Comisariada por Patricia Sorroche, jefa de exposiciones del Museu, la muestra propone un recorrido por su obra a través de la fotografía, el vídeo y la instalación. Fijándose en los espacios liminares que unen y separan, la mirada de la artista pone en diálogo a los contrarios. Malagrida nos sitúa mayoritariamente en la ciudad y en algunos espacios naturales construidos. A través de un juego de perspectivas desde el interior hacia el exterior y viceversa, sus fotografías y videoinstalaciones se convierten en ventanas que revelan y ocultan las tensiones que atraviesan la sociedad. Su mirada rehúye una interpretación unívoca de la imagen, a fin de habitar ciertos espacios que sus obras invitan a descubrir.

Anna Malagrida y Patricia Sorroche. Museu Tàpies. Foto: Pep Herrero.
Sus imágenes fijan las huellas y los rastros, signos que remiten a momentos anteriores, tensiones sociales o simples gestos anónimos. La ambigüedad visual en su obra se manifiesta a través de la textura de sus fotografías y vídeos, que evocan referencias pictóricas y disuelven los límites entre apariencia y realidad. Ocurre, por ejemplo, en las imágenes de escaparates clausurados con el característico Blanco de España, un velo opaco que impide ver el interior y transforma estos espacios en superficies abstractas, similares a grandes lienzos pictóricos. Las acciones poéticas operan en sus obras con una multiplicidad de significados: el gesto del pintor es también el del cuerpo que trabaja, y la ciudad y el paisaje se desvelan desde el interior. Estos gestos son borrados, limpiados o simplemente fijados por el paso del tiempo, cíclico y mutable.
Su trabajo, que trasciende la fotografía y la pintura, sumerge al espectador en una experiencia visual de significados múltiples e invita a mirar la ciudad y el entorno natural desde una nueva perspectiva, que evidencia los vestigios de un paisaje afectado por cambios sociales y económicos. La práctica de Malagrida es un espacio de reflexión sobre la vulnerabilidad, la resistencia y la posibilidad de reconstrucción, tanto del individuo como del entorno que habita.
Esta exposición ofrece la oportunidad de ver por primera vez en Barcelona la obra de esta artista, nacida en la ciudad pero que ha desarrollado buena parte de su carrera en Francia, y responde a la voluntad del Museu de ofrecer discursos que hasta hoy las instituciones no han abordado.
Diálogo desde los contrarios
«Me interesan los espacios intuidos al otro lado, lo que no está en la imagen, pero se imagina. Lo que está más allá, fuera del campo, es el lugar que activa la imaginación inventando una historia o imaginando un espacio. Aquello que intuimos, que está al otro lado, pertenece a la propia narración o al propio espacio. A través de la metáfora de la ventana, estoy tratando de crear un espacio de lo intermedio y de la duda».
(Anna Malagrida en Álvaro de la Rica Las fronteras transparentes. A propósito de las fotos de Anna Malagrida, publicado en Revisiones, núm. 7, 2011, p. 129)
Patricia Sorroche, comisaria de la exposición, considera en su texto curatorial que «operar desde los contrarios, desde la descategorización de las formas de representación tradicional y del encabalgamiento de diferentes lenguajes, hace que la obra de Anna Malagrida se mueva entre texturas, entre lugares de lo visible y lo invisible, para sumergirnos en un diálogo desde los contrarios. Esta premisa dialógica con que nos adentramos en sus obras no busca obturar nuestras miradas e interpretaciones, sino que nos abre la multiplicidad del discurso, de la imagen. Su trabajo lleva a multiplicar nuestras miradas, nuestras maneras de ver el mundo, para hacerlo más poroso, al tiempo que posibilita otras formas de entenderlo, de transmutarlo y traspasarlo. La suya es una obra que nos obliga a enfrentarnos a nuestra condición social y política del ser, pero desde un espacio poético, liminal, donde la contradicción es símbolo de las dualidades de la condición humana en el mundo posmoderno. Un lugar donde encontrarse para un entendernos en posibles sociedades de lo común, desde un lugar colectivo y comunitario».

































