Yeonghye era la mujer perfecta para esa vida de rutina y tranquilidad en la que él creía que se hallaba la felicidad. Un plato de comida caliente, una camisa siempre recién planchada y sexo de descarga, en el que poco importaba lo que ella sintiera o deseara. No, con ella no debía preocuparse por el tamaño de su pene. ¿Quién habría de arrebatársela? Nadie posaría nunca sus ojos sobre ella; nadie rompería su mediocridad.

Aparentemente, Yeonghye, a quien su marido, carente de tacto, describe con desgana, es la encarnación de la sumisión y la fragilidad. Sin embargo, todo estalla el día en que, tras un sueño, ella decide dejar de comer todo alimento de origen animal.

Yeonghye representa lo diferente: eso que, cuando se manifiesta, el resto del mundo no está dispuesto ni a comprender, ni a aceptar, ni tan siquiera a dejarlo pasar. Muy al contrario, tratan de doblegarla para que vuelva a encajar en el molde que otros han hecho para ella. El escaleno en un equilátero.

Llevar a escena La vegetariana es un acto de auténtica valentía que solo puede nacer de un profundo amor por la obra de la surcoreana Han Kang, Premio Nobel de Literatura en 2024. El reto en la dirección lo asume Daria Deflorian, a cargo también de la adaptación junto a Francesca Marciano y en el papel de hermana de la protagonista.

Apenas cuatro días de representación —del 9 al 12 de octubre— en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional. Las expectativas, en el aire. Adentrarse en el complejo mundo interior de la protagonista para narrar la evolución del proceso autodestructivo que la lleva a liberarse de su cuerpo no es poca cosa. Hacerlo en italiano, con subtítulos en español, y trasladarnos a Corea del Sur, tampoco.

Sin duda, Deflorian aprueba con nota y resuelve escenas realmente complejas con cierto ingenio. Sin embargo, renuncia en exceso a la dramatización en favor de la narración, privando al espectador de la experiencia de asistir sobre el escenario a momentos cruciales de la obra.

La escenografía, con acierto austera y a merced de algunos cambios de luz, da aún más peso a los intérpretes. Destaca la naturalidad de la actriz protagonista, Monica Piseddu, capaz de desnudarse física y emocionalmente y de pasear con naturalidad por el escenario en un ejercicio de absoluta disociación entre cuerpo y mente. Completan el elenco Paolo Musio y Gabriele Portoghese.

La adaptación se centra en momentos clave de la novela, que clasifica en tres colores: rojo, verde y azul; posiblemente, en alusión a la violencia, al mundo vegetal y a la búsqueda de la serenidad.

El primero de ellos narra el momento en el que el padre de Yeonghye trata de imponer su autoridad de antaño e introduce bruscamente un pedazo de carne en la boca de su hija. Esta es una de esas escenas que Deflorian resuelve mediante la narración en boca de los personajes, mientras que en la novela el lector, inmóvil e incrédulo, debe tomar aire en varias ocasiones para continuar leyendo. Sobre el escenario, la situación adquiere intensidad y dureza, pero no llega al desgarro y la brutalidad que Han Kang describe en su texto.

Al verde corresponde el momento en que el cuñado de Yeonghye, artista sin oficio ni beneficio, muestra su absoluto deseo por ella. Decide entonces aprovecharse de su fragilidad para pintar su cuerpo desnudo, cubrirlo así de flores y hojas mientras lo graba en vídeo. Una escena sexual y sensual que enmascara la violación de un cuerpo que no ofrece resistencia porque su mente vive ajena a lo que sucede. El modo en que este encuentro se dramatiza es bello y original, como lo es el momento en que el espectador asiste al visionado de la grabación. Sin embargo, no alcanza la sensualidad narrativa de Han Kang.

La vegetariana es una experiencia violenta y sensual, impactante y provocadora. No cabe duda: merece la pena, aunque, cuando se apunta tan alto, no siempre se alcanza la cumbre.


Programa de mano

Equipo

De
Han Kang

Adaptación
Daria Deflorian y Francesca Marciano

Dirección
Daria Deflorian

Reparto y colaboración en la creación
Daria Deflorian, Paolo Musio, Monica Piseddu y Gabriele Portoghese

Escenografía
Daniele Spanò

Iluminación
Giulia Pastore

Vestuario
Metella Raboni

Sonido
Emanuele Pontecorvo

Ayudante de dirección
Andrea Pizzalis

Colaboración artística
Lisetta Buccellato

Colaboración con el proyecto
Attilio Scarpellini

Asesoría dramatúrgica
Eric Vautrin

Dirección técnica
Lorenzo Martinelli y Micol Giovanelli