En la interpretación de los papeles principales se alternarán los tenores Jeremy Ovenden y Bernard Richter (Tito), las sopranos Karina Gauvin y Yolanda Auyanet (Vitellia), las mezzosopranos Monica Bacelli y Maite Beaumont (Sesto) y las sopranos Sylvia Schwartz y Anna Palimina (Servilia).

La clemenza di Tito fue escrita con motivo de la coronación de Leopoldo II como rey de Bohemia y se estrenó el 6 de septiembre de 1791 en el Teatro Nacional de Praga horas después de la ceremonia. Fue la última creación del compositor de Salzburgo, pero no en ser estrenada, pues unos días después, el 30 de septiembre, vería la luz La flauta mágica.

La ópera cuenta la historia del emperador Tito, al que retrata como hombre recto y justo, pero también clemente, capaz de perdonar a su amigo íntimo, Sesto, y a su prometida, Vitellia, que habían intentado asesinarle. Basada en la obra original de Pietro Metastasio, adaptada por Caterino Mazzolà, seis personajes se enfrentan a una partitura tan hermosa como difícil en la que la voz es un instrumento más y donde cada uno ofrece al espectador sus más íntimos sentimientos, como en una tragedia griega.

Espacio abstracto

Nos encontramos ante una ópera seria, género que Mozart exploró principalmente en su juventud y que ya no retomaría hasta la composición de esta obra. Los personajes que protagonizan La clemenza di Tito se alejan de clichés y adquieren tridimensionalidad a través de una psicología compleja y desarrollada. Por su parte, la música, en palabras de Christophe Rousset, director musical, «tiene algo místico, casi sacro».

Ursel y Karl-Ernst Herrmann conciben un espacio escénico desnudo, blanco y luminoso que consigue realzar el conflicto de pasiones que teje el argumento. La acción interior se concentra en un lugar único, «frío y casi abstracto», en el que los sentimientos contradictorios del drama, con su mensaje atemporal, resultan aún más desgarradores. La acción exterior abre las puertas sobre una imaginada Roma imperial.

Mortier, a quien el Teatro Real quiere homenajear con esta reposición, amaba de forma especial esta ópera y sentía gran predilección por la puesta en escena de los Herrmann, a quienes se la había encargado cuando dirigía el Teatro de La Monnaie en Bruselas y que supuso el inicio del tándem como codirectores de escena, diseñadores de escena y vestuario. De La clemenza di Tito, el fallecido director afirmaba: «es el ejemplo de una inspirada narración moderna del siglo XVIII sobre la grandeza de la clemencia por parte de los gobernantes. Una grandeza que se refleja en el espacio blanco de la escena en el que los personajes son desmenuzados hasta el más pequeño detalle».