El punto de partida de la exposición y del trabajo de Barceló en Ginebra es su propio cuadro Marejadilla, un lienzo de gran formato que pintó en 2002 tumbado en el suelo para conseguir las peculiares texturas de las olas, que era precisamente el efecto que quería transmitir en la cúpula.

En una serie de fotografías realizadas por Agustí Torres se siguen los principales pasos del proceso, en el que Barceló invirtió un total de 13 meses. Tres planos digitales con trazos del pintor nos muestran la evolución de las estalactitas que barren el techo. Un vídeo de cuatro minutos, también de Torres, la dinámica de la proyección de la pintura y en su diario de trabajo, cómo se veía él mismo pintando.

Pero lo más llamativo de la exposición, que estará abierta hasta el 17 de marzo, es una de las tres maquetas de madera que el pintor construyó y que se exhibe colgada sobre una superficie de espejos alrededor de la cual se puede circular para percibir el efecto del cambio de colores en función del ángulo desde el que se mire.