Filmada en uno de los asentamientos humanos más remotos del planeta, la producción, que exigió que los intervinientes caminasen durante ocho días entre montañas, única forma de alcanzar los escenarios del rodaje, tuvo que depender en todo momento de baterías solares. Protagonizada por Sherab Dorji, la mayoría de los actores son pastores locales que no sólo no se habían colocado nunca delante de una cámara sino que no han visto el mundo más allá de su aldea.

La acción nos acerca a la figura de un joven que acaba de concluir sus estudios de maestro en Timbu, la capital de Bután. En las primeras escenas vemos como forma parte de un urbanita grupo que sale de copas, asiste a conciertos de rock  y se sirve de las redes sociales para relacionarse. Pronto se descubre que ese joven sueña con emigrar en un próximo futuro a Australia para convertirse en cantante.

Pero mientras espera a concretar su sueño es destinado por las autoridades educativas de su país a una escuela en Lunana, cuya traducción del butanés sería Valle Oscuro, una aldea del Himalaya en la frontera con el Tíbet situada a 3.500 metros de altura.

A ese remoto lugar, sin electricidad ni carreteras, al que sólo se puede acceder tras una caminata de ocho días monte a través, llega el joven maestro para descubrir que allí apenas viven sesenta personas y la escuela es una especie de cuadra que no tiene ni pizarra, ni pupitres,  ni…

Pero tras el impacto inicial se irá forjando un fuerte vínculo con los niños. Unos lazos que también incluirán a los adultos del lugar. Lo que en principio parecía una pesadilla se irá tornando, gracias a la humanidad de aquellas personas, en algo parecido a la felicidad.

Como apunta el escritor y fotógrafo Pawo Choyning, que debuta como realizador con Lunana, “en este viaje el protagonista se da cuenta de que eso que buscamos desesperadamente en el mundo material en realidad puede estar en nuestro interior pues la felicidad no es un destino, sino una travesía… Los temas que he querido tratar son la búsqueda de la felicidad y el sentido de pertenencia pues, al margen de la cultura o el origen de cada cual, son temas universales. Queríamos mostrar que incluso en el lugar tan remoto y peculiar en el que la historia se desarrolla, los sueños y esperanzas que nos conectan como seres humanos son los mismos”.   

La película, que tuvo su estreno mundial en el Festival de Londres y ganó el premio del público en el Palm Springs Film Festival, logró la nominación al Óscar 23 años después de que lo hiciese La copa, de Khyentse Norbu, el primer largometraje butanés en alcanzar esa distinción.

Lunana, un yak en la escuela

Dirección y guion: Pawo Choyning Dorji

Intérpretes: Sherab Dorji, Pem Zam, Ugyen Norbu, Kelden Lhamo

Fotografía: Jigme Tenzing

Música: Yi Chen Chiang, Duu-Chih Tu

Bután / 2019 / 109 minutos

A Contracorriente Films