hoyesarte.com entrevista a este autor que será recordado siempre, además de por haber realizado algunos de los logotipos más reconocibles del ideario colectivo español –como el de la ONCE, Anaya, Paradores, RENFE (Cercanías), MAPFRE, Junta de Andalucía, Biblioteca Nacional, Teatro de la Zarzuela o Casa de América–, por su sensibilidad, sencillez y cercanía. 

En los últimos meses ha realizado una exposición en la catedral de Burgos, la escenografía de una ópera en el teatro del Canal, la muestra que se ha exhibido en Vietnam viajará dentro de poco a Sanghai y, además, el Reina Sofía ha contado con dos de sus obras para su nueva colección permanente, presentada la semana pasada. ¿Cómo es posible?

A veces yo también me lo pregunto, pero lo único cierto es que soy muy trabajador. El secreto es trabajar y trabajar y dedicarle muchas horas a todo. Te acostumbras a trabajar constantemente, tu cabeza no para, estás leyendo el periódico el domingo y a la vez estás en otras cosas, estás funcionando, y de golpe algo en tu cabeza hace “clac”, te encuentras con lo que estabas buscando, y vuelta al trabajo. No te sientas a escribir, luego te pones a pintar y en otro momento te dedicas a hacer cosas del día a día, sino que todo el rato estás funcionado, continuamente… 

Parece que el arte actual se ha olvidado del público, de las personas de la calle, y que está más enfocado al mercado, pero, sin embargo, su obra Plaza Mayor, que se ha podido ver en el Conde Duque este año, pone el arte en contacto con la gente…

Sí, es un asunto en el que hay que trabajar durante los próximos años. En el siglo XX se produce un fenómeno esencial: las vanguardias. Han supuesto una reflexión muy interesante acerca de a qué estábamos llamando historia del arte, pero a la vez se trata de un elemento que ha distorsionado mucho la relación con el espectador, al que se ha ignorado e incluso maltratado. Tenemos que rescatar como sea ese contacto, ese diálogo de la obra con el espectador, el arte no tiene más sentido que el de tratar de dar otra dimensión a nuestra relación con la vida y con lo que nos rodea.

Pero los artistas y filósofos que han tratando este tema sacan conclusiones muy distintas en sus escritos, ¿a qué cree que se debe?

Porque es inefable. El arte no tiene explicación. Lo que sí tiene son referencias y cada uno puede darte sus referencias. Eso es lo que resulta interesante. Los estudiantes de arte deberían ir más a los escritos de los artistas porque ahí hay vida y vivencia, los diarios de Klee, Miguel Ángel… Frente a la historiografía, que usa ese punto académico, el arte es una respuesta a lo inefable, a lo que no sabemos, y a su vez damos una respuesta que no sabemos tampoco cuál es. Yo sé que la pintura que empiezo supone una pelea perdida de antemano. Si el objetivo es el éxito o encontrar algo, es la búsqueda lo que importa y el número de respuestas que te encuentras cuando buscas. Lo que es esperanzador es darnos cuenta de que seguimos necesitándolo, al final da igual que sean instalaciones, esculturas… pero necesitamos ir a un museo, ver una película, ir a un concierto…

 

«He descubierto que realmente es el ocio lo que permite la creación artística. Hay personas que no tienen que ganarse la vida y eso les permite crear, es el ocio creador» 

 

¿Qué entiende por experiencia artística? 

Bueno, al hablar de la experiencia artística te darás cuenta de que voy a hablar de mi experiencia, que es muy distinta de la de otros artistas. Pero lo interesante es que en estos momentos lo que importa es la experiencia artística y la experiencia del hecho de la creación; se trata de un ecosistema en el que estamos todos, los creadores y los espectadores, que considero fundamentales. Sé cuándo una escultura o una pintura está terminada porque ha tenido las miradas suficientes, en el estudio sé que están todavía incompletas. Noto que se van nutriendo, es como un acumulador, se van llenando.

Está viviendo un buen momento, con mucho trabajo y muchas exposiciones. Cuando vuelve a mirar esas obras, ¿tiene más reencuentros o desencuentros?

Estoy disfrutando mucho. Es verdad que las antológicas y las retrospectivas pueden ser un fiasco o un reencuentro. Suele haber más reencuentros. Sí, la doble cara con la que me he manejado, el diseño y la creación plástica, me ha ayudado mucho. Desde pequeño siempre me he preguntado, ¿de qué viven los creadores? Como me ha costado tanto hacer estas cosas y a la vez ganarme la vida, he descubierto que realmente es el ocio lo que permite la creación artística, hay personas que no tienen que ganarse la vida y eso les permite crear. Es el ocio creador, esto viene del mundo griego, estaban los esclavos y el resto, ahora ésto se cumple bastante. Como yo no tengo rentas, o esa tía que tienen los ingleses que les pasa un dinero al mes para que se dediquen a crear (bromea), el diseño ha sido para mí el modo. Esto me ha sido muy útil, en el sentido de que no he necesitado vender para vivir, he hecho siempre lo que yo quería, a diferencia de colegas que hasta se han visto atrapados por su propio éxito y han tenido que repetir siempre un mismo modelo. Eso no me ha pasado y por eso mis reencuentros son felices.

Sus textos y su obra evidencian muchas horas de trabajo y estudio. ¿Siente que se está subestimando el valor de la cultura?

Sí y sobre todo el placer de aprender. Me sucede con el diseño, cuando doy charlas en los institutos insisto mucho en una cosa, les digo a los chicos que el diseño es una profesión que recomiendo muchísimo porque estás continuamente aprendiendo y todo el rato te enfrentas a retos; eso es impagable, es lo que te hace estar vivo. Pero, efectivamente, nos encontramos en un momento en el que ésto no es muy popular.

Habla del diseño como arte…

Ahí tengo un problema pedagógico, en el sentido de que para mí diseño y arte son efectivamente dos caras de una misma moneda. Una nutre a la otra. El diseño es encargo y el arte es voluntad, compulsión. El diseño es trabajar con limitaciones y oportunidades y el arte es trabajar con las oportunidades que eres capaz de darte a ti mismo. Uno me da principios de realidad y el otro me hace soñar. Lo que pasa es que, por problemas de enseñanza y aprendizaje, es un mensaje que me parece peligroso para los jóvenes, porque la tentación de ser artista es muy fuerte, puedes dejar de ser riguroso como diseñador, no aceptar el encargo creyendo que el cliente va a estropear tus ideas maravillosas… Por eso me manejo con tiento, no es bueno confundir una cosa con otra. Veo que hoy hay una gran parte de la creación contemporánea que usa técnicas y estrategias del diseño gráfico. Y, al mismo tiempo, se empieza a dar una confusión peligrosa en el diseño, en el que ves estrategias y comportamientos artísticos. 

A pesar de haber desarrollado muchas facetas distintas como diseñador, pintor, escultor o editor, siempre será recordado por sus logotipos. Muchos de ellos han sido parte de la vida de muchas personas, como el de Anaya, Cercanías, ONCE, Junta de Andalucía… 

Esa es una satisfacción enorme. Con Anaya me pasa mucho, hay personas que me dicen: ¡pero si eres el de Anaya! Yo he estudiado con tus libros. Fíjate, para un crío el libro de texto es el enemigo, no hay otra cosa peor, y que a ese enemigo le hayan prestado atención, se hayan puesto a buscar quien lo ha diseñado, y al cabo de treinta años se sigan acordando, es maravilloso. Un último comentario que me han dicho –y que es increíble– es: ¡tengo que decirte que tus libros eran los únicos que no forrábamos!. No puede haber elogio mejor.

Eso demuestra la importancia del diseño, es algo que está en contacto con la gente de la calle y que forma parte del día a día de las personas…

Para mi generación, por ejemplo, la del 68, el diseño es una herramienta para cambiar la vida, lo que nos rodea, y debería empezar desde la escuela, tomar una conciencia de ritmos, colores… Por eso es tan importante lo que decíamos antes del conocimiento: leer. He abandonado la pedagogía en el diseño porque me desesperaba, iba a una academia de diseño y preguntaba: ¿cuál es el último libro que habéis leído?, y me miraban alucinados. Cuando la pregunta cambiaba a: ¿habéis visto alguna exposición?, levantaban la mano tres. Tenemos que cambiar ésto.

El artista lleva toda la historia intentando tener un papel en la sociedad y ahora muchos se han convertido en estrellas mediáticas…

Hay mucho amaneramiento, todo ha crecido mucho y todo el mundo tiene que encontrar su lugar. Me llaman de museos y me dicen que están preocupados porque la escultura se está oxidando y respondo: “bueno, que se oxide”; es así, es su proceso. 

¿Cuánto de Alberto Corazón hay en sus obras?

Hay mucho. Siempre me ha preocupado que fuéramos un taller pequeño. La escala es muy importante si quieres hacer un buen trabajo, tienen que ser manejables, había un eslogan en los años 70 que decía Small is beautifull, y creo que deberíamos retomarlo, hemos visto la inutilidad de toda esa producción masiva. En el diseño me gusta tener una relación muy directa con el cliente, resulta muy importante, el diseño te ayuda a escuchar a ti y, sobre todo, al otro. Una parte de mis amigos han sido mis clientes, eso hace que vaya renovando. Siempre he estado en contra de las pandillas, porque hace que te encierres. El mundo del diseño hace que estés siempre en movimiento. Es un mundo muy abierto, que también te desarrolla en lo personal. Luego está el mundo de la pintura y la escultura, a veces muy duro porque es muy solitario. Bueno, creo que he logrado compensar muy bien ambas facetas.

 

«El diseño es encargo y el arte, voluntad. Compulsión. El diseño es trabajar con limitaciones y oportunidades y el arte trabajar con las oportunidades que eres capaz de darte a ti mismo. Uno me da principios de realidad y el otro me hace soñar» 

 

¿Cómo, a pesar de esa soledad, decide dedicarse al arte?

Son pulsiones. Ahora estamos hablando, he tenido un día largo, una entrevista con la directora del Instituto Cervantes, otra con el director del Prado, pero ahora, cuando llego a casa sea la hora que sea, necesito dibujar una hora, si no no me encuentro.

¿Qué se siente al exponer en Vietnam o Sanghai?

Es una sensación muy particular y bonita. Me gusta mucho porque no tiene nada que ver con Occidente y compruebas que la gente ve todo de otro modo. Hay un verdadero deseo de entender y disfrutar, de aproximarse. Es reconfortante. Además, es una experiencia muy bonita porque la obra se expone en museos que no son de arte contemporáneo, suelen ser arqueológicos o de historia y se produce una convivencia curiosa.

El arte había estado al servicio de la iglesia, pero en el siglo XX se produce la ruptura. Ahora, Antonio López quiere trabajar en el Pilar, Miquel Barceló lo ha hecho en la catedral de Palma y usted en la catedral de Burgos. ¿Está cambiando algo?

Creo que lo que está cambiando es la iglesia. Si te das cuenta, la iglesia moderna es de una pobreza iconográfica tremenda. Creo que algunos se dan cuenta de que hay que volver a la relación entre arte y religión, aunque es algo que ya viene de atrás, los encargos a Matisse, Le Corbusier… Pero ahora es al revés, la iglesia se preocupa por el arte. Ahora, en Burgos, iban pasando todos los de la curia a mirar. Vienen a preguntar y se interesan.