Al adentrarme en las salas de la Fundación me encontré con un proyecto expositivo que, a pesar de la limitación espacial, se desplegaba con una riqueza visual y conceptual abrumadora. Cada obra parecía dialogar con la siguiente, creando una narrativa cohesiva sobre la evolución y la experimentación del color en el arte moderno y contemporáneo.

La exposición se articula en torno a la idea de que el color, más allá de ser un elemento compositivo, posee autonomía. Esta premisa se refleja en la selección de obras, que abarcan desde pinturas y esculturas hasta instalaciones y piezas audiovisuales. La cita de Umberto Eco -«el color no es un asunto fácil»- resuena a lo largo de la muestra, invitándonos a reflexionar sobre la complejidad y la subjetividad de nuestra percepción cromática.

La obra Memorias imaginadas, de Mitsuo Miura, da la bienvenida a la muestra con una instalación que transforma el espacio expositivo en un paisaje abstracto y estilizado a través de torres creadas con lazos de colores que emulan un bosque sagrado lleno de tonalidades vibrantes.

Uno de los aspectos más fascinantes de la exposición es cómo aborda la naturaleza del color como una construcción cerebral. La idea de que los colores no existen intrínsecamente en los objetos, sino que son interpretaciones de nuestro cerebro ante estímulos lumínicos, se materializa en varias de las obras presentadas. Esta reflexión nos lleva a cuestionar la realidad tal y como la percibimos y a apreciar el papel del arte en desvelar estas sutilezas.

Entre las piezas que más captaron mi atención se encuentra la instalación de Olafur Eliasson Colour Spectrum Kaleidoscope, que invita a interactuar con su entorno de manera lúdica y reflexiva. La obra consiste en un gran caleidoscopio hexagonal, fabricado con espejos dicromáticos de diversos colores y montado sobre un trípode de madera a la altura de los ojos.

Al mirar a través de él, el público observa cómo su entorno y los movimientos de otros visitantes se reflejan en múltiples facetas y tonalidades, creando una experiencia visual dinámica y envolvente. Eliasson, conocido por sus instalaciones que exploran la percepción y la interacción con la luz y el color, utiliza este caleidoscopio para desafiar nuestra manera de ver el mundo, mostrando cómo nuestra percepción puede reorganizarse y reconfigurarse fácilmente.

Por su parte, Carlos Cruz-Diez aporta una dimensión cinética al recorrido. Su intervención, dentro de una habitación en colores pastel, invita a movernos en el espacio para demostrar que el color es dinámico y que nuestra percepción de él puede variar con el movimiento y el tiempo. La obra de Cruz-Diez es un testimonio de cómo el color puede ser independiente de la forma y generar sensaciones de profundidad y sutileza.

Además, la presencia de Yves Klein con sus icónicas obras en azul intenso ofrece un contraste meditativo dentro de la exposición. Klein, conocido por su obsesión con el monocromo, nos sumerge en la pureza y la infinitud del color, despojándolo de cualquier representación figurativa y elevándolo a una experiencia casi espiritual.

La exposición también dedica espacios a las teorías artísticas y científicas del color desarrolladas desde el siglo XVIII. Estos segmentos proporcionan un contexto histórico y académico que enriquece la comprensión de las obras expuestas, mostrando cómo la percepción y el uso del color han evolucionado a lo largo del tiempo.

Lo tienes que ver es una muestra imprescindible para quienes deseen explorar la profundidad y la versatilidad del color en el arte. La Fundación Juan March ha logrado crear un espacio donde la reflexión y la emoción convergen, ofreciendo al visitante una experiencia enriquecedora a través de un intenso viaje cromático. No se la pierda.


– Los comisarios de la exposición son Manuel Fontán del Junco, director de Museos y Exposiciones de la Fundación Juan March, y María Zozaya Álvarez, jefe de Proyecto Expositivo en esta institución. También ha contado con el asesoramiento de los historiadores Paul Smith (University of Warwick), David Batchelor (artista y escritor) y Esther Leslie (Birbeck College).

– Quizá también le interese el artículo Cómo exponer sobre algo que no existe escrito por los comisarios.

Experiencia expansiva

Esta muestra incluye obras de un amplio número de artistas de los siglos XX y XXI para quienes el color es un elemento esencial y estructurador. Pero busca ir más allá: recorre la emancipación del color, que alcanza su completa autonomía más allá de la línea y la forma en el siglo XX.

Los primeros experimentos de Kazimir Malévich son el punto de partida de esta narración, que llega hasta el presente y ofrece una nueva perspectiva sobre el color en la historia del arte.

Esta muestra incluye obras de Olafur Eliasson, Rosa Brun, Yves Klein, Lucio Fontana o Teresa Lanceta. Además de pinturas, esculturas y obras sobre papel, se incluye cine y vídeo de artista e intervenciones in situ, como una instalación de Felipe Pantone, una cromosaturación de Carlos Cruz-Diez o la lluvia y la instalación de pigmento azul de Yves Klein. También cerámicas de Richard Deacon, Polly Apfelbaum o Lubna Chowdhary; diseños textiles de Sheila Hicks o Teresa Lanceta; esculturas de Ugo Rondinone; la fotografía de Wolfgang Tillmans o una película de Derek Jarman.

Un espacio contiguo, a modo de Wunderkammern, se dedica a los primeros teóricos del color de los siglos XVIII y XIX, con obras de Turner, Runge o Goethe. También se muestran pigmentos naturales y sintéticos, minerales, plantas tintóreas o testimonios de la historia del color y sus usos a lo largo de la historia.

La sutil y potente instalación expansiva Coloramas, desarrollada por Santaella Lab y los comisarios, hace referencia en una sala anexa a estos fundamentos físicos del color, para analizar sus múltiples dimensiones culturales: políticas, ideológicas o artísticas.

.