Premio Especial del Jurado en Cannes y Premio del Público en San Sebastián, esta particular visión sobre la obra de uno de los fotógrafos más lúcidos y más comprometidos con las causas menos glamurosas del ya de por sí poco dulce panorama actual es uno de los documentales más brillantes –por llamarle algo, porque es mucho más que un simple documental–, y más necesarios de los últimos años. Y este es un género que ha dado ejemplos magníficos en estos tiempos.

Viaje por la dignidad y su búsqueda. Wenders, con la ayuda de Juliano, hijo y colaborador del fotógrafo protagonista, nos cuenta cómo en el objetivo de una cámara puede concentrarse una porción clarividente de la belleza y el horror de este planeta por el que transitamos.

40 años en el objetivo

Durante más de cuarenta años, Sebastião Salgado ha recorrido el mundo testimoniando algunos de los más grandes, trágicos, decisivos y explícitos momentos y lugares de la historia reciente de la humanidad. Fotografía y verdad de la mano.

“Más que nunca estoy convencido de que solo hay una raza humana. Hay diferencias de color, de etnias, de lenguas, de culturas y de oportunidades, pero los sentimientos y las reacciones de la gente son muy parecidas. La gente huye de las guerras para escapar de la muerte, emigran para mejorar su destino, rehacen sus vidas en tierra extraña, se adaptan a condiciones de vida extremadamente duras. Las reglas del instinto de supervivencia individual se ponen de manifiesto en todas partes. Sin embargo, en tanto que raza, se diría que hemos elegido la autodestrucción”.

Palabra de Salgado que sin atisbo alguno de morbo o truculencia ha hurgado en las heridas del mundo y nos ha dejado imborrables imágenes que ya nos acompañarán siempre. Ya no miramos el genocidio de Ruanda, la guerra de los Balcanes o la devastación de una parte de la Amazonia, por citar solo tres ejemplos, del mismo modo que lo haríamos si el ojo de Salgado no nos hubiera «enseñado a mirar».

En La sal de la tierra el fotógrafo mira sus propias imágenes y emprende un viaje sin retorno hacia lo que ha ido plasmando en su interminable e indisoluble recorrido vital-profesional, porque vida y obra se funden en este creador. De ese destilado somos todos los grandes beneficiarios.

«Reflexión…»

“Mi esperanza es que, en tanto que individuos, grupos, sociedades, nos detengamos a reflexionar sobre la condición humana. Las ideologías dominantes del siglo XX, comunismo y capitalismo, han fracasado estrepitosamente. La globalización se presenta ante nosotros como una realidad, pero no como una solución. Ni siquiera la libertad, si no va acompañada por la responsabilidad, el orden y la toma de conciencia, puede por sí sola ayudarnos a superar nuestros problemas. En su forma más cruda, el individualismo sigue siendo una receta para la catástrofe, tenemos que crear un nuevo clima de coexistencia”.

Salgado mira y recuerda. Observa el esfuerzo sobrehumano de quienes trabajan en las minas de Sierra Pelada, en Brasil. Lo que le hizo llorar en Sarajevo, la deforestación de lo que fue el interminable bosque del Amazonas y cómo, desde la nada, en los últimos años, se ha empeñado en levantar un vergel.

Como cuenta su hijo, tras los reportajes en Ruanda y el Congo, Sebastião Salgado regresó a la hacienda de su familia, en el estado brasileño de Minas Gerais. Lo que había sido una frondosa selva era, ahora, tierra yerma. El periodista y fotógrafo y su mujer, Léila, decidieron reforestar el lugar y recuperar su memoria. Hoy hay millones de árboles floreciendo al aire de aquella «utopía».

“Puede que sea este el punto de donde deba partir nuestra reflexión: de la conciencia de que está en juego nuestra supervivencia. Nosotros poseemos la llave de nuestro futuro, pero para acceder a él debemos primero comprender el presente”.

Estas fotografías, esta película, la obra en conjunto de un grande como Sebastião Salgado nos muestran una parte significativa de este presente. El arte al servicio de la verdad desnuda. No podemos permitirnos pasar de largo.

La sal de la tierraLa sal de la tierra
Dirección: Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado
Guion: Wim Wenders, Juliano Ribeiro Salgado y David Rosier
Fotografía: Hugo Barbier y Juliano Ribeiro Salgado
Música: Laurent Petitgand
Brasil-Francia-Italia / 2014 / 110 minutos