Esta pieza está compuesta exactamente con cuatro notas hábilmente moldeadas para que parezcan infinitas, para un libreto escrito sin acotaciones, con el fin de que cada director de escena juegue con los cinco personajes que parodian las cinco voces de una ópera –tenor, barítono, soprano, mezzo y bajo– interpretadas por un pianista.

Esta joya escénica se estrenó en 1976 y desde entonces se ha estado representando ininterrumpidamente en algún rincón del mundo. Un divertido espectáculo musical para amantes de la ópera y también para los que creen que no les gusta la ópera.

Éxito mundial

El compositor minimalista estadounidense Tom Johnson escribió en 1972 una pieza que, a pesar de su escueto formato en el estilo de la partitura y en el desarrollo del libreto, estaba llamada a convertirse en una obra grande. Más de cuarenta años rodando con éxito por el mundo dan fe de ello.

Mir asegura que el título no engaña a nadie: “Está compuesto exactamente con cuatro notas (Re, La, Mi, Si), hábilmente moldeadas para que parezcan infinitas”. La acción saca a la luz, en forma de sátira, la trastienda de la ópera; las pugnas, las contiendas, la relación entre los cantantes.

La dirección musical es de Manuel Coves, y el reparto lo integran la soprano Ruth Iniesta, la mezzo Ana Cristina Marco, el tenor Francisco J. Sánchez, el barítono Axier Sánchez y el bajo Francisco Crespo. Estarán acompañados por el piano de Javier Carmena.

Paco Mir, o lo que es lo mismo, un tercio de Tricicle, descubrió La ópera de cuatro notas en París hace más de diez años y desde entonces anda dándole vueltas en la cabeza. Ahora ha llegado el momento de poner en escena su personal visión de esta obra que, gracias a la casi absoluta libertad que el autor permite a los directores de escena, en esta ocasión será, además de minimalista, también “un poco MIRimalista”, en palabras del propio dramaturgo.

  • Horarios: de miércoles a sábados, a las 20.30 h; domingos, a las 19.00 h.
  • Precios: de 10,75 a 22 euros.

Algunas notas de Tom Johnson sobre su obra

Mi mayor sensación sobre la puesta en escena de La ópera de cuatro notas es que cada director debería hacerla diferente. En parte absurda, en parte minimalista, en parte satírica y en parte comedia, la obra tiene muchas caras y puede ser representada de muchos modos, extendiéndose desde la más modesta de las aproximaciones a las más exuberantes. Así que no tengo ninguna especificación particular sobre vestuario, escenografía, luces, caracterización y todo lo demás. Haré solo cuatro peticiones:

Nada debería de ser transportado. La obra tendría, entonces, más de cuatro notas. Esto no solo invalidaría el titulo; también destrozaría uno de los aspectos más encantadores e impactantes de la obra.

El acompañamiento no debería ser orquestal en ningún caso. La única razón por la que la mayoría de las óperas suenan desoladoras con acompañamiento de piano es porque la música fue escrita originalmente para orquesta. Aquí, el acompañamiento fue concebido expresamente en términos pianísticos, y la integridad de este instrumento debe ser preservada.

El texto deberá adecuarse siempre a la puesta en escena. Pequeños cambios en el texto de los recitativos serán necesarios para tener una interesante puesta en escena y adecuar el texto al mismo tiempo. El texto no es sagrado, pero su adecuación a la acción es vital para la honestidad y el atractivo de la ópera.

Los cantantes deberán estar completamente inmóviles durante la escena final, como se indica en el texto.