Desde el inicio de su carrera a finales de los años sesenta, Esther Ferrer (San Sebastián, 1937) desarrolla sus líneas de pensamiento a través de una gran variedad de formas y materiales y se convierte en una de las artistas pioneras de la performance, género que ella define como “el arte que combina el tiempo y el espacio con la presencia de un público que no es mero espectador, sino que si lo desea, puede participar en la acción”.

La artista valora, por encima de todo, la libertad del espectador, por lo que no le ofrece conclusiones sino preguntas y cuestionamientos para que, de manera autónoma, genere su propia interpretación personal.

En 1967 empieza a participar en las actividades del grupo Zaj con Walter Marchetti, Ramón Barce y Juan Hidalgo, haciendo desde entonces del arte de acción su principal medio de expresión. A partir de 1970, paralelamente a sus colaboraciones con Zaj, retoma la realización de obras plásticas a través de fotografías intervenidas, instalaciones, cuadros y dibujos, basados en la serie de números primos, objetos o piezas sonoras. Su obra se inscribe en la corriente de arte minimalista y conceptual iniciada en la década de 1960, y toma dereferencia a creadores como Stéphane Mallarmé, Georges Perec y John Cage, así como a los feminismos de aquel momento. Su trabajo con Zaj continúa, con acciones muy directas hasta 1996, año en que se disuelve el grupo tras una exposición retrospectiva en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

A lo largo de su extensa carrera, Esther Ferrer ha participado en numerosos festivales de arte de acción, expuesto su obra en distintos museos y recibido diversos reconocimientos. En 1999 representa a España en la Bienal de Venecia, en 2008 obtiene el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 2012 es distinguida con el Premio Gure Artea del Gobierno Vasco, en 2014 recibe el Premio MAV (Mujeres en las Artes Visuales), el Premio Velázquez de Artes Plásticas y el Premio Marie Claire de l’Art Contemporain.