Tonos apagados para una acertada puesta en escena que nos sitúa en el país escandinavo en el reciente 2018. Allí, un inexplicable síndrome afecta a niños y niñas en una sociedad que tiene en la seguridad y el orden una de sus inconfundibles señas de identidad.
Ese equilibrio social lleva a que Sergei (Grigory Dobrygin) y Natalia (Chulpan Khamatova), matrimonio ruso de profesores, hayan llegado con sus dos hijas de ocho y doce años escapando de la represión y amenazas recibidas en su país como consecuencia de la expresa disconformidad de él con el régimen imperante. Desde el primer momento se esfuerzan en aprender el idioma, trabajan duro en labores muy por debajo de su cualificación intelectual y se someten sin rechistar a inspecciones sobre las que habría mucho que decir. Pero las asumen porque son refugiados que esperan obtener el asilo político.
Pero cuando esa solicitud es inexplicablemente rechazada por los organismos oficiales suecos Katia, la hija menor, entra en coma. A partir de ese momento la pantalla se llena de situaciones que lindan con la cerrazón y la falta de comprensión hacia quienes no buscan otra cosa que seguir viviendo o, por decirlo de otro modo, abandonar una vida en pausa.
Tras estudiar en la Universidad de las Artes de Berlín, Alexandros Avranas (Larisa, Grecia, 1977) dirigió cortos, performances y documentales, debutando en el largo con Without, que logró siete premios en el Festival Internacional de Tesalónica. Miss Violence, su siguiente película, fue galardonada con cinco en Venecia, entre ellos el León de Plata al mejor director. Love Me Not, se estrenó en 2017 también con muy buena acogida internacional. Además de su trabajo en cine, Avranas dirige obras de teatro. En 2019, fue designado director artístico del Taller de Escritura de Guion CIAK, en Puglia (Italia).
Tras un intenso período ha logrado sacar adelante Vida en pausa porque, explica el realizador y guionista: “Desde que escuché hablar sobre el Síndrome de Resignación Infantil, me obsesioné con el fenómeno y la necesidad de llevarlo a la pantalla. En 2018, leí un artículo en The New Yorker sobre esta patología. Lo que más me impactó fue descubrir que este síndrome había permanecido en la sombra durante más de veinte años, a pesar de haber afectado a cientos de niños en Suecia desde principios de los 2000. Vi en ello la oportunidad de abordar temas más amplios, como el poder del Estado sobre los individuos y plantear preguntas fundamentales como: ¿Qué tipo de sociedad estamos dejando a nuestros hijos? o ¿qué significa luchar por una vida mejor? Pero, a medida que comencé a escribir, mi objetivo principal fue encontrar la humanidad y el amor dentro de estas cuestiones más grandes, y contar la historia del peso y la responsabilidad de las acciones de cada persona, cuestionando también la estricta burocracia nórdica”.
“El hecho es que, tras conocer la existencia del tema y leer todo lo que encontraba sobre una cuestión que me tenía en shock, conocí a los dos principales especialistas en este síndrome a nivel mundial: la Dra. Elisabeth Hultcrantz, que luchó para que esta condición fuera reconocida por la comunidad científica y política, y el Dr. Karl Sallin, del Instituto Karolinska, designado por el gobierno sueco para investigarlo desde su origen hasta la actualidad. También leí artículos de Arash Javanbakht, médico estadounidense que participó en un importante estudio sobre el tema. Según sus investigaciones, los niños que padecen este síndrome suelen provenir de países donde han sufrido persecución o experiencias traumáticas demasiado intensas para sus mentes jóvenes. Al principio, hubo quienes negaron su existencia, argumentando que las familias manipulaban la situación para obtener el derecho de asilo. Sin embargo, en 2014 fue reconocido oficialmente en Suecia como una patología. Hoy en día, aunque sigue desconcertando a buena parte de la comunidad científica, se comprende mejor su origen y se sabe que es un mecanismo de defensa postraumático, una respuesta ante el miedo a ser devueltos a su país de origen. De hecho, la mayoría de los niños suelen despertar del estado comatoso una vez que sus familias reciben el permiso para quedarse en el país”.
La realidad actual muestra que millones de niños se ven obligados a huir en busca de una vida digna, dejando atrás sus hogares debido a la guerra, la pobreza o la represión política. Pero, ¿cómo pueden los padres brindar protección y estabilidad a sus hijos cuando saben que la realidad es todo menos optimista? Esto es a lo que se enfrentan Sergei y Natalia cuando se les niega el asilo y su hija menor sucumbe al Síndrome de Resignación. Vida en pausa es la historia de su lucha por recuperar la esperanza y la estabilidad, sin importar el coste. Es un relato sobre encontrar luz en medio de la oscuridad.

Vida en pausa
Dirección: Alexandros Avranas
Guion: Stavros Pamballis y A. Avranas
Intérpretes: Chulpan Khamatova, Grigory Dobrygin, Naomi Lamp, Miroslava Pashutina y Eleni Roussinou
Fotografía: Olympia Mytininaiou
Música: Tuomas Kantelinen
Francia, Alemania, Suecia, Estonia, Grecia, Finlandia / 2024 / 99 minutos
Distribución: Lazona Pictures