Realizada con motivo de la concesión del Premio Internacional Julio González al artista en 2014, la exposición ofrece «la oportunidad de ver siete grandes instalaciones que son auténticos espacios teatrales, en los que Boltanski no tiene tanto interés en que el espectador se sitúe frente a la obra sino que entre en ella, se introduzca y se deje llevar por los diferentes elementos que utiliza porque lo importante es que se introduzca en esa experiencia de sensaciones visuales y auditivas”, destaca José Miguel G. Cortés, director del museo y comisario de la muestra.

Cortés señala también que ésta «es, en su conjunto, una nueva obra y supone un recorrido casi iniciático por los trabajos de Boltanski». Así, partiendo de la pintura, el artista ha pasado por la fabricación de objetos, la escritura o el cine, hasta llegar a la fotografía, auténtico soporte de sus montajes actuales. En palabras de Boltanski, “las obras tienen un carácter catalizador de las heridas. Cada vez soy más mayor y tengo menos miedo a la muerte que cuando era más joven. Por eso, ese sosiego se transmite en mis obras más nuevas”.

Experiencia espiritual

Instalaciones como Les tombeaux (1996), al inicio del recorrido, muestran un período más pesimista del artista. La Réserve des Suisses Morts (1991), pieza perteneciente a la colección del IVAM, realizada con “torres de cajas de galletas, crea una metáfora de la vida misma, ya que las torres están de pie pero pueden derrumbarse en cualquier momento”, comenta el francés.

Mucho más recientes y exhibidas por primera vez en España, La Traversée de la vie (2015) y Départ-Arrivée (2015) son dos instalaciones en las que, según el artista, “el público tiene que atravesar unos velos, que son muestras de la evanescencia de la vida”. El recorrido de la muestra concluye con Reliquaire (1990) y Archives de l’année 1987 du Journal El Caso (1987), con fotografías de criminales o víctimas extraídas del conocido periódico de sucesos español, que “puestas una al lado de las otras no permiten discernir quién es quién, si es criminal o víctima. Las fotografías se caracterizan por la soledad, pero también me interesó esa vanidad de creencia en que no hay razón objetiva para morir. Sin embargo, al final nos convertimos en un montón de cenizas”, reflexiona Boltanski.

La exposición pretende ser una experiencia casi espiritual que. En palabras del artista, “es como entrar en una iglesia con una luz más oscura y cuando salimos tenemos una situación contrapuesta” y esta experiencia convierte a los museos “en las nuevas iglesias, en los nuevos lugares de peregrinaje”.