Todo comienza en Guanajuato, México, el 30 de octubre de 2011. Esa noche se celebra el último concierto de su gira de despedida. «Tenía la posibilidad de cerrar el círculo con más dignidad y provecho que los que jamás hubiera soñado, y decidí plantarme. Preferí dejar el buen recuerdo de lo que todavía era, antes de propiciar el mal rollo de explotar la quimera de lo que fui en otro tiempo», escribe el artista. Ambos, círculo y libro, se cierran con esa misma noche.

¿Está contento con el resultado final de este libro o se ha quedado con algo en el tintero?

No, la verdad es que estoy contento porque, además, siendo una ópera prima… De cualquier forma, siempre se quedan cosas. Un poco por la extensión. Antes, cuando hacía vinilos, tenía la obligación de hacer canciones que no duraran mucho porque el formato no las aceptaba bien y teníamos que comprimirlas mucho. Ahora son las páginas… Todo va un poco en función de que el relato sea interesante y de que tenga enganche para la gente.

¿Por qué decidió que su último concierto fuera en México?

Coincidió así. Siempre he hecho giras largas por Latinoamérica y, en este caso, la última me tocó en México. El último concierto fue en Guanajuato, una ciudad en la que no había estado nunca, y en un festival de música más estilo cantautor, de otro tipo. La experiencia mereció la pena. Por otra parte, como cuento en el libro, este concierto sucede [nada menos que] en la plaza en la que el cura Hidalgo declaró la independencia del país.

¿Desde entonces ha tenido ‘mono’?

Bueno… me sigo subiendo con cierta frecuencia a un escenario. Lo que no hago son giras. Tampoco canto en conciertos «normales», canto en conciertos con otros destinatarios, gente que lo necesita. El día 25, por ejemplo, voy a cantar para un Banco de Alimentos en Móstoles. Es un concierto dentro de un festival y cantaré seis o siete temas. Eso no lo he perdido ni lo perderé nunca. Lo que no quería seguir haciendo eran esas giras tan intensas y, además, tan repetitivas. Empezaba ya a sentirme un poco imitador de mí mismo.

En el libro precisamente dice que no quiere convertirse en una caricatura…

Ese es un miedo que siempre se tiene cuando llevas mucho tiempo. Veo a muchos compañeros caricaturizados por ellos mismos, aunque todo el mundo es libre de aceptarse como quiera y estoy encantado de que ellos se gusten, pero a mí, personalmente, no me gustan tanto como me gustaban antes. Es un defecto personal que no tiene por qué ser transferible.

¿Son malos tiempos para el rock & roll?
No, no lo creo. Son malos tiempos para la industria, para la cultura en general, para la apreciación del trabajo creativo. Yo sigo estando en contacto con la generación intermedia y con mucha gente de la generación nueva también y creo que son buenísimos. Tienen una técnica depuradísima y son mucho mejores músicos de lo que éramos nosotros, lo que pasa es que emocionalmente el rock ha gastado muchas de sus balas desde que empezó y de ahí que seguir viviendo de tres acordes es jodido. Sin embargo, hay mucha gente buenísima, muy buena.

¿Fue el primer indie español al sacar su propio sello discográfico y grabar también temas de Kurt Weill con Ana Belén?

Creo que lo del indie es más un sentimiento, una forma de encarar la industria. Lo sé porque tengo una hija que tiene una banda en Estados Unidos lamada Cold Lake, y ellos sí están en toda la movida de la escena indie, que busca no entrar en una multinacional que te dice exactamente qué color de pelo debes llevar y todo eso. Yo no… Creo que con lo de la Big Band, lo de Kurt Weill y todo eso, lo que hice fue buscarme la vida. Eso es lo que he hecho desde que era chiquitillo. Unas veces a cuenta de otros y otras veces por cuenta propia, pero siempre buscando el favor de la gente, del público, que es la que me ha mantenido en este tiempo.

¿Cree que hoy se valora la veteranía?

La juventud está muy sobrevalorada. Ahora, la vejez tiene menos valor. Antes se daba el gobierno de los mayores, por ejemplo. Desde que se inventó el rock & roll hemos trabajado para que la juventud tuviera un espacio propio, una independencia del mundo de los mayores, su propia liturgia y su propia música. Eso ha tomado tal peso que los grandes almacenes lo han hecho su religión y todo el mundo tiene que ir de joven. Sin embargo, creo -por la parte que me toca- que la vida está bien diseñada, en el sentido de que -a pesar de que no sé quién ha sido el constructor- quizás haya sido un accidente, pero ha sido un accidente bien traído porque el hombre vive sus edades con una cierta coherencia. Si ahora fuera a vivir como si tuviera 25 años sería un gilipollas, pero como quiero vivir como los 69 que tengo, pues soy un tipo normal que me lo paso de puta madre.

De las imágenes de su vida que se le pasaron por la cabeza en ese último concierto en México, ¿con cuál se quedaría?

La verdad es que haría un compendio. Ya sabes que dicen que antes de la muerte la vida pasa ante los ojos en una especie de flashback. Pues creo que ahí aparecerían fotos de muchas caras felices de gente mientras canto. Eso es lo que más me importa porque hubo un momento en mi vida en el que para mí era mucho más importante hacer feliz a los demás que hacerme feliz a mí mismo. En eso consistía la felicidad, en que los demás estuvieran disfrutando muchísimo, en que fueran a un concierto y dijeran «jo… qué cojonudo, volveré, repetiría, ha merecido la pena». Luego también aparecerán imágenes íntimas muy placenteras. Si no fuera porque el día conlleva situaciones artificiales montadas por el propio hombre, como la dominación o la desigualdad, esto sería un paraíso. Viviríamos en el mejor de los mundos posibles, que diría Voltaire.

¿La vida es una montaña rusa?

Sí, sí… A mí, como nací en Granada, las extensiones planas tampoco me convencen. Me gusta la sensación de tener horizontes escarpados y que bajes y subas. Esa ha sido un poco la metáfora de mi propia vida, la montaña rusa. En realidad, un poco para todos los seres humanos: vivir una vida sin sobresaltos sería terrible.

En la montaña rusa gobal, ¿cómo ve el momento en que vivimos? ¿Nos espera algo más positivo?

Sólo si los ciudadanos peleamos por ello. Creo que todo lo que está pasando ahora es el establecimiento de un nuevo paradigma, en el sentido de que si los mercados pueden tener mano de obra barata, a pesar de que haya ciudadanos que no tienen cobertura sanitaria gratuita, lo van a dejar así porque les viene mejor. Por eso debemos luchar por reconquistar una vez más lo que ya conseguimos hace unos cuantos años.

Ha pasado un año desde la subida del IVA, ¿qué opina al respecto?

Esa es la política más desastrosa que ha llevado a cabo este Gobierno tan poco edificante. Se sabía que la subida del IVA lo único que haría era retraer la venta de productos. Eso lleva al mismo tiempo a empobrecer al sector y a empobrecer la economía. Es una de las políticas más nefastas para la cultura que se puede hacer. Si se consume más, se pagan más impuestos y se genera más volumen de negocio. Creo que es muy acertado que el ministro Wert esté valorado como el peor ministro del Gobierno del señor Rajoy.

¿El artista, en su caso el músico, debe tener mucha mano izquierda?

No sé por qué hay gente que piensa que los profesionales de la cultura o de la creación no podemos tener ideología y además no podemos defenderla. Es como si nos consideraran menores de edad. Creo que todo lo que se haga por romper esa imagen de no participación debe hacerse. Los actores, los directores, los críticos, los músicos… todos debemos decir lo que opinamos y no uniformarnos. Puede haber gente que no piense como yo y, por supuesto, respetaré siempre sus opiniones, pero lo que no se puede es no permitirme que opine.

Cosas que siempre quise contarte - Miguel Ríos

 

 

Cosas que siempre quise contarte
Migue Ríos
Editorial Planeta
364 páginas
19,90 euros
E-pub: 11,90 euros