Lo difícil es hacerlo por derecho y que parezca fácil. Oler al personaje, sentirlo, intuir qué habría dicho o hecho de verdad en cada situación. Y, acabado el trabajo, aparecer primero en los títulos de crédito. ¿Acaso alguien ha creído que lo han puesto ahí por ser bajito? Pues, no: lo han puesto ahí por haber llegado a ser Alfredo el Grande, independientemente del papel cómico o dramático que le ofrecieran, de la ligereza o profundidad del personaje que le hubiera correspondido en suerte.  ¡Un auténtico crack!

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