Lo tienes que ver. La autonomía del color en el arte abstracto presenta la obra de un amplio número de artistas de los siglos XX y XXI para quienes el color es principio esencial y estructurador. La exposición comienza con los primeros experimentos de la abstracción y se centra en el uso del color plano, no modulado por el gesto. Además de pintura, escultura y obra sobre papel, incluye textiles, cerámica, fotografía, instalaciones, cine, vídeo y libros de artista, hasta un total de setenta y nueve obras.

El título de esta muestra subraya un hecho de la manera más directa: que después de todas las teorías filosóficas, científicas, artísticas y lingüísticas; después de todos los intentos por describir su carácter relativo, sus combinaciones, su psicología, sus usos prácticos o las variedades de sus significados ideológicos y culturales; después de todo ello, al final, “el color debe ser visto”. Esta frase de Walter Benjamin, algo modificada para servir de título al proyecto, declara sencillamente que las teorías sobre el color deben dejar paso a su experiencia, que es la que nos convence con rotundidad de cómo existe algo que no existe y nos saca del estupor inicial ante la realidad del color.

La importancia del color ha sido, en efecto, discutida e impugnada a menudo. Para algunos, carece de valor sustantivo, porque es secundario, accidental o decorativo. Para otros, su carácter elusivo es precisamente uno de sus principales valores. Por la que parece la oscuridad de su significado lingüístico, por su sensualismo y su resistencia a la clasificación e identificación teórica, el color ha sido considerado a menudo como “lo otro” respecto de las jerarquías habituales y el sistema de valores de la cultura occidental.

Manuel Fontán del Junco, María Zozaya Álvarez y Aníbal Santaella en la presentación de la exposición ‘Lo tienes que ver. La autonomía del color en el arte abstracto’. Fundación Juan March. Fotografía: © Luis Domingo.

La célebre frase de Klein acerca del sometimiento del color por la línea, devenida esta en escritura, es mucho más que una metáfora brillante: se puede decir que la historia del arte ha sufrido de un cierto daltonismo y, a su vez, se la ha entendido habitualmente sobre todo como una ciencia que describe la evolución de las formas, las cuales, por su parte, se han interpretado como más dependientes de la línea (y el dibujo lineal) que del color y las áreas en las que se expande. En 1974, Rudolf Arnheim escribió que lo contrario es el caso: “Hablando en términos estrictos, todo aspecto visual debe su existencia a la luminosidad y al color. Los límites que determinan la forma de los objetos se derivan de la capacidad del ojo para distinguir entre sí zonas de luminosidad y color diferentes. Esto es válido incluso para las líneas que definen la forma en los dibujos, que solo son visibles cuando la tinta difiere en color del papel”.

Lo tienes que ver. La autonomía del color en el arte abstracto tiene su punto de partida en los primeros experimentos abstractos con el color, como los de Kazimir Malévich (1878-1935) o Iván Kliun (1873-1943) y acaba con trabajos de artistas contemporáneos. Las obras hechas en la Francia de entreguerras, en los países del movimiento De Stijl, en la Unión Soviética del suprematismo y el constructivismo o en la Alemania de la Bauhaus, sentaron las bases del campo expandido por las obras realizadas en la segunda mitad del siglo XX y las primeras décadas del XXI.

Curiosamente, la abundancia y el incremento de bibliografía sobre el color en los ámbitos prácticos, científicos, filosóficos y literarios durante los últimos cincuenta años no ha sido acompañada de manera proporcional por la presencia del color en exposiciones y sus publicaciones. Apenas si se pueden citar unos pocos proyectos y títulos y, en nuestra opinión, su valor no está a la altura de la relevancia del color en la historia del arte, sobre todo considerado este como uno de sus primeros principios. La mayoría de las exposiciones aludidas son muestras colectivas sobre el color como “tema”, concebidas del mismo modo en que se pueden pensar exposiciones sobre el “tema” de la geometría, del paisaje, del cuerpo o de la ventana en la historia del arte. Ninguna de ellas parece haber querido plantear que, con toda probabilidad, la historia del arte ha preterido tradicionalmente al color en favor de la línea, y que solo a partir de la década de los años sesenta del siglo pasado la conciencia sobre la igualdad entre ambos elementos o incluso el carácter primordial del color sobre la línea ha ganado posiciones.

Esta exposición aspira a ofrecer, por el contrario, una perspectiva inusual sobre la realidad del color, sin limitarse a lo monocromo ni a la selección de obras típicas de una muestra colectiva más o menos representativa. La perspectiva adoptada aquí es consciente de una cierta “cromofobia” (David Batchelor) y de un menosprecio del color que ha afectado también a la historia del arte tal y como la desarrollan las instituciones en sus colecciones y muestras, lo que explicaría que, a pesar de la creciente importancia del color, no se le hayan dedicado muchas exposiciones o estas no hayan ido más allá de su tratamiento meramente temático.


Manuel Fontán del Junco es director de Museos y Exposiciones de la Fundación Juan March, y María Zozaya Álvarez, jefe de Proyecto Expositivo en esta institución. Ambos han comisariado Lo tienes que ver. La autonomía del color en el arte abstracto.