Los miembros del jurado han seleccionado a la ganadora apreciando su «prodigiosa curiosidad intelectual, su imaginación radical y su conciencia sociopolítica, valores que también caracterizaron la obra de Joan Miró».

Concretamente, su declaración destaca la infinidad de referencias culturales a partir de las cuales Malani ha construido «un impresionante conjunto de obras que apelan a los espectadores a través de instalaciones complejas e inmersivas que presentan su visión del maltrecho mundo en el que vivimos. Su interés por la mitología antigua, tanto occidental como hindú, así como por la simbología moderna y la generación de imágenes, le ha permitido desarrollar una combinación iconográfica sumamente personal y cosmopolita que denuncia con audacia la violencia y la injusticia contemporáneas y sus efectos sobre la vida planetaria».

Con la concesión del Premio Joan Miró 2019, además de recibir una dotación económica de 70.000 euros, Nalini Malani protagonizará en 2020 una exposición monográfica en la Fundació Joan Miró de Barcelona producida en colaboración con ”la Caixa”.

El jurado ha estado formado por Iwona Blazwick, directora de la Whitechapel Gallery (Londres); Magnus af Petersens, director del Bonniers Konsthall (Estocolmo); Alfred Pacquement, exdirector del Musée national d’art moderne, Centre Pompidou (París); João Ribas, comisario del pabellón de Portugal en la 58 Bienal de Venecia 2019 (Oporto); Nimfa Bisbe, jefa de las colecciones de arte de la Fundación Bancaria ”la Caixa”, y Marko Daniel, director de la Fundació Joan Miró (Barcelona). Martina Millà ha sido la secretaria del jurado.

Calcuta y Bombay

Nalini Malani nació bajo la dominación británica y creció a caballo entre Calcuta y Bombay, donde su familia tuvo que exiliarse tras la partición de la India. Este trasfondo personal marcado por las consecuencias del colonialismo ha aportado un decidido compromiso sociopolítico y un inconfundible enfoque catártico a su obra, consagrada al recordatorio de la vulnerabilidad de la existencia humana y a la investigación de la subjetividad femenina.

Actualmente vive y trabaja en Bombay, desde donde desarrolla un trabajo artístico multidisciplinario con un idioma singular.

Pionera en su país en los ámbitos del cine, la fotografía, la instalación, el videoarte y la performance, Malani estudió Bellas Artes en la Sir Jamsetjee Jeejeebhoy School of Art de Bombay y cursó dos años en París, de 1970 a 1972, gracias a una beca del Gobierno francés.

En 2010, el San Francisco Art Institute le otorgó un doctorado honorífico en Bellas Artes y en 2013 se convirtió en la primera asiática en recibir el premio Arts & Culture Fukuoka. Entre otras distinciones ha sido reconocida también con el St. Moritz Art Masters Lifetime Achievement Award, en 2014, y el Asia Game Changers Award, en 2016.

Las principales instituciones internacionales que han exhibido su trabajo son, entre otras, el Centre Pompidou, París; Castello di Rivoli – Museo d’Arte Contemporanea, Rivoli; Museum of Modern Art (MoMA), Nueva York; Institute of Contemporary Art (ICA), Boston; Stedelijk Museum, Ámsterdam; Irish Museum of Modern Art, Dublín, y Kiran Nadar Museum of Art, Nueva Delhi.

Nalini Malani, Premio Joan Miró 2019. Foto: David Campos.

Nalini Malani, Premio Joan Miró 2019. Foto: David Campos.

«El arte debe penetrar la gruesa piel que nos hemos creado»

El trabajo de Malani aborda la historia reciente del subcontinente indio y profundiza con audacia en temas urgentes y universales como la violencia, la guerra, el fundamentalismo, la opresión de las mujeres, los efectos de la globalización y la destrucción del medio ambiente.

Su obra se construye como una narrativa que entrelaza las mitologías y las formas estéticas orientales y occidentales, revisando su herencia. Pionera en introducir la cuestión feminista en el arte de su país en los años setenta del siglo pasado, pone un énfasis especial en los arquetipos femeninos a fin de recuperar y amplificar la voz de las mujeres de todos los tiempos.

Partiendo de la práctica pictórica, su arte se ha ido volcando en el espacio y en el tiempo paulatinamente hasta expresarse en instalaciones inmersivas que integran pintura, elementos audiovisuales, artes tradicionales y acción performativa.

A principios de la década de los noventa del siglo pasado, Malani fue una de las primeras artistas de la India en romper con la pintura clásica –y con las élites culturales y económicas– para explorar nuevos medios que le permitiesen dirigirse a un público más amplio y tender, así, el puente entre el arte moderno y el contemporáneo de su país.

Desde entonces, los dibujos murales efímeros, el vídeo y otras formas tradicionales de imagen en movimiento, como las linternas calidoscópicas y los teatros de sombras, se han convertido para ella en vehículos de memoria y emoción. «Las imágenes de mis vídeos y mis teatros de sombras –explica Malani– se forman a partir de rotaciones o revoluciones […] que no repiten las superposiciones. […] La obra de arte se forma ante tus ojos. Se completa en tu presencia y cambia inmediatamente. […] Es como la vida, en ese momento único que no volverá nunca más. Crece y muere ante ti, mientras eres parte de la obra de arte».

A través del carácter efímero de las imágenes, Malani afirma con rotundidad: «Otro aspecto que quiero negar es el valor de mercado del arte para recuperar el valor de la memoria».

En este sentido, sus dibujos a carboncillo realizados directamente en las paredes se borran públicamente, de forma que sus espectadores sientan la fragilidad de todas las imágenes, de la vida misma y, finalmente, su pérdida. En sus propias palabras: «Las obras de arte son hilos de una experiencia fugaz tejida en una trama sutil».