Cierto es, y vaya en su descargo, que la adaptación del guionista Javier Gullón de la obra del escritor portugués es muy libre, de modo que el resultado en pantalla, aunque se atiene al hilo conductor de Saramago, se permite licencias que hacen que la historia varíe, a ratos significativamente, en relación con lo que el libro relata.

Exactitud turbadora

Va la cosa de identidades, de dobles, de quién es cada cual, de dudas y desconciertos, de suplantación de personalidades… Porque al bueno de Adam, un profesor de historia que vive sin sobresaltos una existencia bastante plana, la cosa se le complica cuando viendo una película descubre a un actor idéntico a él. E idéntico significa idéntico, es decir: rostro, altura, corte exacto de pelo y barba, tono de voz, incluso esa casi imperceptible cicatriz escondida en el pecho.

A raíz de esa turbadora coincidencia su vida se transforma al obsesionarse con la búsqueda y el encuentro con su otro yo, un reto que deparará inesperadas consecuencias no sólo para él sino también para su clon, Anthony, un actor sin demasiado éxito, y para las parejas de ambos, interpretadas en la cinta por Mélanie Laurent y Sarah Gadon.

Intenso rodaje

Denis Villeneuve, que tras algunos intentos fallidos sorprendiera al mundo en 2010 con Incendies, la logradísima adaptación de la obra de teatro homónima de Wadji Mouawad, propone esta vez, y según propia confesión, un a modo de inquietante juego: «Es una película sobre el poder del subconsciente, y, como el libro, está diseñada como un juego», apunta el cineasta de Quebec, «un desafío, que provoca al espectador y juega con sus percepciones. No está contada de forma lineal, es como un puzzle. Una de las cosas que más me gustaban de la obra de Saramago es que, aunque tiene una línea argumental muy sencilla, formalmente es muy compleja y hermosa. Era excitante trasladar eso a la pantalla. Trabajamos con un guion preciso, pero en lo más profundo de cada escena pudimos crear; en los diálogos, por ejemplo, improvisamos continuamente. En los 42 días que duró el rodaje, el plató se convirtió en una explosión de creatividad, de tensión y de amor. Fue muy intenso».

Doble papel

En el logro de esa intensidad juega papel clave Jake Gyllenhaal que sale airoso del envite que supone interpretar a dos personajes en los que las diferencias son tan sutiles que apenas se perciben en un primer vistazo.

Al actor, que ha confesado no haber leído el texto del que la película parte, le viene al pelo esta vez ese gesto de hombre medio pasmado que en otras ocasiones ha lastrado algunos tramos de sus siempre coherentes actuaciones. Gyllenhaal, que repite como protagonista con Villeneuve, con el que también rodó Prisioneros, está más que convincente en su doble papel. Facilitó las cosas, ha afirmado el actor, el que la propuesta le llegase en un momento de su vida en el que estaba intentando encontrar su «propio camino» y, «lo que se aborda en esta historia se acercaban al momento que yo atravesaba; a mi situación».

¿Qué es, en qué consiste la identidad? ¿Qué nos define como personas individuales y únicas? ¿Podemos asumir que nuestra voz, nuestros rasgos, hasta la mínima marca distintiva, se repitan en otra persona? ¿Podríamos intercambiarnos con nuestro doble sin que nuestros seres más próximos se dieran cuenta? y, en definitiva, ¿cómo saber quienes somos realmente?. Perturbadoras preguntas que de la mano de Saramago se desprenden de El hombre duplicado. Cuestiones que Enemy, acaso con una intensidad un punto menor, también deja en el ambiente.

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Enemy
Director: Denis Villeneuve
Intérpretes: Jake Gyllenhaal. Melanie Laurent. Sarah Gadon. Isabella Rossellini. Jane Moffat. Tim Post. Laurie Murdoch.
Guión: Javier Gullón, sobre El hombre duplicado, de José Saramago
Fotografía: Nicolas Bolduc
Coproducción Canadá-España / 2013/ 90 minutos