La proximidad a los círculos surrealistas, el compromiso político durante la Guerra de España o los años oscuros de la Segunda Guerra Mundial son tres de estos momentos destacados, mientras que el interés compartido por la poesía y la escritura, el descubrimiento de la cerámica como nueva forma de expresión o la intervención en el espacio arquitectónico público son tres de los caminos que ambos recorrieron. A pesar de sus diferencias, compartieron el anhelo de ir más allá de las convenciones y explorar los límites de la pintura.

El estreno del ballet Parade de los Ballets Rusos de Diaghilev en el Gran Teatre del Liceu el 10 de noviembre de 1917, con vestuario, telón y escenografía de Picasso, marca el punto de partida de su relación y también el de la exposición. A partir de aquí, y dividida en siete grandes bloques temáticos y cronológicos –El encuentro, El París del surrealismo, Pintura y escritura, Años de guerra, Del asesinato de la pintura a la cerámica, El estilo Picasso, el lenguaje Miró, y Miró homenajea a Picasso–, traza un recorrido por el camino compartido de los dos creadores hasta el final de sus prolíficas vidas.

Así, la muestra incluye obras que presentaron en exposiciones colectivas en las que coincidieron, así como otras piezas fundamentales que tuvieron un impacto decisivo en sus trayectorias. También tienen un lugar destacado los documentos, testigos excepcionales de su amistad, los puntos y momentos de coincidencia y los proyectos compartidos: desde las revistas especializadas en lasque publicaron hasta la correspondencia que mantuvieron, pasando por fotografías en las que aparecen juntos.

En suma, Miró-Picasso recorre más de cincuenta años de amistad y da fe de sus encuentros, coincidencias y divergencias y también de las amistades que compartieron. Además ofrece la oportunidad de admirar numerosas piezas que visitan la ciudad por primera vez, como Mujer, pájaro, estrella (Homenaje a Pablo Picasso) (1966-1973) de Miró o Las tres bailarinas (1925) de Picasso.

Esta muestra –que se enmarca en los actos conmemorativos del 50 aniversario de la muerte de Picasso, que coincide con el 40 aniversario de la de Miró– ha sido comisariada por Teresa Montaner y Sònia Villegas, de la Fundació Joan Miró, y Margarida Cortadella y Elena Llorens, del Museu Picasso.

Experiencia única

76 de las obras incluidas en esta exposición no se han visto nunca o muy pocas veces en Barcelona. Piezas tan destacadas como La masía (1921-1922) o Sin título (Cabeza de hombre) (1937) de Miró; y Figuras a la orilla del mar (1932) o La mujer que llora (1937), de Picasso, visitan la ciudad condal procedentes de museos como el Musée national Picasso de Paris, el Centre Pompidou, el Museo Reina Sofía, la National Gallery of Art de Washington o la Tate Gallery de Londres.

Además, otras como Llama en el espacio y mujer desnuda (1932) y La estrella matinal (1940), de Miró, o Las Meninas (1957) y Arlequín (1917), de Picasso, han salido de sus museos respectivos, un hecho insólito que ha ocurrido muy pocas veces, para visitar el otro museo. En total, un total de 130 piezas se han trasladado entre ambos museos para ofrecer al público una experiencia única.

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