Integrado como cantante, bajista y guitarrista en la banda de rock latino Trapalanda, con la que ha editado los álbumes Álgebra y La cabeza de Goliat, Matías Gotelli también forma parte del grupo Bis Serán, con el que grabó los discos Año Cero y Las jóvenes promesas. En la actualidad, bajo el nombre Mato y como solista, es responsable del álbum Ezeiza.

Formado en Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, compagina la creación musical con la literaria. De su primera novela, Alimento para puma, el jurado —integrado por los escritores Héctor Abad Faciolince, Azahara Alonso, Aixa de la Cruz, Ignacio Martínez de Pisón y Mónica Ojeda, con Edurne Portela como presidenta— le otorgó por unanimidad el Premio Diana Zaforteza, destacando la originalidad de un relato “ambientado en un territorio sin ley con tintes de western desolado. La búsqueda del padre desaparecido y el deseo de vivir un suceso irreversible guían al protagonista por un paisaje fantasmagórico y hostil. Alimento para puma tiene un estilo preciso, áspero y, al mismo tiempo, lírico; una cadencia inquietante”.

Al definir su obra, el propio Gotelli concreta: “Es una novela de ficción que intenta dar luz a un rincón del mundo muy específico, que es ese lugar en donde el conurbano bonaerense se vuelve la pampa. Como ese lugar intermedio que es, presenta personas que quedaron a mitad de camino entre el campo y la ciudad, y que se manejan con sus propias reglas y sus propios códigos. A ese escenario llega alguien que no pertenece al lugar, un músico de treinta años que vivió siempre en la ciudad, lo que produce un choque y un contraste muy fuertes, que va a dar lugar a situaciones extremas, muchas veces violentas, pero también a grandes amistades”.

(Porque la trama gira en torno a Miguel, un músico nómada que regresa, muy en contra de su voluntad, a la casa medio abandonada de su padre, enclavada en una zona rural argentina. Un padre con el que no habla desde hace años. Allí lo recibe la naturaleza inhóspita y difícil del entorno. En medio de las contradicciones con las que habita ese mundo árido, y de su accidentada cartografía emocional, Miguel invoca: “Que me pase algo. Algo que me cambie. Algo irreversible”. Quizá sea cuestión de suerte. O de afinar la mirada para ver más allá de lo evidente y poder desgranar su propia existencia, en donde la extrañeza comienza por no poder escucharse a sí mismo. O de descubrir la necesidad de desaprender para volver a encontrarse; para comprender un mundo tan ajeno como hermoso, con esa belleza desbordante de la vida real que se rebela y se impone en medio de discordias rurales y el vértigo de hacer por primera vez lo que ni siquiera imaginó.)

—¿Cuál o cuáles de los temas que aborda le ha resultado más difícil de acometer?

La frustración existencial que atraviesa el protagonista. Es un chico que cumplió treinta años, que es una edad límite para muchas cosas. Vivimos los veinte cargados de ilusiones, pero a la vez con cierta liviandad, que hace que no estemos tan encima de si se van cumpliendo esas ilusiones o no. Pero llegan los treinta y ahí sí toca hacer balances. En el caso del protagonista, todas esas promesas con las que se alimentó en esos años no se cumplieron, o se cumplieron a medias; entonces tiene que asumir esta nueva etapa de su vida con esa carga sobre la espalda, sabiendo que no es esa persona especial que creía que era.

—¿Premeditadamente ha buscado no idealizar la naturaleza?

Ya desde el primer párrafo de la novela el protagonista marca esa relación problemática con la naturaleza, poniéndola en un lugar que claramente no es de idealización. Todo lo contrario: “Vuelve con violencia todo el odio que tengo a ese lugar en el mundo denominado campo”. En la novela la naturaleza es un protagonista más, como una fuerza poderosa y desconocida, a la vez que inentendible, pero que está omnipresente en cada segundo. El protagonista va a ir de un extremo al otro: de un odio visceral a una calma aceptación, a sentirse, mitad resignado, mitad aliviado, parte de esa misma naturaleza.

—¿Considera que el lenguaje es un arma?

Probablemente lo sea, y muy poderosa. Pero creo que más que para atacar sirve para defenderse. Muchas veces es con lo único con lo que contamos. Muchas veces la forma de salvarnos está muy ligada a cómo nos narramos y a cómo narramos lo que nos va sucediendo en la vida. Además, considero que el presente es una máquina que te consume.

—¿Y la escritura como un proceso de descubrimiento?

Sí. La escritura es un proceso de descubrimiento continuo. En esta novela está esa cosa de que el protagonista se encuentra permanentemente corriendo detrás de lo que podríamos denominar lo real. Esa sensación de que algo se le está escapando todo el tiempo, de que llega tarde, de que ve solo un pequeño fragmento de la totalidad. Se siente superado y, ante ese apabullamiento, no tiene otra herramienta a mano que el lenguaje, el intentar a partir de la palabra asir eso que casi por definición es inasible. Entonces, la sintaxis de lo real va a ser, en definitiva, la sintaxis de las propias palabras que acoge dentro suyo.

—Afirma que la verdad es un elemento con perspectivas diferentes. ¿En qué sentido?

Uno de los protagonistas de la novela es un paraguayo, y en él se encarna, a mi parecer, ese aspecto dual que muchas veces presenta la realidad. Los paraguayos tienen dos idiomas nativos: piensan en dos lenguas, viven en dos lenguas. Entonces, cada hecho que les va sucediendo tiene ese carácter múltiple, ambivalente, muchas veces contradictorio. Y esa forma de vivir me parece, en primer lugar, muy verdadera, porque siempre queda contemplada esa inaccesibilidad inmanente que tenemos a qué es, en definitiva, lo verdadero. Pero, sobre todo —y quizá más importante aún—, esa forma de vivir me parece muy poética y muy hermosa.

—¿Por qué el lector debería acercarse a Alimento para puma?

Quiero creer que se trata de un libro que no le tiene miedo a entretener, a la vez que se hace cargo de temas universales como pueden ser el de la identidad, la amistad, las relaciones familiares o la relación hombre-naturaleza.

—¿Con qué mensaje le gustaría que se quedase el lector?

Por lo general me molestan bastante las obras que quieren dejar una moraleja o un mensaje concreto. Prefiero pensar que esta novela se inserta en esa tradición donde el mensaje no es algo terminante, algo que uno puede resumir en una frase deontológica. Sí creo que se atraviesan distintas emociones, distintas ideas, y con eso ya me doy completamente por hecho.

—¿Qué supone haber ganado el Premio Diana Zaforteza?

Si bien tengo bien en claro que siempre hay arbitrariedad en los premios, en este caso lo tomé como una oportunidad de encontrar una validación que en mi diálogo interno, por lo general, me cuesta encontrar. Diría más bien lo contrario: me cuesta encontrarle algún valor a las cosas que hago. Así que lo tomé como un gran espaldarazo y una inyección de energía para seguir escribiendo, para seguir creando y buscando voces e historias. También —e igual de importante para mí— significó que se publique mi primera novela, hecho que muchas veces se presenta como inalcanzable para todos los que no pertenecemos al mundo editorial.

—¿Por qué autores se siente influenciado Matías Gotelli como escritor?

Para esta novela mis grandes influencias fueron el escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia, sobre todo su novela Dos crímenes, donde se ve muy en claro ese sentido del humor que lo caracteriza y su forma de narrar tan cuidada y a la vez tan llevadera. Cormac McCarthy también fue una gran influencia. Y después casi toda la literatura argentina contemporánea, en especial Selva Almada, Rodrigo Quirós, Carlos Busqued, Luciano Lamberti, Gabriela Cabezón Cámara, Federico Falco y muchísimos etcéteras.

En la despedida, al referirse a las dos vertientes de su capacidad creativa, afable y cauto, Matías Gotelli no se decanta, pues —puntualiza— “no siento que haya una que se imponga sobre la otra. Son procesos que tienen algunos puntos en común, pero que en esencia son bien distintos. El cerebro hace una sinapsis cuando tiene que escribir, y hace otra diferente cuando tiene que componer. En este momento estoy mucho más inclinado hacia la escritura, y hacia ahí fluye la sangre y las ideas”, y Alimento para puma, añade el entrevistador, “está lleno de las buenas”.

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Alimento para puma. Galaxia Gutenberg. 216 páginas. 19 euros.