Comisariada por María López Fernández, Consuelo Luca de Tena y Blanca Pons-Sorolla, la muestra incluye 270 obras sobre tabla, cartón u otros materiales, procedentes del Museo Sorolla, la Fundación Museo Sorolla de Madrid, la Diputación de València, la Casa Museo Benlliure, la Colección Hortensia Herrero, la propia Fundación Bancaja y una veintena de colecciones particulares, la mayoría valencianas.

Tras su presentación en 2019 en el Museo Sorolla y su paso por el Museo de Bellas Artes de Bilbao, la muestra se presenta ahora con una nueva selección de piezas que incorpora obras de mediano y gran tamaño, así como lienzos de pequeño formato de temática local.

Esta selección permite apreciar el proceso creativo de Sorolla y pone el foco en las notas de color del artista, escenas fugaces que reflejó durante toda su vida en pequeñas tablas, cartones, papeles o trozos de lienzos. Representan asuntos con los que se sentía cómodo y muestran, en su mayoría, escenas cotidianas de su familia, motivos de paisaje o escenas sugerentes de algún lugar recién descubierto.

La presencia del pequeño formato junto al mediano y gran formato revela cómo conviven dos formas distintas de hacer en diferentes escalas: una más pulida y ‘terminada’, acorde con postulados más cercanos a la academia, y otra, liberada y fresca, ensayada primero en las notas de color. La selección de obras destaca algunas vistas urbanas y otros temas valencianos, escasos en los lienzos más grandes, pero presentes en los apuntes. Por ejemplo, las barracas y alquerías de la huerta, y monumentos como el Puente del Real y el Pouet de Sant Vicent.

Los acompaña una pequeña vitrina en donde se muestran su paleta y otros utensilios del oficio que ejemplifican su vocación de pintor al aire libre.

El recorrido por la exposición se estructura en tres bloques: la etapa de formación y consolidación de Sorolla; sus años de madurez y su época de plenitud. Un recorrido vital que sitúa esta producción del artista valenciano a lo largo de toda su trayectoria. Piezas que en un principio se consideraban obras íntimas o inacabadas, pero que más tarde se exponían y cotizaban en las grandes exposiciones internacionales como muestras del trabajo más personal y original del artista.

Formación y consolidación (1880-1903)

Después de sus años de formación en Valencia, Sorolla se establece en Roma como pensionado (1885-1889), y desde allí viaja a París, donde queda deslumbrado por el panorama artístico. A partir de los años de 1890, instalado en Madrid con su mujer, empieza a presentarse a grandes certámenes en España y el extranjero. En 1903, cuando termina el gran cuadro Sol de tarde, considera que ha encontrado definitivamente su estilo.

Sus primeros apuntes muestran la influencia de Fortuny y los italianos, tanto en su composición como en su manera de utilizar expresivamente las zonas de la madera que deja sin pintar.

La madurez (1904-1911)

La exposición en la Galería Georges Petit, París, 1906. Su primera exposición monográfica en la capital francesa la celebra en la moderna y prestigiosa galería. Para entonces ya ha dado un giro decisivo hacia los temas que le ofrecen mayores seducciones y desafíos visuales: las variaciones de la luz a lo largo del día y de las estaciones, el color de las sombras, los reflejos y transparencias del agua, los contraluces, las audacias cromáticas. Y ha encontrado en los amplios espacios del mar y de las playas el escenario más rico.

En aquella exposición hubo una abundante representación de sus pequeños formatos, que adquieren una enorme importancia como soporte de su avidez de experimentación en estos años. Después de la exposición, Sorolla pasa unas semanas en Biarritz, donde las escenas del ocio en las playas le proporcionan nuevos estímulos. Su paleta se aclara y se refresca, y sus encuadres adquieren un máximo de instantaneidad fotográfica.

Las exposiciones americanas. En 1907-1911, Sorolla realizará numerosas exposiciones individuales: tres en Alemania en 1907, una en Londres de 1908 y en 1909, la gran exposición de la Hispanic Society de Nueva York. Después vinieron otras en Estados Unidos: ese mismo año en la Fine Arts Academy de Buffalo y la Copley Society de Boston; y en 1911, en el Art Institute de Chicago y en el City Art Museum de St. Louis, y además en la Exposición Internacional de Roma. El estallido de la Gran Guerra puso fin a este movimiento.

En estas exposiciones presentó sus notas de color enmarcadas individualmente y les dio un gran protagonismo, mostrando la importancia que él mismo les concedía como obras autónomas e independientes. Pero abastecer todas estas exposiciones obligó a Sorolla a trabajar intensamente en formatos medianos, por lo que paulatinamente decreció su producción de “notas de color”.

Plenitud (1912-1919)

Desde 1912, el gran encargo de los murales para la Biblioteca de la Hispanic Society consume la mayor parte de su tiempo. Cuando no está pintando para el proyecto pinta para sí, sin la presión de las exposiciones. Cultiva los íntimos y silenciosos cuadros de jardín y pinta algunas de las más hermosas y logradas escenas de playa.

Cada vez más, la rapidez, destreza y ligereza que había aplicado en sus apuntes se reflejan en sus obras de mayor envergadura. En sus últimos años, los apuntes que pinta en las playas del norte, especialmente en San Sebastián, muestran su incansable afán de experimentación y una ejecución cada vez más abreviada. Un Sorolla esencial que sigue investigando, a través de sus pequeños formatos, en la síntesis visual de las formas al aire libre.