[Su nueva novela nos acerca a una joven pareja, padres de una niña, que se instala en un pueblo del interior de España que languidece junto a un pantano. Un lugar marcado por lo que en otro tiempo fueron sueños y hoy muestran la realidad de una central nuclear desmantelada, urbanizaciones sin rematar o anuncios descoloridos de una ciudad del ocio que nunca llegó a ser. Pretenden rehacer allí su vida, pero la niña se siente cada vez más atraída por los misterios que esconde el pantano al tiempo que el padre intenta comprender una extraña vibración que parece unir el pasado y el presente, la memoria y el desasosiego de quienes todavía permanecen en el pueblo. Y la madre, mientras intenta sacar a flote sus vidas, siente que hay algo, más allá de lo visible, que se le escapa.

Con estos personajes y los que habitan en la zona, Ovejero hilvana en Vibración enfrentamientos y violencias que, imperceptiblemente, se van transmitiendo de generación en generación. ¿Qué conecta una necrópolis sumergida en el pantano con un cementerio en el que tres adolescentes combaten su desencanto y su soledad? ¿O un campo de prisioneros con el incendio de una casa deshabitada? ¿Qué une a ese joven y a esa niña que se encuentran de noche en el pueblo desierto? Lo que al principio parecen relatos inconexos se va transformando en una novela de misterio, que condensa, en un solo lugar, no solo una serie de historias particulares, también la historia de un país].

– ¿Cómo definiría su libro?

Vibración es una novela que se finge en primera instancia como libro de cuentos. Una novela de una estructura peculiar que comienza a leerse como si fueran relatos independientes y, poco a poco, se va viendo que todo está conectado. Toda esa conexión tiene que ver con el título del libro, con Vibración. Las vibraciones son ondas que nos atraviesan, que conectan espacios, que conectan tiempos, que incluso siguen ahí cuando ya no las percibimos… Me gustaba la idea de, en una novela que atraviesa tiempos y espacios, utilizar como imagen de fondo la de la vibración que nos conecta sin que nos demos cuenta.

– Inicialmente pensó titular esta novela Bajo el pantano, ¿por qué decidió cambiar el título?

Porque me pareció que Bajo el pantano no era suficiente para hablar de algo que está oculto, que está sumergido, algo que puede volver a emerger. Algo que tiene que ver con la memoria, con lo que olvidamos pero de pronto vuelve a aparecer. Por utilizar una imagen actual sería como los muertos en las cunetas. Nos olvidamos de que están ahí pero de pronto se hace una excavación y vuelven a surgir y nos recuerdan lo que ha sucedido, qué tipo de sociedad somos, quienes somos los que seguimos dejándolos ahí enterrados. Esa idea de la memoria estaba bien pero no me bastaba porque lo que me interesaba era conectar no sólo lo que estaba olvidado, sino también lo que está presente. La vida del pueblo, que podría ser cualquier pueblo, en el que todos los que allí viven de alguna manera están relacionados. No es como en la ciudad, en donde esas relaciones se diluyen y desaparecen. En el pueblo, incluso aunque haya gente que se va, hay una conexión mucho mayor, algo que los sigue uniendo, una raíces que todavía están vivas. En consecuencia, me parecía que tenía que ampliar un poco la imagen. Me di cuenta de pronto, porque la primera escena del libro tiene que ver con alguien que en una central nuclear abandonada empieza a tocar la pared y a sentir vibraciones. Podrían ser sonidos, podrían ser voces o ecos del pasado, y eso me llevó a buscar en el título una imagen más rica. Me pareció que Vibración lo era.

– Aunque no se cita ningún lugar concreto, la acción se desarrolla en la llamada «Siberia extremeña», una zona cargada de historia pero sin historia, porque sobre ella apenas se ha escrito…

Sí, es un lugar que nadie sabe bien dónde está. En mis novelas soy muy poco localista. No me interesa hablar tanto de lugares concretos sino ir a lugares concretos para hablar del mundo. Para hablar de algo mucho más amplio. Por decirlo así, sería como uno de esos arqueólogos que excavan en un lugar determinado no sólo para conocer ese lugar, sino para ponerlo en relación con otras culturas, con otras épocas. En esta ocasión ese lugar fue un poco por casualidad pues lo descubrí y me di cuenta de que siendo una zona de eso que llamamos la “España vacía o vaciada” está completamente llena de referencias históricas. Del año 2500 antes de Cristo hay un dolmen que casi nadie conoce. Del 500 antes de Cristo hay una necrópolis sumergida que poca gente sabe que existe. También referencias de la Guerra Civil, de enfrentamientos en el siglo XVII, de situaciones muy violentas que han ido atravesando el tiempo. Allí, donde parece que no pasa nada, pues al no pasar el tiempo no pasa la historia, hay una densidad enorme también como consecuencia de fenómenos más recientes, como los pantanos de la época de Franco, que parece que van a crear una nueva y próspera sociedad y que al final se demuestra que es una más de las promesas rotas, pues los pueblos de alrededor prosperan muy poco. Luego está la central nuclear que anuncia que va a generar un montón de empleos y que cierra antes de entrar en funcionamiento. Todos los proyectos de ciudades del ocio y de atracción turísticas que se convierten en promesas incumplidas y los sueños incumplidos generan pesadillas.  Hay algo allí que, por todas esas razones un tanto misteriosas, me atraía mucho.

– ¿Todas sus novelas son de misterio?

Es evidente que no me dedico a la novela negra, pero también lo es que me interesa mucho el misterio, los secretos, los silencios. Pero la novela negra lo que busca es crear un misterio para resolverlo. Un secreto para descubrirlo. Y a mí no me interesa ni descubrirlo ni resolverlo, sino revelarlo. Es decir, aquí hay algo que no entendemos, pero yo no quiero explicarlo, sino qué pasa con todos los personajes a los que afecta ese misterio. Las explicaciones son siempre simplificaciones y literariamente no me aportan nada. Prefiero mostrar el misterio, las relaciones, lo que sucede con los silencios que hay en cualquier familia, en cualquier comunidad, en cualquier pueblo.

Vibración tiene partes muy diferenciadas, ¿ha trabajado cada una de forma distinta?

Sí y no, porque empecé por la tercera parte pero me di cuenta de que era prematuro. En general escribo de una manera muy desordenada. Puedo escribir capítulos, apartados, notas que luego van a tener una disposición que en principio no puedo prever en el libro. En este caso empecé con esa primera escena del hombre tocando la pared que vibra, pensando que va a oír voces. Pero decidí dejar eso por completo y dedicarme a acumular historias del lugar. Algunas de ellas han desaparecido y no están en la novela. Comencé a escribir todo lo que me iba sugiriendo el descubrimiento de ese lugar y esa región. Narraciones que iba acumulando una detrás de otra y que no están en el orden que marca el libro. Como he dicho, algunas incluso han desaparecido de la novela. La segunda parte es uno de esos caprichos que yo me permito, como es renunciar a las convenciones del género. En los últimos años estoy aprendiendo a escribir olvidándome de cómo debo tratar los géneros. Creo que eso te enriquece mucho como escritor y enriquece también la lectura pues estableces un diálogo con quien te lee en nuevos términos. Eso, al principio, puede desconcertar un poco pero amplía enormemente la capacidad expresiva, emotiva y de pensamiento que hay en la novela.

– Al escribir este libro se ha divertido y, al tiempo, lo ha pasado mal, ¿por qué?

Me he divertido mucho porque he escrito con una gran libertad pues incluso no he pensado en absoluto en qué iba a ser del libro cuando se editase. Al escribir así sientes el placer de la escritura sin finalidad, que es algo que no es tan fácil de conseguir. Y pasarlo mal porque al escribir sin finalidad tienes la impresión de que todo ese trabajo no va a llegar al lector. Que todo ese esfuerzo no se va a convertir en una novela. Son un par de años de escritura y produce una cierta angustia pensar que aquello puede que no le llegue a nadie. La escritura es un trabajo de creación, de indagación, pero también de comunicación y en algún momento necesitas al otro. En ese sentido fue un poco inquietante pues yo seguía escribiendo con gran entusiasmo pero de vez en cuando sentía una voz que me decía: «y… qué».

– ¿Busca en cada libro algo distinto?

No es que quiera hacer algo distinto, es que no quiero hacer lo mismo. No quiero utilizar los mismos recursos y las mismas técnicas que en libros anteriores. Eso me lleva a buscar lo distinto pues no quiero hacer lo mismo otra vez. Es una diferencia que puede parecer mínima, pero para mí es importante.

– Al leer sus novelas se tiene la sensación de que deja mucho fuera, que desecha mucho de lo escrito, ¿siente que a veces trabaja en terreno baldío o considera que lo que sobra enriquece?

Es ésta una cuestión interesante. Por seguir con la imagen que propone, no siento que sea terreno baldío, sino terreno en el que no todo ha germinado. Son semillas que no dieron lugar a una planta, pero están ahí. Me interesa mucho todo eso que está ahí, pero que no se dice y que yo no digo. Hace años que sostengo que una de las grandes figuras literarias, que tenemos poco en cuenta, es la elipsis. Pero no por crear un misterio innecesario sino porque he descubierto –yo también como lector– que como le sucede a todo el mundo también voy completando lo que leo. Eso me mantiene activo como lector. Si me lo dan todo explicado y mascado adopto una postura pasiva. Lo que recibo son informaciones, pero la información es material literariamente muerto que inmediatamente se agota cuando lo recibo. Si falta algo, eres tú quien tiene que completarlo, eres tú quien se activa, tú quien empieza a crear imágenes y relaciones. Eso hace que la literatura contenida en el libro en lugar de constreñirse se amplíe y estalle. Eso hace que algunos de mis lectores me digan que siguen dándole vueltas a mis libros semanas después de haberlos leído. Eso me alegra pues pienso que eso hace que el libro se salga de las páginas y continúe vivo en quien lo ha leído. Como alguien dijo, el arte, y la literatura es un arte, no muestra la realidad, si no que la revela.  

– Cada uno de sus libros da un paso más en el cuidado del lenguaje y en la elaboración de imágenes, ¿convierte sus libros en más cinematográficos de forma premeditada?

Es curiosa esa paradoja. Que el lenguaje vuelva a los libros cinematográficos donde se supone que lo que importa es la imagen y no el lenguaje. Se suele considerar que son lenguajes opuestos. Incluso hay quien sostiene que si un libro se puede filmar no es bueno, algo con lo que no estoy de acuerdo pues creo en la complementariedad. Cuando más te preocupe el lenguaje escrito, más cinematográfico puede ser el resultado. Solo se ha adaptado al cine un relato mío para hacer un cortometraje que no quedo mal. Pero he tenido mala suerte con el cine pues han comprado siete opciones de adaptación y nunca se ha llegado a la fase final. Se ha escrito el guion, ha habido productora y dirección pero por un motivo o por otro no han terminado en película.

«Libros como el Ulises de Joyce, Moby Dick o Guerra y Paz me siguen abriendo puertas que influyen en mi literatura», puntualiza en la parte final de la conversación un José Ovejero que se muestra orgulloso de seguir, a su edad, sintiéndose dispuesto a seguir aprendiendo a leer y a escribir.

Géneros diversos

José Ovejero ha vivido la mayor parte de su vida fuera de España, principalmente en Alemania y en Bélgica, desde donde ha construido una obra de géneros diversos que ha merecido premios como el Ciudad de Irún de Poesía por Biografía del explorador, el Grandes Viajeros por China para hipocondríacos, el Primavera de Novela por Las vidas ajenas, el Gómez de la Serna por La comedia salvaje, el Anagrama de Ensayo por La ética de la crueldad, el Alfaguara de Novela por La invención del amor o, el pasado año, el Premio Dulce Chacón de Narrativa Española por Mientras estamos muertos. Además, es autor de las novelas Los ángeles feroces, La seducción, Insurrección y Humo. Vibración es su obra más reciente.