San Miguel de Lillo, uno de los vestigios más importantes del prerrománico y monarquía asturiana, está levantando una gran preocupación en los foros locales, especialmente en las ediciones digitales de los medios, en las que algunos han llegado a pedir la convocatoria de una manifestación inmediata sobre este asunto.

El hecho es que la fachada norte de la iglesia, situada en pleno Naranco ovetense, está siendo invadida gravemente por la vegetación, que crece sin control a lo alto de su muy prerrománica fachada. Han aparecido numerosos brotes vegetales, uno de los cuales -a unos tres metros de distancia del suelo- está a punto de arraigarse como arbusto, si nadie lo remedia. La mampostería se encuentra preocupantemente cubierta de musgo y las telarañas componen un cuadro cuando menos inquietante.

Y todo debido a las humedades – y por supuesto a la falta de mantenimiento – en esta zona norte del monumento, en la que ya hace cuatro años se realizaron trabajos de drenaje, que a la vista está, resultaron insuficientes