Juega a favor de este actor español que más allá de bordar el papel, porque lo borda, mantiene ese aire de niño eterno que conmueve al espectador desde el primer momento.

Su personaje, Quino, se empeña en buscar los motivos que han llevado a su mujer a decirle adiós y maldice una y otra vez su ya abultada barriga, su incipiente papada y una calvicie a la que, según su ya ex, está condenado. Y es que, ya se lo decía ella, procede de familia de calvos.

Sin embargo, el espectador no tardará en darse cuenta de que no son esos los verdaderos motivos de la separación y que más bien este Quino que se nos muestra sobre el escenario es un hombre desordenado, descuidado y dependiente, difícil de sobrellevar en el día a día si no hay pasión que lo sustente. Y para ser honestos, cuesta creer que el personaje sea no ya capaz de mantener la llama sino siquiera de encenderla.

Pobre Quino que en su bucle de eterna desesperanza llega a orar “san Ignacio, san Ignacio, que se vaya la barriga sin ir al gimnasio”. Y es que, a pesar de encontrarnos ante un auténtico drama, la desgracia se torna aquí en una divertida comedia en la que muchos hombres, sin duda, podrán ver algo de sí mismos. Las mujeres, por su parte, reconocerán también actitudes y escenas de las que reírse, aunque en la vida real seguro pueden desatar desde pequeñas hasta grandes crisis.

A Gabino Diego le acompañan otros tres actores, también masculinos, que dan vida al transportista, al psicólogo y al amigo de toda la vida. Se trata de los actores Jesús Cisneros, Antonio Vico y Josu Ormaetxe (que también dirige la obra) que, poco a poco, se van incorporando a la escena con gracia, primero como salvadores del protagonista y luego como nuevos seres desvalidos víctimas de sus propios actos y hasta de la soberbia.

Y aunque solo hay actores varones es precisamente a través de ellos, de su propia voz, como las mujeres están omnipresentes en la escena.

Una comedia para reírse a gusto, que indaga en las relaciones de pareja y la fragilidad humana, en este caso, del hombre, convertido aquí en el sexo débil por la inseguridad y la dependencia de sus personajes. Sin embargo, y por más que se empeñe la RAE, si la mujer no es el sexo débil no caigamos en la tentación de intentar colgar esta etiqueta al hombre. Pensemos que quizás sea la vida la que, independientemente de nuestro género, nos coloca a veces ante situaciones en las que aflora toda nuestra fragilidad.


La curva de la felicidad. Teatro Infanta Isabel de Madrid. Jueves y viernes a las 21.30 h. Sábado y domingo a las 20.30 h. Duración aproximada: 100 minutos.

Autores: Eduardo Galán y Pedro Gómez

Compañía: Descalzos Producciones

Director: Josu Ormaetxe

Escenografía: David de Loaysa

Iluminación: Raquel López

Vestuario: Yolanda Arestegui

Sonido: Manuel Llada y Javier Pérez Duque

Prensa: Carlos Rivera Comunicación

Intérpretes: Gabino Diego, Josu Ormaetxe, Antonio Vico y Jesús Cisneros