PPC es un movimiento internacional que trabaja para frenar los efectos tóxicos y la contaminación causada por el plástico en los seres humanos, animales y el medio ambiente. Álvaro Soler Arpa se ha unido a su causa como embajador y el resultado ha sido Vida Tóxica, una serie de esculturas que representan a criaturas que albergan plásticos y otros residuos en su interior y que mantienen un inquietante movimiento.

Nacidas de la imaginación del escultor, las obras son el resultado de un laborioso proceso de producción que se inicia cuando Soler empieza a despellejar y hervir los animales muertos para ir sacando los huesos de los esqueletos que después montará de un modo aleatorio. Huesos de distintos animales como el toro, la vaca, el caballo, el jabalí, el buitre, el antílope, el avestruz y el cordero son transformados en seres mutantes por la contaminación.

Animales fantásticos

Se trata de criaturas que recuerdan a los animales prehistóricos, tal como destaca el artista, “mis criaturas nacen de las premisas de mi conocimiento de la historia del arte, concretamente de la mitología griega, de los dragones de la Edad Media y de los relatos fantásticos de la cultura nórdica. De todo ello y mezclando huesos y materiales como el alambre y basuras de todo tipo, mi imaginación me lleva a crear nuevos seres”.

Las esculturas inquietantes no dejan indiferente al espectador, ya que Soler quiere también denunciar el efecto contaminador del hombre, haciendo un canto a la naturaleza en su constante intento de adaptarse a esta nueva situación. “Cada una de mis criaturas muestra la poderosa fuerza de la evolución y responden a las siguientes preguntas: ¿Puede la vida evolucionar sin tiempo ecológico? ¿Será la naturaleza tal como la conocemos capaz de tratar con todos los desechos que vertimos o sucumbirá a los desastres medioambientales?».

Las esculturas van acompañadas por textos que informan sobre el excesivo consumo de plástico en el mundo y sus terribles consecuencias para el ecosistema del planeta.