La obra, que recientemente se ha expuesto en Lisboa tras un prolongado depósito en el Congreso de los Diputados, vuelve como pieza clave de la nueva sala, cuya apertura coincide con los actos de España en libertad. 50 años, organizados por el Gobierno para conmemorar el fin de la dictadura.

La Bienal de Venecia de 1976, si bien no contó con participación oficial, abrió sus puertas solo unos meses después de la muerte del dictador Francisco Franco con la presencia de España. Concebida como una exposición que aglutinaba a los principales artistas de la resistencia antifranquista, fue el primer evento internacional en el que nuestro país celebraba el final de la dictadura. Esta contó con algunas de las obras más icónicas de la llamada Transición, de las cuales tres están presentes en la nueva sala de la Colección, en la planta 0 del edificio Nouvel.

Vista de la sala ‘De la dictadura a la democracia: Arte en Transición (1975-1978)’. Museo Reina Sofía.

La muestra se dividió en diferentes secciones, que iban desde la dedicada al Pabellón Español en la Exposición Internacional de París de 1937 y el arte en el exilio, hasta los planteamientos vinculados al arte conceptual, al pop y al realismo social. Construía un nuevo relato de la historia del arte español durante esas cuatro décadas que, de algún modo, ha determinado el que todavía se asume hoy. Un aspecto destacado en las obras de esta sala es el poder que, en el imaginario de la Transición, tuvieron los medios de comunicación.

El espíritu de reconciliación quedó expresado a través de la obra El abrazo de Genovés, si bien éste fue más un anhelo que una realidad, ya que en los años previos al referéndum de 1978 hubo una significativa falta de participación de la sociedad civil en la construcción del nuevo Estado.

El malestar se vio reflejado en las pintadas en la calle, siguiendo el modelo estudiantil de mayo del 68, así como en la denuncia explícita manifestada en algunas de las populares revistas de encuentro y difusión de la contracultura en España, como fue el caso de Ajoblanco. En esta coyuntura, las nuevas generaciones emprendieron un camino paralelo al institucional que profundizaba en la calle como espacio de libertad y disfrute, y cuyo protagonista era el cuerpo.