Se trata de tres obras singulares tanto por la materia del soporte como por la técnica utilizada, poco habitual en las salas de exposición del Museo del Prado. San Juan Bautista en un paisaje de Maíno, que se expone en la sala 7 A,  es una prueba de la maestría pictórica alcanzada por este artista al concluir su formación en Roma; Auto de Fe celebrado en la Plaza Mayor de Madrid, en la sala 16 A, es la única representación de Fosman, grabador madrileño del siglo XVII, en el Prado; y, La Celestina y los enamorados, en la sala 93, es una obra de Paret de carácter único y excepcional, sin parangón en la obra este artista ni en la de los artistas de su tiempo.

San Juan Bautista en un paisaje

San Juan Bautista en un paisaje Juan Bautista Maíno (1581-1649). Óleo sobre cobre con baño de plata h. 1610 Madrid, Museo Nacional del Prado. Adquirido por el Estado en 2017.

San Juan Bautista en un paisaje Juan Bautista Maíno (1581-1649). Óleo sobre cobre con baño de plata. h. 1610. Museo del Prado. Adquirido por el Estado en 2017.

Los cobres de pequeñas dimensiones y refinada realización fueron piezas muy requeridas por sofisticados coleccionistas italianos de la primera mitad del XVII, quienes disfrutaban con estos «caprichos de gabinete», obras que requerían una atención detallada y cercana.

Este ejemplar es una significativa prueba de la maestría pictórica alcanzada por Maíno al poco de concluir su decisiva formación en Roma. La figura del santo muestra una profunda asimilación de la obra de Caravaggio, mientras que el complejo y rico paisaje, lleno de amenos detalles realizados con admirable minuciosidad, debe ser visto como uno de los más hermosos y tempranos ejemplos del llamado paisaje clasicista, iniciado en fechas parecidas por Annibale Carracci o Adam Elsheimer, entre otros.

La obra está además firmada en la roca en la que descansa el brazo de san Juan, sin mención a la condición de dominico del pintor, alcanzada en 1613. Con ésta, son sólo cinco las pinturas con firma del artista español.

Auto de Fe celebrado en la Plaza Mayor de Madrid

Esta lámina se relaciona en primer lugar con el libro de José del Olmo en el que se incluye la estampa, que forma parte de la Biblioteca del Museo procedente de la de José María Cervelló, y en segundo lugar con la pintura homónima de Francisco Rizi pintada tres años después, en 1683, e inspirada en la estampa del libro. Esta lámina cierra el círculo creativo de la pintura, y documenta de forma única este tipo de celebraciones religiosas y políticas.

Al dorso, una pintura de autor anónimo copia de la Madonna llamada »del conejo», conocida por »la zingarella», de Correggio, actualmente conservada en el Museo de Capodimonte. No obstante, este cobre no es copia directa del original sino que debe ser copia de alguna de las que se documentan en España en las fechas de la lámina.

La celestina y los enamorados

La celestina y los enamorados. Luis Paret y Alcázar (1746-1799). Pluma, pincel y aguada de colores, sobre papel verjurado, 410 x 300 mm. 1784. Museo del Prado. Adquirido por el Estado en 2016.

La celestina y los enamorados. Luis Paret y Alcázar (1746-1799). Pluma, pincel y aguada de colores, sobre papel verjurado, 410 x 300 mm. 1784. Museo del Prado. Adquirido por el Estado en 2016.

Constituye una de las obras cumbres de Paret, no solo como dibujante, sino como artista. A su calidad formal, caracterizada por su precisión en el dibujo de los contornos y el coloreado de las formas, se une el interés del tema, novedoso en el panorama artístico español, que anticipa, en 1784, buena parte de los asuntos que interesarán a Goya unos años después: la brujería, la superstición, la falsedad de las relaciones hombres-mujer y la vejez, entre otros.

Formalmente se puede relacionar con los pequeños óleos sobre cobre que se conservan en las colecciones del Patrimonio Nacional (Escena de interior; el rezo del rosario y Trajes de Castilla) procedentes de la colección del Infante Don Luis de Borbón, por lo que es posible inferir que este dibujo pudiera haber sido realizado para un destino semejante.

La precisión en la representación de las figuras, la indumentaria, los objetos y la propia estancia convierten a esta acuarela en una obra concebida de un modo semejante a este tipo de óleos, y por tanto la convierte en una obra de carácter único y excepcional, sin parangón ni en la obra de Paret ni en la de los artistas de su tiempo. La firma y datación de la obra es señal inequívoca de este carácter autónomo del dibujo y de la satisfacción del autor con su obra.