Rusia, 1961. Rudolf Nuréyev, para muchos el bailarín de ballet clásico más grande de todos los tiempos, viaja a París como miembro de la prestigiosa Kirov Ballet Company. Aunque el KGB sigue de cerca sus pasos y a pesar del gran peligro que conllevaba entonces la deserción, Nuréyev huirá al tomar una decisión que cambió el curso de su vida para siempre.

La película recrea tres períodos diferentes de la vida del bailarín. Desde su nacimiento y su miserable infancia, pasando por su madurez como estudiante de danza en Leningrado, hasta su llegada a principios de la década de los 60 a París.

La escena clave de El bailarín transcurre el 17 de junio de 1961 en el aeropuerto parisino de Le Bourget, en el momento en que se produce la huida. Juega un papel decisivo la joven chilena Clara Saint (Adèle Exarchopoulos), novia de Vincent Malraux, que había fallecido días antes en un accidente de tráfico y era hijo del escritor André Malraux, por entonces ministro francés de Cultura. Clara fue una de las personas que convenció a Nuréyev de la necesidad de pedir asilo político en Francia ante la amenaza de ser deportado a un campo siberiano.

Biografía

El dos veces nominado al Óscar Ralph Fiennes (La lista de SchindlerHarry Potter) dirige y actúa (interpretando a Puskin) en un largometraje basado en la biografía Rudolf Nureyev: The Life, firmada por Julie Kavanagh y adaptada a la pantalla por el también nominado David Hare (El lector).

En un tono más que convincente, el bailarín profesional Oleg Ivenko debuta como actor dando vida a Nuréyev. Nacido en Ucrania hace 22 años, Ivenko inició su carrera como solista en el Teatro Estatal de Ópera y Ballet de Tatar, en el oeste de Rusia, a 800 kilómetros de Moscú. El reparto lo completan Adèle Exarchopoulos (La vida de Adèle), Louis Hoffman (Dark) y Sergei Polunin (Asesinato en el Orient Express).

Fiel a lo que reflejaba su carácter y realidad, la película deja ver un Nuréyev egocéntrico y emocionalmente inestable: “Se volvió un monstruo del egoísmo”, afirma el guionista.

Por su parte, Ralph Fiennes (Suffolk, Inglaterra, 1962) declara que llevaba años ansiando rodar la historia del bailarín: “Acaso porque nos une la pasión por lo que hacemos. Yo vivo un idilio con mi profesión, y me parece que se me nota, para bien o para mal, aunque tras Coriolanus (2011) y The invisible woman (2013) cada vez es más difícil dirigir para mí y creo que para casi todos. El Brexit va a complicarlo todo y costará reunir financiación para sacar adelante proyectos, con lo que el cine europeo se resentirá. Se anuncian tiempos difíciles”.

El personaje real

Rudolf Jamétovich Nuréyev había nacido el 17 de marzo de 1938 a bordo del tren que trasladaba a su madre a Vladivostok, donde estaba destinado como comisario del ejército su padre. Su infancia, que él recuerda como “muy dura”, transcurrió en un pequeño pueblo próximo a Ufá, en la república soviética de Bashkordostán.

En la escuela pronto destacó como intérprete de danzas folclóricas, aunque la Segunda Guerra Mundial demoró sus estudios de ballet hasta 1955, cuando pudo ingresar en la Academia Vagánova, dependiente del Ballet Kirov de Leningrado, en donde se toparía con el maestro Alexander Pushkin, que vio en su discípulo al bailarín con más talento que la escuela hubiera conocido a lo largo de su historia.

En apenas dos años, Nuréyev ya era uno de los intérpretes más conocidos, en un país donde el ballet era venerado y donde se convertía a los bailarines en héroes nacionales. Poco después ya gozaba del privilegio excepcional de poder viajar fuera de la Unión Soviética, como cuando bailó en Viena en el Festival Internacional de la Juventud. No mucho después, debido a su conducta desafiante, se le prohibió viajar al extranjero, limitando sus actuaciones a giras por las provincias del interior del país.

Pero en 1961 su vida cambió. El bailarín principal del Kírov, Konstantín Serguéyev, se lesionó de gravedad y Nuréyev fue elegido para sustituirlo en una gira que tenía París como destino. Allí, su actuación impresionó al público y a la crítica pese a lo que comprendió que probablemente no se le volvería a permitir viajar fuera de la Unión Soviética. En unas horas dramáticas en el aeropuerto de París-Le Bourget, el 17 de junio de dicho año decidió desertar. Sólo una semana más tarde ya había sido contratado por el Grand Ballet du Marquis de Cuevas para un papel protagonista en La bella durmiente.

Posteriormente, en una gira por Dinamarca conoció a Erik Bruhn, un bailarín diez años mayor que él que se convertiría en su amante, su mejor amigo y su protector. La relación fue tormentosa debido al carácter complejo y a la conocida promiscuidad sexual de Nuréyev, pese a lo que la pareja se mantuvo unida a lo largo de muchos años.

Por entonces, Nuréyev conoció a Margot Fonteyn, la principal bailarina británica de su época, con la que tuvo una fuerte relación profesional y amistosa. Ella lo introdujo en el Royal Ballet de Londres, que se convertiría en una base de operaciones durante el resto de su carrera artística.

El cine

Curiosa e intensa fue la relación de Nuréyev con el cine. A partir de su éxito fue requerido por distintos realizadores y en 1962 debutó en una versión de Las Sílfides. A lo largo de la década de los 70 participó en varios largometrajes y viajó por Estados Unidos en una reposición del musical de Broadway El rey y yo. En 1972 participó en una gira por Australia con una producción de Don Quijote y en 1976 representó a Rodolfo Valentino en la película dirigida por Ken Russell. En 1983 fue nombrado director del Ballet de la Ópera de París donde también continuó bailando

Cuando en los primeros años 80 el sida irrumpió en Francia, Nuréyev ignoró la gravedad de una enfermedad que contrajo por entonces y que siempre negó padecer. Cuando, alrededor de 1990, su deterioro físico era evidente, lo achacó a otros problemas de salud y se negó a aceptar los tratamientos entonces disponibles. Pero, a pesar del manifiesto avance de su enfermedad, siguió trabajando de forma incansable y produciendo algunas de las coreografías más revolucionarias no sólo de aquella, sino de todas las épocas.

El talento de Nuréyev hizo que fuera perdonado muchas veces, pero la fama no mejoró su temperamento. Quienes lo conocieron lo definen como notablemente impulsivo, temperamental, poco fiable y muy poco amable con las personas con las que trabajaba. Entre sus amigos frecuentó a personajes como Andy Warhol,  Jacqueline Kennedy, Mick Jagger o Freddie Mercury.

Finalmente debió aceptar el hecho de que se estaba muriendo. Ganó la admiración de muchos de sus detractores por su coraje durante este período. En su última aparición pública, en 1992, en el Palacio Garnier de París, Nuréyev recibió una emocionante ovación del público y de manos del ministro francés de Cultura, la distinción como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras.

Murió unos meses más tarde, el 6 de enero de 1993. Tenía 54 años. Está enterrado en el cementerio parisino de Sainte Geneviève des Bois.

El bailarín (The White Crow)

Dirección: Ralph Fiennes

Guion: David Hare sobre la biografía de Julie Kavanagh

Intérpretes: Oleg Ivenko, Ralph Fiennes, Louis Hofmann, Adèle Exarchopoulos, Sergei Polunin, Olivier Rabourdin, Raphaël Personnaz, Chulpan Khamatova, Zach Avery, Mar Sodupe, Calypso Valois, Aleksey Morozov, Nebojsa Dugalic, Igor Filipovic, Yves Heck, Jovo Maksic, Anastasiya Meskova

Fotografía: Mike Eley

Música: Ilan Eshkeri

Reino Unido, Francia / 2018 / 127 minutos