur. Trabajó para la editorial Gallimard, desempeñando varios cargos hasta que decidió retirarse a escribir.

Es autor de más de setenta obras, entre las que destacan El salón de Wurtemberg (1986); Todas las mañanas del mundo (adaptada al cine por Alain Courneau en 1991); Una terraza en Roma (2000), gran premio de novela de la Académie Française; Villa Amalia (2006), Premio Jean Giono; Las sombras errantes, Premio Goncourt en 2002; Las solidaridades misteriosas (2011); Las lágrimas (2016) y El amor el mar (2022). También ha escrito numerosos ensayos en los que la ficción se mezcla con la reflexión, como Pequeños tratados y los volúmenes de Último reino.

En 2019 fue distinguido con el premio Marguerite Yourcenar por el conjunto de su obra, y por su contribución a la difusión de las artes y las letras en Francia y en todo el mundo fue nombrado miembro de la Legión de Honor y de la Orden de las Artes y de las Letras.