Las noticias tecnológicas que leo, escucho y observo relacionadas con el ámbito de la IA me confirman que deberíamos revisar la categorización de esta película y dejarla simplemente en «romántica». El futuro que dibuja es ya un presente real y, en breve, esta trama perderá ese aire futurista que también suele dibujarse en los capítulos de Black Mirror.

Cuando desde el sector tecnológico estábamos mirando a la evolución del metaverso –ese escenario digital alternativo donde podremos ser lo que queramos y en el que podremos transaccionar con, por ejemplo, el arte de una forma mucha más abstracta a la que estamos acostumbrados– llegó una herramienta conocida como ChatGPT que ha permitido experimentar en directo el alcance y las potenciales aplicaciones de la IA.

Si antes considerábamos que películas como Real player one o Los sustitutos representaban bien el futuro por venir, ahora llega esta herramienta, nos sacude y despierta, para ver que el futuro ya está aquí y que no es, al menos no exclusivamente, el metaverso.

El cambio que está generando este tipo de plataformas artificiales es enorme; con la salida de ChatGPT y su integración con los productos de uno de sus mayores valedores, Microsoft, el resto de las grandes tecnológicas –Google, Meta, Amazon…– han acelerado sus inversiones en este tipo de tecnología.

El buscador de Google es de hecho uno de los más damnificados por la irrupción de ChatGPT. Seamos sinceros: ¿quién quiere repasar una decena de enlaces de resultados a una consulta cuando una IA nos puede proporcionar todo lo que necesitamos de una sola vez como si de un whatsapp de un amigo o consultor se tratara?

Sin embargo, la IA no sólo está para dar respuestas a nuestros problemas o dudas. También se está integrando en herramientas para hacernos resúmenes de reuniones, gestionar nuestra agenda o proponernos respuestas a correos en el tono más apropiado.

Esta es una de las maneras en las que Microsoft y Google pretenden integrar esta tecnología en sus productos. Hay expertos que sostienen que muchos intercambios de correos o mensajes se harán directamente de inteligencia artificial a inteligencia artificial. Así, la IA de Antonio propondrá enviar un mensaje a María para recordarle que tiene que ir a una reunión; la IA en el dispositivo de María le responderá automáticamente con algo como “gracias por el recordatorio, nos vemos allí” y le dirá a María que tiene una reunión. La conversación será entre inteligencias artificiales; ni Antonio ni María habrán tomado decisión alguna. Quizá nos toca volver a ver Her

Además de en el día a día, la IA es un recurso tremendamente útil para conocer mejor nuestra historia literaria o para ayudarnos en el ámbito de la biomedicina, por poner un par de ejemplos. AlphaFold, la IA de Google que aborda la predicción de la estructura de proteínas, consiguió en 2022 un avance significativo en la resolución de este problema que los científicos llevaban décadas estudiando. Este avance permitirá a los investigadores abordar experimentos más complejos a un coste menor.

Otro ejemplo: Transkribus es el nombre de la IA que ha permitido asignar autor a una obra huérfana, La francesa Laura, ahora atribuida a Lope de Vega.

No nos son ajenos los diferentes usos que se han venido haciendo de la IA en el ámbito de la cultura. Recientemente, Boris Eldagsen, flamante ganador de un Sony World Photography Award, rechazó el premio al tiempo que anunciaba que su imagen la había creado con la ayuda de IA (¡y nadie se había dado cuenta!). También hemos sabido, en el mundo de la música, que la IA ya se está utilizando para generar nuevas canciones con la voz de artistas famosos, lo que genera enormes dudas sobre su autoría y sus derechos de autor.

Boris Eldagsen. 'PSEUDOMNESIA | THE ELECTRICIAN'.
Boris Eldagsen. ‘PSEUDOMNESIA | THE ELECTRICIAN’.

Swizec Teller, un ingeniero que escribe sobre tecnología, resumía recientemente en un artículo científico las ocho razones por las que la comunidad científica está tan entusiasmada con la IA. Tranquilos, no voy a repasar aquí las ocho (si les interesa profundizar aquí tienen el enlace). Me quedo con las que llaman especialmente mi atención. 

En primer lugar, la IA analiza mucha, muchísima información. Esto en sí mismo puede no resultar llamativo, pero da contexto a otros aspectos. En segundo lugar, es complicado reconducir a una IA; se ha visto que puede mentir y no por error, sino para complacer la visión del interlocutor y poder reforzar conceptos erróneos comunes cuando piensa que el usuario es poco inteligente. Tres: nadie sabe realmente cómo funcionan “las tripas” de una inteligencia artificial. Quizá sean estas tres consideraciones, más algunas otras, las que han llevado a Geoffrey Hinton –uno de los pioneros del desarrollo de este tipo de sistemas– a renegar de su invento, como Oppenheimer hizo con su bomba atómica.

El sector tecnológico y el no tan tecnológico están como un niño estrenando juguete. Utilizando la IA allí donde puede, valorando hasta dónde será útil y poniéndola al límite para ver en qué momento deja de ser eficiente y pasa a ser un problema.

Y es que la IA no deja de ser una herramienta que en sí misma no debería ser peligrosa; todo depende de cómo se utilice. Igual que hace unos años vivíamos –y aún vivimos– esa dicotomía entre lo analógico y lo digital no me extrañaría que en unos años hablemos de lo humano y lo artificial con la misma confusión. Aunque a lo mejor terminamos como en la película Her, en la que… NO. TIENEN QUE VERLA