Una de las características más destacadas de La Caja Mágica es su relación con el paisaje, ¿existe un vínculo directo entre arquitectura y paisaje?

El proyecto de La Caja Mágica va más allá de la arquitectura. No es un simple problema arquitectónico sino que se plantea cómo situar un edificio dentro de toda esa estructura de paisaje y, en general, y en una escala mayor, en la ciudad. Además, supone la reorganización y rehabilitación de la zona del río Manzanares por lo que, desde que se empezó a construir, ha superado las cuestiones meramente arquitectónicas por su inevitable relación con el paisaje.

Se podría decir, entonces, que cumple una función dentro del urbanismo madrileño…

La Caja Mágica va ligada al desarrollo de la ciudad y a la transformación de Madrid. En todas las ciudades europeas hay siempre zonas marginales que se dejan más abandonadas, que tienen problemas sociales, de polución y, digamos, se quedan en un proceso de desurbanización evidente. La estrategia de La Caja Mágica o de la ciudad de Madrid ha sido apostar por esta zona ya que no es sólo un tema de arquitectura, sino una cuestión de invertir en la ciudad en términos sociales.

Últimamente, esta relación entre arquitectura y urbanismo es algo común en los proyectos que va inaugurando y, quizá, la mayor diferencia entre ellos.

Intento trabajar con el paisaje, la cultura y el entorno que va a rodear al edificio. De esta forma, las diferentes construcciones son, o pertenecen, más bien al paisaje. No quedan inmóviles. La idea es que un objeto vivo transforme el paisaje.

¿Le sorprende la repercusión mediática que ha suscitado La Caja Mágica?

No. En realidad pienso que la repercusión mediática concierne más bien a un período histórico en este país que comenzó con la transformación de Bilbao gracias al Museo Guggenheim y la repercusión que tuvo ese edificio en la arquitectura española. La Caja Mágica es la última construcción de este período en forma de gran proyecto, alegre y positivo, y con ella finaliza este tiempo tan fértil. A partir de ahora, a causa de la crisis, todo será de otra forma. No sabemos todavía muy bien cómo, pero seguro que cambiará…

De hecho, ya no es común inaugurar este tipo edificios…

No sé en todo el mundo, pero en Europa es el único proyecto de estas dimensiones que se ha construido, que se ha realizado y terminado y, en este sentido, pertenece a otra época.

¿Cómo empezó su relación con España?

Descubrí España cuando se me otorgó el Premio Mies Van der Rohe de Arquitectura. Viajé a Barcelona para recibirlo y ahí empecé a conocer este país.

¿Y qué fue lo que más le sorprendió de la arquitectura española?

Lo más interesante es que ha tenido la visión y la capacidad de ser excepcionalmente abierta e invitar a arquitectos internacionales a trabajar aquí, sin desmerecer para nada a los españoles porque su nivel es verdaderamente elevado. Gracias a esa hospitalidad y apertura, que en otros países no existe, se ha producido ese fenómeno muy, muy fértil que hace que en España exista una verdadera competición de arquitectos y arquitecturas.

¿Cuáles son sus próximos proyectos en nuestro país?

Estamos preparando un proyecto muy interesante en Madrid. Se trata de una pasarela sobre el río Manzanares que comunicará los distritos de Carabanchel y Arganzuela y que facilitará el acceso al nuevo parque del espacio recuperado de la M-30. Además, también estamos trabajando en el nuevo Palacio de Congresos de León, que será un enlace entre los distintos tipos de arquitectura que existen actualmente en la ciudad.