Con más de dos años de inexplicable retraso aterrizó por fin en España Two lovers, drama romántico donde los haya que expone el conflicto que vive un joven atrapado entre dos mujeres.

Como tantas otras veces, realidad y deseo se entrecruzan con el clásico registro que establece una opción marcada por la transgresión, la incomodidad, los muchos “peros” sobre los que flota pese a todo el barco de la pasión, y una cómoda realidad que, teniendo todo a favor, se hunde bajo el peso de lo anodino; de la ausencia de arrebato.

Sobre la duda

En esa diatriba se mueve nuestro hombre, un joven neoyorkino en el que se adivinan problemas mentales que regresa a su hogar tras un fallido intento de suicidio. Dos mujeres se cruzan en su vida en los días en los que intenta reconstruirla. Una exótica vecina (Gwyneth Paltrow demuestra que, cuando tiene un papel adecuado, lleva dentro una actriz), y la candorosa hija de un socio de sus padres (espléndida en su sencillez Vinessa Shaw, aquella inolvidable prostituta que intentaba seducir a Tom Cruise en Eyes Wide Shut).

Él, el protagonista de esta cinta que tanto tiene del Alfred Hitchcock de Vértigo, aporta el grado de desconcierto y desolación que el personaje requiere. Joaquin Phoenix probablemente logra la mejor interpretación de una carrera llena de altibajos y que, según propia declaración, dio por concluida hace un año cuando anunció su retirada de los platós para centrarse en su labor como cantante de rap. Sin embargo, parece que todo fue una falsa alarma pues se anuncia, dirigido por su cuñado, el documental I´m still here: The last year of Joaquin Phoenix en el que el actor reaparece. El tiempo dirá por donde van los tiros.

Los de Two lovers están muy bien calculados y dan en el blanco de lo que quieren plantear: una reflexión sobre la duda y sobre la lucha entre lo que el cuerpo le pide a uno y lo que uno le exige al cuerpo.

El guionista y director James Gray, autor hasta ahora de los thrillers Cuestión de sangre, La otra cara del crimen y La noche es nuestra, confiesa que en su notable cambio de registro tiene que ver la lectura de Las noches blancas, el relato de Dostoievsky en el que confiesa que inicialmente se inspiró para construir el guión.

Two lovers está llena de aciertos. Desde la visión de la familia como elemento represor y, al tiempo, refugio que no falla, hasta esa elegante perspectiva del amor como renuncia, como dependencia y como reto.

Encrucijadas

Encuadres, banda sonora, ángulos, miradas, silencios, ritmo…todo en Yo soy el amor, desde el plano primero hasta el impactante final, conduce al desasosiego.

En los primeros planos nieva en blanco y negro sobre Milán. Nieva sobre la mansión en la que se celebra la fiesta de cumpleaños de un patriarca industrial que sienta a la mesa a tres generaciones de la familia en la que la mujer de la persona que ahora dirige los destinos de la próspera empresa es la única que parece fuera de sitio. Sonríe, todos parecen atenderla, quererla, respetarla, pero ella está (y se siente) fuera de sitio.

A partir de este arranque se desarrolla la encrucijada de Yo soy el amor, en la que el director Luca Guadagnino y la actriz Tilda Swinton trabajaron durante años. “Queríamos hacer una película que hablara del amor, explica el director italiano, y nos ha salido un film sobre el dolor del mundo porque, en definitiva, todas las cosas giran sobre el dolor”.

Ella, –la oscarizada actriz de papel, una vez más, deslumbrante–, tiene una visión menos cáustica al afirmar que el objetivo de la película es hablar de la familia y sus patrimonios y de la revolución del amor, “porque el amor, puntualiza, es el gran motor del cambio en la vida de los humanos, el gran creador de crisis, el acelerador de metamorfosis”.

La historia de Enma, el personaje de la Swinton, entronca con ilustres enamoradas como Madame Bovary o Anna Karenina, que tuvieron la “desgracia”, ¿o fue la “fortuna”?, de apasionarse por quien no “debían”.

Yo soy el amor se sirve de una potente banda sonora, de encuadres que rozando el artificio nunca caen en él, de una más que cuidada puesta en escena y de unas interpretaciones, muy especialmente la de Tilda Swinton, perfectamente ensambladas. Todo conduce a que lo que acontece en la pantalla provoque en el espectador inquietud y desasosiego.

Monumental melodrama

Así lo exige lo que se cuenta en este monumental melodrama, esta especie de ópera filmada en la que todo se enfoca desde una a ratos imperceptible, pero siempre contundente, óptica de rompe y rasga.

Nunca acabaremos por saber si el peso de la realidad aplasta al deseo o es la futilidad de lo sujeto a las pasiones la que acaba por arrinconar el riesgo, lo misterioso, el exótico reto que en el fondo tiene todo aquello que, sin atenerse a razón alguna, arrebata.

En esa duda simple pero complejísima se debate el ser humano desde que comenzó a sentir sobre la tierra. En esa antiquísima trifulca viven los protagonistas de las dos cintas aludidas: en un caso se impone el deseo; en el otro… compruébenlo ustedes mismos.

Encrucijadas sin desperdicio. No se las pierdan.

Yo soy el amor

Dirección: Luca Guadagnino
Intérpretes: Tilda Swinton. Flavio Parenti. Edoardo Gabriellini. Alba Rohrwacher.
2009. Italia. 120 minutos.

Two Lovers

Dirección: James Gray
Intérpretes: Joaquin Phoenix. Gwyneth Paltrow. Vinessa Shaw. Isabella Rosellini.
2008. EE.UU./Francia. 109 minutos.