A lo largo de 16 salas de la cuarta planta del Edificio Sabatini se presentan, como en otros episodios de la Colección, numerosas obras nuevas gracias a la política de adquisiciones emprendida en los últimos años por el Museo. Esto ocurre especialmente en el caso de la arquitectura, que aparece de forma transversal en muchos de los espacios que se abren al público.

Persiguiendo este objetivo, la colección se divide en dos partes diferenciadas: Por un lado, la autarquía, dedicada a los artistas y al arte creado en España, donde se distingue el definido por el régimen y lo eclesiástico y aquel en el que se pueden apreciar los resquicios de la resistencia; donde se incluyen piezas de abstracción, surrealismo y, sobre todo, de arquitectura. Por otro lado, la segunda parte del episodio se fija en la actividad artística del exilio desde un matiz universal, como una razón contemporánea donde el país se convierte en una ficción. En ella destaca el Taller de Gráfica Universal de 1947, obras de los mexicanos Rivera y Orozco y de Miró, Dalí y Granell.

«Mirar al pasado es mirar al presente», apunta Rosario Peiró, jefa de Colecciones del Museo, para la que «lo novedoso de la colección es que se desliga al exilio de su connotación patrimonial y se infiere en su carácter internacional (…) La trascendencia y actualidad de la imagen del exilio republicano remite a un momento histórico y a una experiencia fundamental no solo para España y el siglo XX, sino también para el contemporáneo siglo XXI, marcado por una crisis migratoria global. Con esta imagen se subraya la actualidad de esta historia reconociendo así su centralidad definitiva en la historia del arte y la cultura».

El director del Museo, Manuel Borja-Villel, recuerda que «el exilio conformó diferentes prácticas creativas en las que conceptos como la nostalgia, la opresión, la derrota, la separación, pero también la resiliencia o la integración de culturas tuvieron una presencia significativa. En los lugares donde encontraron refugio los artistas expatriados se establecieron redes de solidaridad y colaboración con otros creadores con los que se realizaron proyectos de relevancia internacional».

La victoria

La estructura de la exposición trata de calcar la situación artística de entonces y trasladar al visitante hacia la forma de ver la realidad durante años tan difíciles. La visita se inicia con la proyección de Ya viene el cortejo… (1939), una película de Carlos Arévalo (1906 – 1989) en la que se representa la entrada del ejército franquista en Madrid.

La primera sala, titulada «La victoria», exhibe obras que tratan de reflejar a la España triunfal del franquismo con obras como el Retrato de Ramiro de Ledesma (1945) de Pancho Cossío o la serie fotográfica Los artífices de la victoria en cielo mar y tierra (1939) de Jalón Ángel (1889 – 1976).

También se incluyen planos, maquetas y fotografías de la arquitectura impulsada por el régimen. Por ejemplo, la maqueta de la Casa Sindical de Madrid (1948 – 1949) -actualmente Ministerio de Sanidad- de Francisco de Asís Cabrero Torres-Quevedo (1912 – 2005), edificio influenciado por la arquitectura italiana del momento, o su boceto para la Cruz de los Caídos.

El pan y la cruz

La siguiente sala contrapone la visión de los vencedores y de los vencidos. Por una parte, la España del silencio y de las cartillas de racionamiento, con obras como La costurera (1943) de José Gutiérrez Solana (1886 – 1945) o el Bodegón del pan y del queso (1940) de Godofredo Ortega Muñoz (1899 – 1892).

En la otra mitad de la sala se expone el sentimiento más religioso, la visión institucional y los desfiles «de la victoria» de la otra España, con obras como Toledo (1943) de Bejamín Palencia (1894 – 1980). «Lo pequeño en contraposición a lo grande, lo íntimo y lo personal en contraposición con la grandilocuencia es lo que define la época de la autarquía», explica Rosario Peiró.

Nueva vivienda social

La tercera sala se dedica fundamentalmente a la arquitectura y a la reconstrucción del país tras la devastación, destacando la reestructuración de la vivienda social para acoger el éxodo rural. De esta forma se expone un vídeo del NO-DO sobre el Congreso Eucarístico de 1952 en Barcelona, donde se ideó un plan de vivienda social para emigrantes de Extremadura o Andalucía, y otros proyectos de planificación urbana y de pueblos de nueva colonización a lo largo de toda la geografía española. Ejemplo de ellos son las Unidades Vecinales de Absorción Caño Roto de Madrid (1957) de José Luis Íñiguez de Onzoño (1927) y Antonio Vázquez de Castro (1929) o el conjunto de viviendas para pescadores de Tarragona (1949) de José Antonio Coderch (1913 – 1984). También se incluye la escultura de Cabrero Torres-Quevedo para el Concurso del Monumento a Calvo Sotelo (1955).

La vanguardia frívola

Continuando con la situación en el interior del país, en la cuarta sala se exponen las primeras expresiones artísticas de la primera modernidad, con artistas como Salvador Dalí (1904 – 1989) y su pintura Uranium and Atomica Melancholica Idyll (1945), fruto de la conmoción que le produjo el bombardeo de Hirsoshima y Nagasaki. También se incluye en la muestra Los arlequines (1945) de Luis Castellanos.

Gracias a la donación del hijo de Enrique Herreros (1903 – 1977) se muestra por primera vez la serie La tauromaquia de la muerte (1946), junto con otras muchas portadas suyas para La Codorniz. También se exhibe El maniquí (1946) de Ángel Ferrant, obras de la artista Nanda Papiri y otros trabajos inspirados en las verbenas, los bares y los parques de atracciones en los que se reconocen las vanguardias y los resquicios de resistencia al franquismo.

Espiritualidad y abstracción

La quinta sala invita a la reflexión sobre los dogmas que se impusieron en el primer Congreso de Arte Abstracto de Santander (1953) para intentar modernizar el régimen a través del arte y vincularlo con la religión católica. También aparece el Grupo Pórtico y la publicación Dau al Set, donde participaron artistas de la talla de Modest Cuixart (1925 – 2007), Antoni Tàpies (1923 – 2012) y Joan Miró (1893 – 1983). Una publicación que se configuró como un referente para los artistas emergentes de la vanguardia.

Esta sala también incluye la primera exhibición de Composición Abstracta de Delhy Tejero (1904 – 1968) y obras de otros grandes artistas como Antonio Saura (1930 – 1998), Jorge Oteiza (1908 – 2003) o Manolo Millares (1926 – 1972).

La nueva imagen de España

Con esta sala finaliza el recorrido por el arte dentro de las fronteras españolas y para ello se recrea en parte el pabellón diseñado por José Antonio Coderch para la Trienal de Milán de 1951 en un intento del régimen por recuperar una presencia internacional que se le había cerrado desde el Pabellón de la República de 1937. El crítico Rafael Santos Torroella (1914 – 2002) fue clave en la selección de contenidos de este pabellón, en el que figuraban artistas como Miró, Ferrán o Guinovart.

Exilio, los campos

La segunda rama de este tercer episodio, dedicada al exilio, se presenta con la proyección de la película de los franceses Louis Llech y Louis Isambert El éxodo del pueblo (1939), a la que siguen otras obras que infieren los periplos que tuvieron que seguir los expatriados.

En esta sala se exponen fotografías de Robert Cappa (1913-1954) y el cuadro de Pablo Picasso (1881 – 1973) Monumento a los españoles muertos por Francia (1946 – 1947). También se incluyen piezas de reciente ingreso en la colección, como Esperanza de José García Tella (1906 – 1983)

Rosario Peiró señala la importancia de los campos como un lugar de tránsito, como un espacio suspendido en el tiempo, sin nacionalidad y habitado por muchas personas distintas a lo largo de los años en situaciones de enorme precariedad. Esta relectura del concepto del campo invita a una mirada crítica al pasado que ayude a comprender lo que ocurre en el presente.

Suspiros de España

En esta sala se recoge un tipo de arte que contiene referencias a lo español y a la pérdida de la patria, tratando de responder a la pregunta ¿cuál es la nueva España una vez que la otra la hemos dejado atrás? Esa reconstrucción desde el punto de vista artístico convoca a algunas imágenes que son recurrentes, como es Guernica, que se configura como una especie de obsesión y que se ve repetidamente representada. Según la jefa de Colecciones, «ya sabemos que el exilio carece de tierra y de nación pero la nación exílica vive en las publicaciones, en los libros, en las revistas y, en este caso, en la lengua española». Así se exhiben piezas como La vaca parturienta de Prieto Anguita o Las tres cabezas de cordero de Picasso. También las Figuras de Maruja Mallo y diversas obras de Ángeles Ortiz y Remedios Varo.

Renau en México

Los siguientes espacios muestran el trabajo que toda una serie de artistas comienzan a realizar fuera de España. En esta sala se muestra la producción gráfica de Josep Renau y se destaca su trabajo en cartelería para distintas campañas políticas en México y en su activismo para reivindicar el exilio en Latinoamérica. También se muestra su trabajo en la revista antifascista Futuro, donde trabajó junto con grandes artistas latinoamericanos como Lola Bassó o Leopoldo Méndez. La sala se completa con la proyección de su película La tercera dimensión (1952-1955).

Tosquelles. La política de la locura

Aquí se reúnen los conceptos de exilio y locura a través de la vida y obra del psiquiatra Francesc Tosquelles (1912 – 1994). Refugiado en Francia, se convirtió en una de las grandes referencias de la psiquiatría de la segunda mitad del siglo XX. En el Hospital de Saint-Alban-sur-Limagnole comienza a poner en práctica sus teorías sobre la nueva psiquiatría realizando talleres artísticos con los internos. Finalmente se publican varios de los libros más importantes del surrealismo relacionados con la locura e inspirados en el trabajo desarrollado en el hospital y que terminarían siendo ilustrados por artistas como Miró o Julio González. La sala termina con la proyección de la película de Tosquelles Societé lozérienne d’hygiène mentale (1950 – 1957).

El exilio surrealista en México

El Taller de Gráfica Popular fue un colectivo de grabadores conformado por mexicanos y otros muchos representantes de la izquierda europea para apoyar y difundir las causas sociales revolucionarias. Su apoyo al exilio español fue fundamental y su naturaleza colectiva hizo posible la creación de sinergias, a través de revistas, exposiciones y proyectos, entre artistas locales y expatriados.

El otro foco de atención de la sala se sitúa en la Exposición Internacional del Surrealismo en México (1940). Se incluyen obras tanto de artistas españoles exiliados, como Remedios Varo y su pieza El hambre, o de autores mexicanos como Diego Rivera, del que se expone Los vasos comunicantes, un importante depósito realizado recientemente por la Fundación Reina Sofía.

Apátridas y Salvajes

Esta sala recoge la identificación del exiliado español con el pueblo originario latinoamericano, con ejemplos muy claros como las fotos de los hermanos Mayo de las mujeres indígenas como subalternas de las clases altas o como el autorretrato de Grannel, identificándose a sí mismo como indio. En definitiva, una apropiación por parte de algunos artistas españoles de los elementos del folclore de sus países de acogida.

También se proyecta Raíces (1953), una película en la que participaron muchos exiliados, de hecho se dice que parte de la dirección del filme corrió a cargo del cineasta gallego Carlos Velo. De esta forma se pone en valor el sentimiento de hermandad recogido en múltiples libros (como en los relatos de Max Aub o en El indio tupinamba, que cuenta la Guerra de España desde el punto de vista del indio) entre los invadidos y expulsados por el mismo país.

El otro exilio

La exposición termina con una mirada hacia el exilio intelectual que huye de un país asfixiante y opresor, como fue el caso de José Guerrero y Esteban Vicente. En esta sala se ponen de manifiesto las diferencias en la visión de ambos artistas; uno nostálgico de su tierra y otro con una mirada más ‘americanizada’. El recorrido finaliza con algunas instantáneas de Nueva York de la fotógrafa Helen Lewitt, colaboradora de Luis Buñuel en varios documentales, y con un fragmento de la película ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1964) de Stanley Kubrick, reflejo de la Guerra Fría.

Con la apertura de estas nuevas salas se da un paso más en la reordenación global de la Colección del Museo Reina Sofía, cuya finalización está prevista para noviembre de este año y que ofrecerá una nueva interpretación de sus fondos.

Más info: El pensamiento perdido: la autarquía y el exilio