Todo menos una mujer oscura, Leon es una mujer afable de sonrisa  frecuente y broma a flor de piel. Cuando habla gesticula, al tiempo que le sale por los ojos una ironía que forma parte sustancial de su personalidad. Se declara contenta con la vida, «casi feliz», entre la música, a la que dedica buena parte de su tiempo como experta en el barroco, y la literatura, que la ha convertido en un icono allí donde sus obras han sido publicadas.

Residente en Venecia desde 1981: «Una ciudad maravillosa que el turismo de masas con la avaricia y complicidad de los políticos está destruyendo. Un lugar de ensueño en el que cada día resulta más difícil vivir hasta el punto de que es probable que en muy poco tiempo me mude a un sitio más tranquilo», la escritora publica En el nombre del hijo. Ambientada también en la ciudad del agua, su nueva entrega, en la que la complejidad del amor vuelve a ser objeto de reflexión, está protagonizada por un comerciante de arte de origen español. 

(Venecia: ciudad de riqueza… y de codicia. Gonzalo Rodríguez de Tejeda, originario de España, ha hecho una fortuna como comerciante de arte. Ya retirado, goza de una vida tranquila en compañía de su joven amante, al que ha decidido nombrar único heredero. Pero su familia conservadora, que nunca aprobó su estilo de vida permisivo, y sus amigos más cercanos creen que está cometiendo un error. ¿Quién es su heredero elegido?

El conde Falier, suegro del comisario Brunetti y amigo personal de Gonzalo, tiene un fuerte presentimiento y le pide ayuda, lo que llevará al comisario a investigar un crimen ocurrido tiempo atrás en uno de los hoteles más distinguidos de la ciudad y, al tiempo, asomarse a lo más profundo del corazón humano).

– ¿Por qué un personaje español para su nueva novela?

Necesitaba un latino y quería que no fuera italiano. La verdad es que no sé exactamente por qué, acaso porque quería que fuera alguien impulsivo para darle mayor credibilidad al personaje. Soy consciente de que esa es una forma de pensar bastante tópica, pero estoy satisfecha de haber elegido a una persona de origen español.

– En sus libros cada vez más la trama policiaca parece una «percha» para hablar de otras muchas cosas. ¿Es así?

– En buena medida es así. Me interesa hablar de aquello que me preocupa como, por ejemplo, el amor. Como he dicho muchas veces, el amor es una forma de fanatismo. Al principio, el amor es siempre fanático y obsesivo. Cuando una persona se enamora locamente deja de pensar. Eso es así en cualquier parte del mundo, da igual que hablemos de Venecia, de Noruega o Namibia. Dicho esto estoy convencida de que no hay peor crimen que no haber amado. Otro tema, del que también suelo hablar en mis libros, es el dinero, que también es algo universal pues la gente hace cosas muy feas por conseguirlo.

Hábleme de la relación amor-odio que vive con Venecia…

No es odio, sino imposibilidad. Es imposible vivir hoy en Venecia. En cualquier ciudad hay más habitantes que turistas pues allí, una población de 54.000 personas tiene que acoger cada año a 33 millones de turistas. Materialmente no se puede caminar. La sensación es que estamos en una mancha de aceite que lo invade todo y no se puede detener.

¿Hay alguna solución?

No la hay porque los políticos quieren que la situación se mantenga y se mantenga ese insoportable flujo de turistas. Cada seis meses dicen que lo van a parar, que se van a controlar los cruceros, etc… pero todo es mentira y no lo llevan a cabo y por eso cada seis meses tienen que repetirlo. Vivimos en una trampa manejada por las manos de los tramposos. No me canso de repetirlo, también a través de mis libros, pero la situación es cada día peor.

¿Poder escribir sobre diferentes temas convierte a su personaje, el comisario Brunetti, en una especie de pensador?

Brunetti es un hombre que interesa por el hecho de que escucha. Me aprovecho de él. Me interesa mucho lo que piensa la gente porque la gente, cada persona, es lo que piensa por encima de lo que siente. Por eso sin ninguna razón se cambia de un día para otro y eso responde a lo que en cada momento se piensa.

Además, lo que transmiten sus novelas es que aquello que ocurre en la trama le puede ocurrir a cualquiera. ¿Está de acuerdo?

Es una buena apreciación. Intento hacer retratos sociales. Desde que soy adulta estoy convencida de que cada uno de nosotros aprende de la gente a través de los libros. Yo puedo estar mintiéndote y tú mintiéndome a mí sin que ninguno de los dos lo sepa. Pero cuando tenemos un narrador se supone que nos acercamos a la verdad porque hay alguien que te lo está contando. Es alguien que observa desde fuera de los personajes y te aclara lo que ocurre, lo que las personas piensan y lo que de verdad está ocurriendo. Creo que por eso leemos novelas, para reconocernos y reconocer a los otros.

Respecto a que puede ocurrirle a cualquiera lo que se cuenta, por supuesto. Todo el mundo quiere amar y ser amado. Cuando alguien nos trata con amor tendemos a creerle. De la misma forma, cualquiera de las cosas que suceden en una novela negra puede pasarnos a cualquiera de nosotros, y lo que tiene que ver con el crimen y la muerte también.

La muerte es parte esencial de su literatura pero, al margen de sus libros, ¿cómo la ve?

Efectivamente, escribo sobre la muerte porque forma parte de las reglas del juego en relación con lo que yo hago. Pero no estoy obsesionada. Sé que, como a todo el mundo, me llegará. Cuando hablo de ello pienso que las personas que escriben sobre cocina no están todo el día pensando en comer. De la misma manera que si escribes un libro de recetas tienes que usar y hablar del ajo o la cebolla, en el género de la novela negra la muerte tiene que figurar como ingrediente y a eso me atengo. 

¿Qué piensa de la corrupción política y del auge de los populismos?

La corrupción y el populismo son dos cosas distintas. Hay una ecuación que siempre se cumple y es aquella que demuestra que si no hay corrupción hay prosperidad. Noruega, Suecia o Finlandia son ejemplos de países en los que la economía está a salvo. La gente vive bien y está contenta porque la corrupción es algo muy poco frecuente. Es verdad que hace poco en Finlandia la ultraderecha ha avanzando mucho, acaso porque los movimientos sociales pendulares están preocupantemente en auge. Esa es una realidad ante la que tenemos que estar muy atentos. Dos ejemplos para la reflexión: hay dos nietos de Mussolini en el Parlamento italiano y eso nos lleva a cuestionarnos si tenemos memoria. Por otra parte, en 1968 la Corte Suprema de Estados Unidos aprobó una ley sobre el aborto. Fue un logro para las mujeres que ahora se da la vuelta. Vivimos ciclos por lo que no podemos bajar la guardia. Ahí están el presidente de Filipinas, o Trump o Bolsonaro… ¡es demasiado! Tengo la sensación de que los locos están llegando al poder.

Y la música como otra de las cuestiones esenciales en su vida…

Por supuesto. La música, y especialmente la barroca, forman parte esencial de mi vida. Para mí, los cantantes son dioses aunque tengan apariencia y actitud de personas normales. Vendería mi alma a satanás por cantar como algunas de mis intérpretes favoritas. Vivo de escribir pero la Orquesta Pomo d´Oro y la música ocupan gran parte de mis horas. Asisto a las audiciones, a las grabaciones, a los estrenos, viajo en las giras… Todo por la música.

¿Cuál es su mecánica como escritora? Por ejemplo, ¿escribe con música de fondo?

Soy muy poco rutinaria como persona y como escritora. Lo único que necesito saber a la hora de escribir es que durante unas semanas no me voy a mover de la silla. Me da lo mismo que esa silla esté en un palacio o en una habitación minúscula. Una silla, una mesa y un ordenador es lo que preciso. En cada libro y durante tres o cuatro semanas dedico ocho o diez horas sin descanso a escribir. Trabajo, trabajo, trabajo y trabajo hasta concluir el libro. Después dedico uno o dos meses a viajar y cuando vuelvo releo y retoco lo que considero necesario y lo mando al editor. El lugar, las circunstancias físicas y el ruido de fondo no me afectan. Sólo saber que voy a encerrarme y escribir durante el tiempo que precise, que no suele pasar para cada novela de cuatro o cinco semanas. Me refiero al hecho de ponerme a escribir, porque el proceso completo del libro, documentarme, etc. en algunas obras puede alargarse hasta los ocho o diez meses. Después voy a muerte hasta el final.

¿En qué está Donna Leon ahora?

Estoy terminando otro libro. Me faltan apenas un par de capítulos. Esta vez escribo sobre un tema relacionado con la ecología, una cuestión que considero interminable.

Vida y obra

Donna Leon nació en Nueva Jersey el 28 de septiembre de 1942. En 1965 se trasladó a Italia, cursando estudios en Perugia y Siena. Durante algún tiempo trabajó como guía turística en Roma, como redactora de textos publicitarios en Londres y como profesora en distintas universidades de Estados Unidos, Europa y Asia (Irán, China y Arabia Saudita).

Protagonizadas por el comisario Brunetti, desde 1991 ha publicado en España, siempre en Seix Barral, las novelas Muerte en La Fenice, que obtuvo el Premio Suntory a la mejor novela de intriga, Muerte en un país extraño, Vestido para la muerte, Muerte y juicio, Acqua alta, Mientras dormían, Nobleza obliga, El peor remedio, Amigos en las altas esferas –Premio CWA Macallan Silver Dagger–, Un mar de problemas , Malas artes, Justicia uniforme, Pruebas falsas, Piedras ensangrentadas, Veneno de cristal, Líbranos del bien, La chica de sus sueños, La otra cara de la verdad , Cuestión de fe, Testamento mortal, La palabra se hizo carne, Sangre y amor y, ahora, En el nombre del hijo.

Es también autora del libro de ensayos Sin Brunetti y prologuista de la atípica guía Paseos por Venecia. Sus libros, traducidos a treinta y cinco idiomas, incluido el chino, son un fenómeno de crítica y ventas en todo el mundo. Entre sus múltiples distinciones se siente muy orgullosa de haber logrado en 2016 el Premio Pepe Carvalho.

Desde 1981 reside en Venecia.