Este estreno es uno de los grandes hitos de la programación del Bicentenario del Teatro Real. Estrenada en Colonia en 1965, después de una larga y atormentada gestación –y de varios ajustes para hacer viable la interpretación de la partitura–, Die Soldaten se convirtió desde entonces en un referente en la historia de la ópera, aunque los medios ingentes que se necesitan para ponerla en escena conviertan cada nueva producción en un acontecimiento artístico.

Esta ópera radical e inabarcable, que trasciende los clásicos límites teatrales de tiempo –las escenas sobreponen pasado, presente y futuro–; de lugar –con acciones (¡hasta 11!) simultáneas en diferentes espacios–; y de acción–con la unidad narrativa en permanente disgregación y recomposición–; llega al Real en la descarnada producción concebida por Calixto Bieito y estrenada con un enorme impacto en Zúrich en 2013.

Bieito no esconde ni disimula la dureza y violencia de la ópera, confrontando al espectador con el sinsentido, la abyección, el horror y el desconsuelo que exaltan los tiempos de guerra. Partiendo de las directrices de Zimmermann, que insta a situar la orquesta e intérpretes en un escenario central rodeado por el público, el director coloca la orquesta en el centro de la escena, en una instalación diseñada por la escenógrafa Rebecca Ringst que simula un cuartel donde los músicos ‘armados’ con sus instrumentos son partícipes de la barbarie.

Abismo y estupor

El público es convocado a contemplar escenas de caserna y agresiones que se articulan y mezclan con diálogos familiares entrecortados y vacuas conversaciones castrenses pulverizadas por gritos y cañonazos, en un mosaico concienzudamente construido con ráfagas de vidas entrelazadas en una espiral que conduce inexorablemente al abismo y el estupor. Dos horas de dura realidad trasladadas al escenario: el arte para no morir de la verdad.

Heras-Casado es el encargado de la dirección musical de la dificilísima partitura, escrita para 16 cantantes, 10 actores, bailarines, coro, una orquesta con más de 100 músicos –que incluye banda de jazz y 13 percusionistas–, además de utilizar sillas y mesas como percusión, banda magnética, sonidos de guerra, proyecciones, etc. La Orquesta Titular del Teatro Real ─con sus músicos caracterizados como soldados y empuñando sus instrumentos como armas─ tocará en el centro del escenario, con los intérpretes actuando sobre el foso, rozando el público.

En el elenco coral destaca el cuarteto protagonista con la soprano Susanne Elmark (Marie), el barítono Leigh Melrose (Stolzius), el bajo Pavel Daniluk (Wesener) y los tenores Uwe Stickert y Martin Koch, que se turnan en la interpretación de Desportes.

Las siete funciones de Die Soldaten se alternarán con cinco representaciones de Street Scene, dos óperas que indagan, desde épocas, espacios y lenguajes muy distintos, la brutalidad de la violencia de género.

Además, y para profundizar en la inabarcable riqueza musical y metafísica de la obra de Zimmermann, habrá un coloquio –Enfoques– el 9 de mayo, una conferencia sobre la ópera, el 11 de mayo, y la breve presentación de la producción, previa a cada función, de la mano de José Luis Téllez, disponible también en línea.

Larga y atormentada gestación

Bernd Alois Zimmermann, que nació en Bliesheim, Colonia, en 1918, en el seno de una familia burguesa profundamente católica, fue obligado a alistarse con 21 años para participar en la Segunda Guerra Mundial, de la que salió con los pulmones llenos de plomo y la mente trastornada. Su breve e intensa carrera, truncada por el suicidio a los 52 años, se desarrolló en los tiempos convulsos de posguerra, cuando Europa, dilacerada, intentaba curar las heridas con muros y cortinas de hierro.

Partiendo de la obra Die Soldaten del escritor visionario Jakob Lenz (1751-1792), adalid del movimiento romántico Sturm und Drang (Tempestad e ímpeto), Zimmermann utiliza el camino de perdición de Marie, que los soldados convierten en una prostituta indigente, como metáfora de la degeneración moral y ética de la humanidad hasta traspasar el umbral de lo soportable y de lo expresable: un viaje terrorífico a los rincones más oscuros del ser humano, donde habita un monstruo que se excita con la perversidad y se regocija con el dolor.

Die Soldaten bebe de las corrientes musicales rupturistas de la segunda mitad del siglo pasado, polarizadas en Darmstadt, pero también de la tradición musical occidental, del jazz, del pop, de la radio, del cine y de las posibilidades técnicas que ofrecían la grabación directa y el tratamiento del sonido.

De todo eso da cuenta este colosal collage vertical y horizontal, de múltiples capas interpretativas, que parte de una estructura de 12 notas (serialismo) vertebrada por formas musicales reconocibles –chacona, tocata, ricercare, nocturno– asociadas a cada una de las 15 escenas y alimentada por un universo sonoro ilimitado, que incorpora desde un coral de Bach y ritmos de jazz al estrépito de bombas y estridentes gritos de agonía.