Hoy arrasa el fenómeno de las grandes estrellas de cine que se pasan a la pequeña pantalla gracias a la proliferación de las nuevas plataformas de streaming, maquilladas con millonarias campañas publicitarias. Pero con ese bajo perfil que tiene el estreno teatral, más allá de la purpurina de Broadway, todavía se encuentran estrellas que no se atreven (o no quieren) doblegarse a los encantos de ese hambre ávido y masivo que da el consumo de series, y mantienen su esencia. Ganando reconocimientos, pero dándose también tiempo para recuperar el encanto único y excitante del teatro. La emoción del directo. La esencia de la interpretación.

Ese es el caso de la actriz australiana Cate Blanchett. Sus éxitos son ya innumerables. Siete nominaciones a los Óscar, –ganadora en dos ocasiones con Blue Jamine (2014) y El Aviador (2005)–; nueve nominaciones a los Globos de Oro, ganadora en tres ocasiones; siete nominaciones a los Bafta, 14 por el Sindicato de Actores, y a un Tony. Además, en 2007 ganó una Copa Volpi en Venecia.

Ella es, sencillamente, brillante. Sin embargo sigue guardando ese misterio que sólo conservan inmutable las actrices que, de vez en cuando, se salen de los raíles de Hollywood para probar cosas nuevas.

Con gustos cinéfilos de naturaleza ecléctica, el año pasado puso voz a la serpiente Kaa en el Libro de la Selva y estrenó Manifesto, –del artista Julian Resefeldt–, un filme de calado experimental en el que Blanchett encarna a 12 personas que recitan las proclamas de grandes pensadores como Marx y Engels, Marinetti o Louis Aragon. Y mientras se baja del carro, Cate también se sube. El año pasado también estrenó la versión femenina de la taquillera Ocean´s 8.

Pues bien, entre tanto proyecto, esta actriz revolucionaria ha vuelto al teatro con When we have sufficiently tortured each other, una reinterpretación contemporánea de la novela epistolar Pamela o la virtud recompensada, publicada por Samuel Richardson en 1740 (algunos se refieren a ella como Las cincuenta sombras de Grey del XVIII).

Esta ‘toma de tierra’ no ha sido tanto por su regreso a las tablas, –es una amante declarada del teatro, ha estrenado más de 15 obras y entre 2008 y 2013 dirigió la Compañía de Teatro de Sídney junto a su marido, el dramaturgo Andrew Upton–, sino por la conmoción y la controversia provocadas por las escenas violentas y subidas de tono destapadas el día de su estreno, –el pasado jueves, 24 de enero–,  en las butacas del National Theatre de Londres.

La explosión de titulares en la prensa no busca la publicidad ni la venta de entradas, que ya se agotaron hace semanas. El tirón de Blanchett en la cartelera era esperado. Es incuestionable. Sin embargo, esas dos horas sin intervalos resultaron para algunos (dicen) ‘insoportables’. Sin embargo, curiosos y fanáticos siguen llenando noche tras noche las 450 butacas de este teatro al sur del Támesis para disfrutar de la adaptación de Martin Crimp protagonizada por la australiana y el eterno Stannis Baratheon, –Sthephen Dillane–, de Juego de Tronos.

Eso sí, Blanchett avisó ya en una entrevista concedida a The Guardian hace un par de semanas que buscaba con este trabajo “reacciones encontradas” en la audiencia, persiguiendo una vez más tomar un camino alternativo en el que ella misma se pone a prueba dando al público algo totalmente distinto a lo que espera.

Hay que atreverse. Pero también hay que ser Cate Blanchett. También lo deja claro la propia reseña del teatro, “esta obra  irrumpe en el debate contemporáneo para explotar esa naturaleza desordenada, y a menudo violenta, del deseo y de los roles que desempeñan hombres y mujeres”. En definitiva, continúa, “un juego peligroso de dominación sexual y resistencia”.

A pesar de esta imagen riesgosa de Blanchett en el teatro, enfrentándose a retos que reparten a partes iguales arte y titulares controvertidos, su proyecto inicial de regreso al teatro era protagonizar Eva al desnudo y regresar así a Londres con el papel clásico de Margo Channing. Sus problemas de agenda hicieron que éste fuera finalmente para la detective Scully de Expediente X, Gillian Anderson. Entre sus próximos estrenos está previsto el estreno de How to train your dragon: the hidden world, en el que dará voz a una tal Vajka.

En definitiva, puede que sea esa mezcla, –química perfecta–, de dar voz, buscar emociones no siempre placenteras y brillar en la alfombra roja lo que convierte a Blanchett en el vehículo perfecto de reivindicación de una versión alternativa de la profesión, ayudando a la gente a quitarse los tacones para ir a las salas de teatro y afinar los oídos, convirtiendo a este arte en una experiencia real que despierta emociones (eso) reales.