La muestra incluye cinco dibujos preliminares y preparatorios, y seis pruebas de estado que culminan en la estampa definitiva, un tributo a Picasso a través de la reinterpretación que éste hizo de la obra maestra de Velázquez.

Pero Hamilton se siente, sobre todo, feliz. «Ni qué decir tiene que exponer en el Prado es una experiencia extraordinaria. Lo que más me emociona de esto es lo que dirían mis amigos, pero como ya tengo 88 años desgraciadamente me quedan muy pocos. Nunca pude imaginar que alguna vez mis obras estarían colgadas junto a las de Goya o Velázquez. Es algo que todavía no me entra en la cabeza».

«A Richard Hamilton no le interesan las etiquetas. De hecho, considera más apropiado que se le considere el ‘abuelo del Pop Art’ que el padre del movimiento»

En concreto, sus obras se muestran en el mismo museo que Las Meninas de Velázquez, obra que inspiró la serie que ahora se muestra en el Prado. «Cuando hace ya muchos años vi ese cuadro por primera vez -recuerda un lúcido Hamilton- me sentí inmediatamente acogido por él. Fue una gran experiencia que nunca he podido olvidar y que me sigue acompañando. Cada vez que lo vuelvo a ver, la experiencia es aún más ilusionante. Siempre siento algo nuevo. Es impresionante. Nunca había visto un cuadro igual y nunca he vuelto a sentir lo mismo con otra obra». 

Para el artista de origen británico, «lo que es verdaderamente apasionante es el concepto en sí de la obra de Velázquez. No puedo distinguir ni valorar una cosa por encima de la otra. Como artista, me gusta mucho que esté ahí el propio Velázquez en el momento de mirarse al espejo cuando se está retratando. También me gusta la delicadeza del niño Nicolasito a la derecha sobre el mastín, que yo lo he interpretado como el periodo rosa de Picasso, porque tiene características parecidas, pero en realidad es muy difícil valorar una figura sobre otra. Es lo mismo que cuando me preguntan cuál es el menú del Bulli que más me gusta. No puedo distinguir entre uno y otro. Todos me encantan».

A la hora de realizar su serie Homenaje a Picasso, y pese a que tenía mucha experiencia en la técnica del aguafuerte, Hamilton eligió al grabador con el que había trabajado el malagueño en los últimos 20 años de su vida. «Para mí, Picasso fue el mejor grabador al aguafuerte del siglo XX y yo quería trabajar con su grabador. Mi experiencia con Crommelinck fue impresionante porque era la perfección absoluta: el conocimiento de los materiales, la sala que tenía, la climatización… todo era la perfección y yo precisamente quería eso para esta obra». La realización de esa carpeta le llevó seis semanas, aunque no seguidas. «Pude volver a Londres, pensar lo que había hecho. Decidir los siguientes pasos para poder ir calibrando y estudiando todo el proceso».

«A la hora de poner algo en el pecho de Picasso se me ocurrió poner la hoz y el martillo por su filiación comunista. Nunca me pareció que fuera totalmente comunista pero desde luego sí actuó como un artista comunista»

La obra de Hamilton, de pequeño formato (75 x 57 cm) y propiedad de la Tate Gallery de Londres, reproduce en clave picasiana el famoso cuadro de Velázquez (1599-1660), sustituyendo su autorretrato por la efigie del propio Pablo Picasso (1881-1973), quien, a diferencia del original, no viste el oscuro hábito de caballero de Santiago y luce en el pecho, en lugar de una cruz roja, una hoz y un martillo. Una decisión que explica de la siguiente forma: «En la obra de Velázquez es muy relevante la cruz de Santiago, de la que se siente muy orgulloso. A la hora de poner algo en el pecho de Picasso se me ocurrió poner la hoz y el martillo por su filiación comunista. En realidad, nunca me pareció que él fuera totalmente comunista pero desde luego sí actuó como un artista comunista».

Esta exposición coincide en el Prado con la visita, como obra invitada, de Las hijas de Edward Darley Boit de Sargent, otra interpretación de Las Meninas de Velázquez. Hamilton no conocía esta coincidencia, que en cualquier caso le parece muy interesante: «Lo que para mí tiene mayor interés es que la obra de Sargent está realizada después de la invención de la fotografía y de una forma consciente o inconsciente el artista la ha incorporado en el cuadro. En la fotografía hay un punto donde se encuentra el foco y el resto se desenfoca según la distancia. En la obra de Sargent ocurre lo mismo: hay un foco en su cuadro que es el centro de la composición y el resto está desenfocado. Esto es enormemente revelador. Sargent está incorporando a su obra el conocimiento que da la fotografía».

«Exponer en el Prado es algo que todavía no me entra en la cabeza. Nunca pude imaginar que alguna vez mis obras estarían colgadas junto a las de Goya o Velázquez»

A Richard Hamilton no le interesan las etiquetas y, de hecho, considera más apropiado que se le considere el «abuelo del pop art» que el padre del movimiento. Así lo explica, no sin cierta sorna: «Cuando a principios de los años 50 se empezó a usar este nombre no se referían a lo mismo que ahora, se referían a Elvis Presley. Se comenzó a utilizar ese término para diferenciar el arte popular del arte folclórico o del pueblo. En 1957 empecé a hacer un cuadro que se titulaba Homenaje a Chrysler Corporation, por aquel entonces todo el arte era abstracto pero a mí me interesaba hacer otra cosa: introducir los objetos normales dentro de una obra. En esto estuve trabajando varios años intentando también encontrar una teoría estética al respecto. En los años 60 me invitaron a participar en una exposición de Pop Art con muchos jóvenes artistas, sobre todo estudiantes, gente como David Hockney, y yo debía tener ya en torno a cuarenta años pero me sentí muy orgulloso de poder exponer con ellos y aprender de su juventud. Por eso, más que el término de padre del Pop Art creo más adecuado el de abuelo».