Con dos meses de retraso sobre el habitual febrero, se celebró una ceremonia de entrega diseñada por Steven Soderbergh que tuvo lugar en dos escenarios: el tradicional Dolby Theatre y la Union Station, la principal estación de tren de Los Ángeles.

Un tanto desvaída, la esperada cita con la mítica alfombra no fue tan roja como en otras ocasiones y como era de esperar, besos y abrazos se quedaron en simples amagos. Lo que no varió sobre ediciones pasadas fue la duración de un acto que consumió tres horas largas y que se abrió con la intervención de la actriz y directora Regina King que, “como madre de un hijo negro”, se congratuló del fallo del juicio por el asesinato de George Floyd que ha tenido en vilo al país, y entregó el primer “dorado” de la noche, el correspondiente al mejor guion, a la debutante Emerald Fennell por Una joven prometedora.

Irían después cayendo, uno tras otra, las estatuillas de las diferentes categorías. Una de ellas se fue a las manos cántabras del maquillador Sergio López-Rivera, que se convierte, por su trabajo en el filme La madre del Blues, en el segundo español en ganar el Oscar en la categoría de mejor maquillaje y peluquería, tras haberlo logrado en el año 2006 David Martí y Montse Ribé por El laberinto del fauno.

Como estaba escrito, McDormand ganó el correspondiente a mejor actriz, -ya lleva tres-, por su impecable recreación de una nómada atosigada por la crisis que llena la pantalla de Nomadland, el largometraje triunfador dirigido por la realizadora de origen chino Chloé Zhao, que logró también la estatuilla a la mejor dirección, lo que la convierte en la primera mujer no estadounidense en ganar uno de los premios más codiciados.

La actriz Yuh Jung Youn, por su interpretación en Minari, ganó el premio a mejor actriz de reparto entregado por el actor Brad Pitt. «Señor Pitt, encantada de conocerle por fin. Siempre tuve ese deseo”, comentó entre risas la veterana surcoreana que dirigió palabras de admiración a otra de las nominadas en esta categoría, Glenn Close, que a pesar de haberse quedado por octava vez a las puertas del Oscar, se lo tomó con humor y a sus 74 años se animó a bailar al ritmo de Da Butt, canción de la banda sonora de Experience Unlimited.

Otro de los momentos de la gala lo protagonizó Marlee Matlin, la actriz sordomuda ganadora del óscar en 1986 por Hijos de un dios menor, al entregar tres de las estatuillas en lenguaje de signos.  

Y la emoción se apodera de la sala cuando rinde homenaje a los actores, directores, guionistas y técnicos del sector fallecidos. Entre los que dijeron adiós en el último año, Sean Connery, Alan Parker, Olivia de Havilland y el nominado Chadwick Boseman. Emoción también en la entrega del galardón a la mejor película internacional a Otra ronda, la película danesa dirigida por Thomas Vinterberg, que al recogerlo recordó: “Cuando llevábamos cuatro días de rodaje sucedió lo imposible. Un accidente en una autopista se llevó a mi hija. Por alguien que iba mirando el móvil. Ella estaba entusiasmada con el guion e iba a participar como actriz. Hice esta película para ella”.

Acaso la sorpresa mayor de la gala se produjo en la entrega final, cuando Joaquin Phoenix informó que el oscarizado como mejor actor principal era el galés Anthony Hopkins. Nadie se atreve a cuestionar su extraordinaria interpretación, a los 84 años, en El Padre, pero todo llevaba a pensar que ese óscar sería, a título póstumo, para Chadwick Boseman, el protagonista de La madre del blues, recientemente fallecido.

Y así, con una especie de nostalgia por brillos pasados y el común deseo de que la vida, también la cinematográfica, vuelva a su cauce, se cerró una ceremonia en la que, salvo la de última hora mencionada, hubo muy pocas sorpresas.

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