Si el visitante se fija en el componente sonoro de sus trabajos se desvela que esos sonidos, registrados entre el ruido del capitalismo y los ecos del comunismo, entre el sonido y el no-silencio, transmiten el estado neurótico de un mundo en el que la crisis política, económica, y hay quien diría que de imaginación, ha tomado el control.

El trabajo multimedia de Adrian Melis observa y reinterpreta las estructuras financieras, políticas y sociales tanto de Cuba como de Europa y las formas en que estas estructuras moldean a las personas; cómo afectan a la sociedad y a su percepción de la realidad.

El artista se inspira principalmente en temas como la ineficacia burocrática, el desempleo, la corrupción de la Administración y de las grandes empresas, y crea mecanismos del statu quo alternativos, empapados de ironía, de lo absurdo o lo poético. Realiza alteraciones de la realidad que suelen revelar tensiones y confusiones entre causa y efecto, o el significante y el significado, a través de la manifestación de las ausencias, ya sean formales o conceptuales, que son recurrentes en su obra.

Escucha reducida

El rugido de una destructora de papel deshaciendo los CV de 3.000 parados españoles (Surplus Production Line) se yuxtapone a los 150 sueños de trabajadores cubanos que se quedaban dormidos en sus puestos de trabajo (Dreams Production Plan). En un punto, el padre del artista, que sigue creyendo en la utopía de Fidel Castro, intenta reconciliarse con el futuro de Cuba en una entrevista muda (The New Man and my Father), mientras que en otro varias mujeres mayores cubanas cantan a su glorioso pasado (Glories of a Forgotten Future).

Muebles, trastos, tierra, cubos y contenedores reproducen el estudio de sonido que Melis ofreció a varios refugiados para que representaran sonoramente su viaje hasta Atenas y dieran forma al futuro que soñaban (Anechoic Room). Todos estos sonidos y no-sonidos componen un paisaje sonoro en la sala de exposiciones.

Así, la exposición quiere invitar a disfrutar en modo de “escucha reducida”, la que el compositor francés Pierre Schaeffer considera el estado de escucha más avanzado, ya que demanda que el oyente entienda el sonido de una imagen como algo ontológicamente autónomo y separado de su fuente, como un material en bruto, por sí mismo.

La experiencia psicosomática que provoca la presencia de un sonido acusmático en la sala, un sonido que se puede oír pero no ver, imita a la neurosis y a otros problemas mentales, entre cuyos síntomas está el oír voces. Y es que, ¿no nos hemos convertido ya, de alguna manera, en seres neuróticos al formar parte de la economía neoliberal? ¿No escuchamos voces y susurros que nos hablan? El absoluto silencio del estado de crisis podría ser el interludio imposible.