Desde que en 1981 Jesús López Cobos recibiese el primer Premio Príncipe de Asturias de las Artes, la música ha sido siempre protagonista de estos galardones, incluso en categorías no artísticas, como cuando se concedió a Daniel Baremboim el Premio a la Concordia en 2002. Alicia de Larrocha, Joaquín Rodrigo, el Orfeón Donostiarra, Barbara Hendricks, Paco de Lucía, Bob Dylan o la lírica española con Plácido Domingo a la cabeza han pasado por el estrado del Teatro Campoamor de Oviedo para recoger su reconocimiento. Este año, la música estará presente con Ricardo Mutti y con Leonard Cohen, no está mal; deberían vender entradas para asistir al Campoamor.

Cohen toma el relevo a Amin Maalouf como «príncipe de las Letras». De las Letras, sí, y merecidamente, porque Leonard Cohen ha llegado a donde está por las letras de sus canciones; y está en lo más alto de la música, durante y después de cuarenta años escribiendo y cantando. Cierto que ya escribía poesía –y no sólo–, y que lo siguió haciendo; y que escribía y escribe bien, incluso muy bien. Pero la música tiene estas cosas: envuelve el mensaje y lo clava en el recuerdo, amplifica el sentido de lo escrito y le da otro valor. Sin la música, sus letras lo son menos. Pero sus letras también dan sentido a su música, la llenan de mensaje y la completan. En resumen, un genio.

Fue capaz de triunfar en la generación Woodstock, abriéndose a base de versos susurrados y una guitarra entre los decibelios de Jimi Hendrix o The Doors; de competir con Dylan en ser referente espiritual y filosófico; de ser versioneado en cada bar y en cada concierto por aspirantes y consolidados; de mantener su caché en la era pop, mimetizando su música con el estilo beat de la época; de alejarse del mundo –no tanto como se dice, por otra parte– para volver a empezar de nuevo tras un desfalco de sus asesores; de ser catapulta para los enamorados y báculo para los corazones rotos. Pero fue capaz, sobre todo, de destilar el lenguaje para encerrar en unos versos aquello para lo que otros necesitamos retórica sin sentido. Y, además, le puso música.

Pero saben ustedes que Melofilia no es sitio de biografías ni hagiografías, sino de música. Y de letras. Conocemos sus discos y sus canciones, así que dejemos que sean otros los que nos den un paseo por la música y las letras de Leonard Cohen:

 

in_my_life_judy_collinsIn My Life

Judy Collins

Collector’s Choice, 1966, 2010

Seamos ordenados y empecemos por el principio. Ordenados y agradecidos. Hasta 1966, Cohen era un bohemio intelectual que triunfaba con sus libros de poesía y sus novelas –de especial éxito fueron The Spice Box of Earth y Beautiful Losers– que emigró de su Montreal natal para recorrer el mundo, haciendo escala en la isla de Hidra, en Grecia, donde se retiró un tiempo. De allí, a Nashville. Hasta entonces, su relación con la música había sido menor: ligeros escarceos con su guitarra, una banda con unos amigos y poco más. Y en Nashville, Judy Collins, una cantante folk de éxito entonces, tuvo a bien incluir una canción de Cohen en su repertorio y en su siguiente disco. Aquella canción salvó su disco –muy arriesgado para la época– y presentó al mundo a Leonard Cohen. Aquella canción era Suzanne. Poco después, en 1967, convencido por Collins, Cohen se subía por primera vez a un escenario y tocaba en Newport y en Nueva York. El resto de la historia comenzó, pues, con Judy Collins. A pesar de rivalizar en éxito con Joan Baez, su fama no ha llegado a nuestros días como merece, pero en este disco encontrarán ustedes una voz dulce y firme a la vez, canciones al estilo Broadway y otras como La Colombe, de Jacques Brel, además de Suzanne. Gracias, Mrs. Collins.

www.judycollins.com

 

tower_of_song_songs_of_leonard_cohenTower Of Song: The Songs Of Leonard Cohen

Varios Artistas

Universal, 1995

Aunque no se ha distinguido por ser un artista demasiado prolífico, cuarenta años escribiendo canciones dan para muchas buenas canciones. Tan buenas que los muy buenos no resisten la tentación de versionearlas con asiduidad. Echen un vistazo a los que firman este disco homenaje, una nómina de lujo. Consiguen impregnar de una personalidad distinta a las canciones de Cohen, mejorándolas en ocasiones. Podrán disfrutar de Coming Back To You en la voz de Trisha Tearwood, una delicia de letra que sólo se entiende del todo hasta el último verso: And all I’ve said was just instead of coming back to you. Y una fantástica versión de Light As The Breeze (she comes to you light as the breeze /Now you can drink it or you can nurse it), a manos del grandísimo Billy Joel. Peter Gabriel se atreve con Suzanne y Willie Nelson nos regala un Bird On A Wire para el recuerdo (like a bird on the wire / like a drunk in a midnight choir / I have tried in my way to be free), pero no dejen de escuchar a Tori Amos con, seguramente, la canción más bonita de Leonard Cohen: Famous Blue Raincoat. Incluso para los puristas se trata de un gran disco.

 

leonard_cohen_im_your_manLeonard Cohen: I’m Your Man

Varios Artistas

Verve, 2006

Y como la mejor forma de evitar una tentación es caer en ella, otro grupo de estrellas, liderados por los hermanos Wainwright, se reunieron en Australia para darse el gustazo de versionear canciones de nuestro protagonista de hoy. No sabría con cuál quedarme. Este es más moderno, mejor arreglado, y las versiones son más personales, pero todas enriquecen el legado de Cohen. Rufus Wainwright se atreve con Chelsea Hotel n.2 y su irónico I don’t mean to suggest that I loved you the best / I can’t keep track of each fallen robin / I remember you well in the Chelsea Hotel / that’s all, I don’t even think of you that often, y con un Everybody Knows tuneado al estilo del tango. Jarvis Cocker nos ofrece su I Can’t Forget (I can’t forget but I don’t remember what) al trote y Nick Cave se pasea por el disco con un gran I’m Your Man. Pero la joya del disco es The Traitor en la voz de Martha Wainwright, la escucharán una y otra vez, con su voz rasgada y sentida, acompañada de guitarra y acordeón. Y si la joya es la Wainwright, la perla es Perla Batalla con, por ejemplo, su Bird On A Wire. Si lo que oyen les sabe a poco, cómprenlo en DVD, les aseguro que merece la pena.

 

bird_on_the_wire_perla_batallaBird On The Wire – The Songs Of Leonard Cohen

Perla Batalla

Mechuda, 2005

Estaba en Australia, pero se enamoró de la música de Cohen recorriendo el mundo con él y con K.D. Lang, la cantante canadiense, haciendo los coros en sus conciertos. Perla Batalla nació en Los Ángeles, canta en inglés y en español, y los combina con habilidad en este disco que dedica a su maestro, que dijo de ella que cantaba con una “bella tristeza”. De las diez canciones me quedo con Famous Blue Raincoat, que ofrece en una versión muy personal con un cuarteto de cuerda; con Bird On The Wire, con la original Suzanne, con el dúo que hace con David Hidalgo en The Ballad Of The Absent Mare y con Come So Far For Beauty. No imita, reinventa con respeto y mejora canciones mil veces oídas. No pierdan la pista a Perla Batalla.

www.perla.com

 

blue_alert_anjani_thomasBlue Alert

Anjani Thomas

Sony, 2006

Como Perla Batalla, Anjani Thomas también trabajó con Cohen, esta vez al piano. Thomas, hawaiana, dejó prendado al maestro cuando les presentaron, hasta el punto de que se sumó a sus giras y grabaciones con asiduidad. Fruto de esa colaboración surgió, además, este disco. Leonard Cohen escribió las letras de las canciones e, incluso, lo produjo. El resultado sólo podía ser genial. Letras profundas, duras, ásperas, tiernas, crudas, personales, con un piano digno de Bill Evans y una voz madura, sensual y segura de lo que se trae entre manos. Pueden comprobarlo en Blue Alert, con ese saxo barítono que lo inunda todo, en Innermost Door (I must go back to the place it began / To the place where I was a woman / And you were a man / If you come with me / I’ll never begin…), en Crazy To Love You o en Thanks For The Dance. Si no estuviésemos homenajeando a Leonard Cohen, sin ninguna duda, les estaría recomendando que se acomodasen en el sofá, se sirviesen ese vino especial y se abandonasen a Anjani Thomas y su piano.

www.anjani-music.com

 

La versión

tidings_allison_croweTidings

Allison Crowe

Rubenesque Records, 2004

Pocas veces una canción llega tanto al universo colectivo, pocas veces es tan versioneada. Hallelujah es un canto a la humanidad, contiene alegría, rabia, dolor y esperanza. Y, en este caso, Leonard Cohen no necesitó la letra para despertar esas emociones, la música las despierta por sí misma. Podemos contar decenas de versiones de esta canción, artistas consagrados y desconocidos, del rock y del jazz, de todas las épocas y estilos han querido sumarse a este Hallelujah. Rebuscando en los cajones, Melofilia les quiere recomendar esta versión, este disco de Allison Crowe, una joven indie canadiense que grabó este álbum en su casa. Es un Hallelujah que deja sin aliento, honesto, poderoso, sentido. Compite con otras grandes versiones de K. D. Lang o, impresionante, de Damien Rice, por ejemplo, pero la de Allison Crowe es especial. Sus armas son su voz, descomunal, y su piano. Desde su cabaña en el bosque nos regala clásicos de los que uno nunca se cansa. Aunque no son de Cohen, escuchen Let It Be, River, Shine A Light o Angel, escuchen esta voz y luego me cuentan qué les parece.

www.allisoncrowe.com

 

leonard_cohen_live_in_londonLive In London

Leonard Cohen

Sony, 2009

Pero quien tuvo, retuvo. Y quién mejor que Leonard Cohen para cantar y bordar las canciones de Leonard Cohen. Y en directo. Y con una grabación impecable. Si les gusta Cohen seguro que lo tienen pero, si se han despistado, no pueden dejar de comprar este DVD –o blueray, que hay que ir modernizándose. Hemos recorrido sus orígenes, sus admiradores y su legado, pero teníamos que cerrar este homenaje con el protagonista en su esencia. Veinticinco canciones, casi tres horas de concierto. El tiempo y la experiencia han depurado sus canciones, han sacado lo mejor de ellas, como una barrica de talento que regala su aroma con mimo. Todas las canciones han pasado por aquí, pero me quedo con dos: su Hallelujah, su himno, y el recitativo de A Thousand Kisses Deep, sólo acompañado por el teclado de Neil Larsen. Un auditorio mudo, escuchando la respiración del poeta, su voz de roble, los versos sostenidos por el piano, una obra de arte. Eso es Leonard Cohen.

 

Además de escribir, componer y cantar, pinta. Seguro que no se molesta nuestro Iván Solbes si le sustituimos en esta ocasión por este autorretrato de Cohen en París. En el dibujo parece ausente, despreocupado, A Thousand Kisses Deep, resguardado allí donde sólo te llevan los besos, a salvo de todo. La felicidad, como el amor, como la paz, no se consiguen si se buscan: se encuentran, en nuestro día a día, en la vida sin más; o eso dice al menos su maestro zen. A mil besos de profundidad, o profundo como mil besos. En cualquier caso, Leonard Cohen.

 

Merecía el señor Cohen un monográfico, ¿no les parece? No dejen de contarnos cuáles son sus canciones favoritas, o sus versiones, seguro que alguna merece incorporarse a la banda sonora de Mendoza y la Madeja Enmarañada. Compartan también con nosotros sus sugerencias, propuestas y comentarios, aquí, en Facebook o, como siempre, en mi casa, que es la suya: melofilia@hoyesarte.com