Jáuregui, una de las pianistas más valoradas del panorama nacional, hará un recorrido por la Europa del siglo XVIII a través de composiciones para teclado de tres destacados miembros de la familia Bach.

De Johann Sebastian Bach, que compuso los dos libros de El clave bien temperado, colección de 48 preludios y fugas para cualquier instrumento de tecla, Judith Jáuregui interpreta tres Preludios y Fugas, uno de ellos en arreglo para piano de Franz Liszt, y el Concierto nº 3 en Re menor (arreglo del Concierto para oboe de Alessandro Marcello).

Asimismo integran el programa: de las Doce polonesas F 12, de Wilhelm Friedemann Bach, tres (la nº 2, la 8 y la 10); y Variaciones sobre Les Folies d’Espagne, de Carl Philipp Emanuel Bach.

Este programa combina, pues, dos perspectivas cruzadas: El clave bien temperado de Johann Sebastian como colección emblemática de preludios y fugas en todas las tonalidades y la influencia de estilos foráneos (italiano, polaco y español) en los miembros de la familia Bach, cuyas composiciones, sin embargo, son tenidas como esencia de la cultura musical germana.

 

El caso Bach

Durante el Antiguo Régimen, la transmisión de un oficio de padres a hijos era tan habitual que con frecuencia dio lugar a varias generaciones dedicadas a la misma profesión. En el campo de la música, la saga Bach es sin duda el caso más conocido e insólito, sin parangón en otras artes. Esta familia alemana, con Johann Sebastian como figura más destacada, tuvo entre sus miembros decenas de músicos ininterrumpidamente desde el siglo XVI al XIX. El empleo del piano, el clave y el órgano contribuye a mostrar la riqueza de sonoridades y estilos de la familia musical más importante de la historia.

Esta frecuente transmisión de la profesión explica la abundancia de familias musicales como los Gabrieli, los Nebra, los Scarlatti, los Mozart o los Mendelssohn. También las “alianzas” de parentesco en el ámbito musical: Clara Wieck y Robert Schumann, Cosima Liszt y Richard Wagner, Alma Schindler y Gustav Mahler, Arnold Schönberg y Mathilde von Ze­ mlinsky. Pero, ¿qué ocurre en la música para que este tipo de relacio­nes hayan sido tan abundantes?

Es posible que la respuesta resida en la peculiaridad de este arte: su dificultad técnica, que obliga a un largo periodo de estudio, y el hecho de que se trate de una actividad “compartida”, que suele requerir más de un intérprete, convierten a la enseñanza musical en un proceso familiar.

El caso de los Bach abarca hasta ocho generaciones y es uno de los más singulares dentro de esta dinámica histórica.