Uri Caine, nacido en Filadelfia en 1956, y ciudadano de Nueva York, es sin lugar a dudas uno de los músicos más renovadores del panorama jazzístico de las últimas décadas. Desde su debut discográfico en 1985 con la Rochester-Gerald Veasley Band, Caine ha grabado 22 álbumes, en muchos de los cuales versiona, fusiona o desarma obras de Bach, Mozart, Beethoven, Schumann, Wagner o Mahler. Ahora, le toca el turno a Scarlatti y a sus Sonatas.

El músico reconoce que, como cualquier pianista en ciernes, él también se curtió en sus comienzos con las Sonatas del compositor napolitano que vivió y terminó sus días en Madrid. Sin embargo, su relación con aquellas composiciones fue más allá: “Volví a ellas más tarde, en la madurez, y descubrí una serie de texturas y armonías en las que no había reparado antes”. Así, reconoce que sin esa relectura “no habría llegado a entender nunca que el virtuosismo técnico de Scarlatti, como precursor y pionero de nuevas formas musicales, no es más que un vehículo hacia la belleza”.

En el mundo del jazz suele decirse que la buena música es siempre la que mejor se adapta a los diferentes instrumentos y géneros. Ese, precisamente, es el denominador común de los grandes estándares del jazz: que todo el mundo puede interpretarlos y versionarlos. “Algo parecido sucede con Scarlatti –afirma Caine– porque lo que llama la atención de las Sonatas, más allá de la riqueza de vocabulario armónico, es la sencillez del resultado: la claridad del sonido, el toque preciso, la nítida articulación. De esta manera, Scarlatti cumple con el viejo sueño de todo compositor: hacer que lo difícil parezca fácil”.

Idónea para la improvisación

Acerca de su Scarlatti Project, Caine adelanta que se trata de una obra para piano solo, de aproximadamente una hora de duración, a través de diferentes técnicas de improvisación. “El reto consiste en demostrar que en la música de Scarlatti la distancia entre tradición e innovación se estrecha mucho, y esa es una de las razones por las que este tipo de materiales resultan ser los más idóneos para la improvisación”. En este sentido explica que cualquiera que se acerque por primera vez a las Sonatas experimentará una extraña sensación: “Creerá por un momento que las ha escuchado antes, encontrará un sonido familiar en ellas”.

Scarlatti vivió el último tercio de su vida en Madrid, donde compuso la mayor parte de sus Sonatas. De ahí que Uri Caine destaque la permeabilidad de su música a las influencias del folclore. “En ella podemos encontrar un latir jondo, una pulsión enérgica y los ritmos profundísimos del fandango o la seguiriya”. Y reconoce la deuda que, como creador, tiene con este país: “Le debo mucho a España como pianista y compositor, y por supuesto que su cultura y su gente han estado en mis pensamientos a la hora de componer esta obra”.

El concierto de Caine cierra la cuarta temporada del ciclo que el Instituto Italiano dedica a las Sonatas de Domenico Scarlatti. En ella han participado la pianista Irene Veneziano, el grupo Il Pergolese, el pianista y clavecinista Yago Mahúgo (al pianoforte), el acordeonista Teodoro Anzellotti, el guitarrista Luigi Attademo, el dúo formado por el violinista Massimo Spadano y el clavicembalista Luca Guglielmi, y la soprano Raquel Andueza acompañada por el ensemble La Galanía.