Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia se estructura a través de 39 escenas diferentes, 39 situaciones más o menos complejas que podrían ser vistas de forma independiente. «Mi objetivo es que cada una de ellas aporte una experiencia artística y reflexiva distinta».

La Trilogía Viva

Con esta entrega se cierra el ciclo, iniciado hace quince años, La Trilogía Viva (Canciones del segundo piso y Vosotros los vivos fueron las precedentes) a través del que Anderson, como en su día explicó en Venecia, intenta que cada espectador examine su propia existencia preguntándose: «¿Qué hacemos y a dónde vamos?».

No se anda por las ramas el sueco -ésta en la que se posa la paloma tampoco parece un asidero muy firme- al plantear que la trilogía muestra a la raza humana dirigiéndose hacia el apocalipsis, «pero el desenlace -y ahí el director ofrece un respiro- está en nuestras manos».

Pareja sorprendente

Sam y Jonathan, los dos vendedores de artículos de fiesta protagonistas, amigos en permanente conflicto personal, forman una pareja sorprendente. Viven en un albergue que recuerda a una institución social. El negocio no va bien y chocan sin cesar. Sam, convencido de ser el cerebro de la organización, trata a su compañero con una mezcla de paternalismo y falta de consideración. Jonathan, lento y flemático, es un hombre sensible y frágil que encara como puede los envites de la vida cotidiana.

De su mano, de la de Sam y Jonathan, peculiares testigos de las experiencias de los que habitan en su entorno, el espectador emprende un recorrido caleidoscópico del ser humano y de su capacidad de abordar el destino.

Encuentros con la muerte

Inquietante en todas y cada una de sus escenas, Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia va de más a menos. La brillantez de los quince primeros minutos eclipsa en parte el resto. En ellos asistimos, mezclando drama, surrealismo y humor, a tres encuentros con la muerte.

En el primero, un hombre fallece de un infarto debido a un intento demasiado enérgico por abrir una botella de vino mientras su mujer sigue preparando la cena en la cocina. En el segundo una anciana a punto de morir en un hospital agarra desesperadamente su bolso lleno de joyas y dinero mientras sus dos hijos intentan arrancárselo: “No puedes llevarte esto al cielo, mamá, allí te darán joyas nuevas…”.

En el tercero, un pasajero muere en la cafetería de un ferry tras haber pagado su bandeja de comida. La cajera pregunta: “¿Alguien quiere esto? Es gratis”. Otro de los viajeros sale al paso para sugerir: «Me quedo con la cerveza».

Influencias pictóricas

Desde esos mimbres teje Andersson una película en la que opresores y oprimidos conviven en un escenario en el que la puesta en escena juega papel clave. Cada fotograma es un cuadro. El director confiesa haberse sentido muy influenciado por la pintura: «Pesan en mí Otto Dix y Georg Scholz, los dos artistas alemanes cuya innovación se inspiró en sus experiencias en la I Guerra Mundial. Me siento muy próximo a su visión de un mundo asolado por la guerra. Brueghel el Viejo es otra inspiración».

(En 2009, a través de una exposición monográfica, el MoMA proyectó el conjunto de la obra de Andersson para el cine y para la publicidad.)

Y en la factoría del sueco los mensajes, más o menos encubiertos, afloran: «Odio la humillación, ver cómo se humilla a otros o que me humillen a mí. En cierto modo, mi cine trata de la humillación. Procedo de la clase obrera y he visto a familiares humillarse ante sus superiores o sentir un respeto exagerado hacia la autoridad, lo que les impide hablar y defenderse, y acaban sintiéndose culpables. Lo he visto toda mi vida y he decidido luchar contra esto».

Como concluye el propio director: «A la hora de plasmar esas ideas en La paloma…  he intentado crear una tensión entre lo banal y lo esencial, lo cómico y lo trágico, pero incluso las escenas más trágicas contienen energía y humor. La película me parece cómica de principio a fin, emotiva e inspiradora. Pero, de vez en cuando, el público catará el terror. La gama entre el humor y el horror es muy amplia».

Se ha comparado la obra de Andersson con el cine de Bergman, de Buñuel, de Jacques Tati o de Fellini. La pura y desconcertante metáfora que constituye Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia tiene algo de cada uno de ellos.

cartel

 

Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia
Dirección y guion: Roy Andersson
Intérpretes: Holger Andersson, Nils Westblon, Charlotta Larsson, Viktor Gyllenberg y Lotti Törnros.
Fotografía: Itsván Borbás y Gergely Pálos
Suecia. Noruega. Francia. Alemania
2014/100 minutos
Golem Distribución S. L.