Y el porqué es una de las grandes preocupaciones de los ciudadanos actualmente, uno de esos temas recurrentes en tertulias y objeto de informativos casi a diario: los problemas de acceso a la vivienda. Bueno, ese es el tema central, porque en torno a él surge un sinfín de claroscuros que, de uno u otro modo, conforman la caótica época que nos ha tocado vivir y en la que el espectador, sin duda, se verá reflejado.
La clave de esta obra, escrita y dirigida por Victoria Szpunberg (Buenos Aires, 1973), es la maestría con la que ironiza sobre temas que poco tienen de divertidos, pero que mueven a uno a la risa, por aquello de no llorar. Para ello se sirve de un humor inteligente que le permite hacer una crítica educada sobre el mundo que nos rodea, sin herir sensibilidades, pero arrastrando conciencias. Imposible abandonar la sala sin preguntarse en qué clase de sociedad vivimos.
El personaje principal de esta obra es Clara, profesora asociada de Ética en la Facultad de Filosofía que, tras una separación sentimental, entra en una crisis personal y económica —ambas hoy casi indisolubles—. Ágata Roca es la actriz que da vida a este personaje a la deriva que nos va cautivando poco a poco. Su interpretación es tan perfecta que el espectador se siente en la piel de esta mujer que va dando tumbos por Barcelona con un enorme y afilado cuchillo en su bolso. Un cuchillo que no duda en sacar cuando algo eleva su ya límite nivel de ansiedad. Pero la entendemos, sí: imposible no empatizar con ella.
Clara es incapaz de hacer frente al alquiler con su humilde sueldo de docente —machetazo directo a la universidad y a la remuneración de sus profesores—, aunque no es el único. También se alude a otro mal endémico: la inestabilidad laboral. Y al modelo de alquiler, y a la irrupción de los Airbnb en las grandes ciudades, donde no hay lugar para trabajadores de clase media. No se libran la sanidad pública, ni la policía, ni las plataformas de citas para encuentros rápidos con personajes inflados de sí mismos; ni los padres sobreprotectores que educan angelitos digitales capaces de sacar de quicio al resto de los mortales; ni tantas y tantas aristas del día a día…

«El imperativo categórico». Fotografía: © Silvia Poch.
La réplica en todas estas situaciones se la dan distintos personajes, encarnados todos ellos por el mismo actor, Xavi Sáez, que es capaz de calzarse los zapatos del psiquiatra, del ligue de Tinder o del jefe de Departamento en la universidad, dotando a cada personaje de una personalidad propia y de un poso ácido común.
La filosofía sirve de hilo conductor a esta obra: una tragicomedia de la que el espectador, aunque pueda parecer lo contrario, saldrá no solo satisfecho y con ganas de conversación, sino contento, porque, a pesar de las desgracias, hay un final…
La obra, por primera vez en Madrid y hasta el 9 de noviembre en el Teatro de La Abadía, ha sido ganadora de múltiples premios y reconocimientos, entre los que destacan: Premio de Teatro Memorial Margarida Xirgu a la mejor actriz para Ágata Roca; Premio especial del jurado Teatre Barcelona 2024; Premio Butaca 2024 al mejor texto; Premio de la Crítica 2024 al mejor texto, mejor actriz y mejor escenografía; y Premio Ciudad de Barcelona 2024 de Artes Escénicas para Victoria Szpunberg. Además, su autora acaba de ser galardonada con el Premio Nacional de Literatura Dramática precisamente por esta obra.
El imperativo categórico
Texto y dirección: Victoria Szpunberg
Reparto: Ágata Roca y Xavi Sáez
Escenografía: Judit Colomer
Iluminación: Marco Lleixà (AAIV)
Espacio sonoro: Lucas Ariel Vallejos















