Gas ha construido un Calígula destructivo pero lúcido para reflexionar sobre el poder, la corrupción, la maldad, el nihilismo y la existencia en el segundo estreno teatral de la edición número 63 del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. El montaje, basado en el emperador romano que gobernó desde el año 37 al 41 y que fue descrito por Suetonius, es en realidad una serie de obras dentro de una única pieza.

Calígula. Foto: Jero Morales.El protagonista, interpretado por Derqui, se encuentra cara a cara con lo absurdo tras la muerte de su hermana/amante y somete a sus súbditos a una aterradora serie de demostraciones de lo que él considera ser la verdad absurda: que los hombres mueren y son infelices. Completan el reparto Borja Espinosa, Mónica López, Bernart Quintana, Xavier Ripoll, y como corifeo: Pep Ferrer, Pep Molina, Anabel Moreno y Ricardo Moya.

Para el director y  autor de la dramaturgia éste es “un texto fundamental en el teatro del siglo XX, porque aporta todos los temores de la colectividad hacia un tirano, el nihilismo de alguien que puede, por un hecho fortuito y doloroso, especular sobre el verdadero dolor y de ahí pasarse a un lugar donde el dolor se infringe a los demás y si tienes poder, el poder se rompe en mil pedazos hasta convertirse insoportable y exterminador para los demás”.

El Calígula que pretende presentar Gas en Mérida está alejado de ser un personaje patológico, enfermo, loco, como se ha dibujado en otros montajes sobre la obra, “porque eso es de alguna manera una eximente de la  maldad a conciencia con la que opera sobe la gente a la que domina y a la que manda”. De ahí que su proyecto, además de huir de la versión historicista, indague en que “desde la lucidez, desde el nihilismo y desde el afán de saber por un lado equivocado, llegamos a la destrucción y a crear un monstruo y un enemigo que la sociedad tiene que eliminar para poder sobrevivir”.

Esta representación sobre la arbitrariedad del poder o la fragilidad de la existencia se ve reforzada en una simbólica escenografía creada por Paco Azorín e inspirada en el Palazzo della Civiltà del Lavoro en Roma (conocido también como el Colosseo Quadrato), un edificio representativo de las construcciones de la época fascista italiana de Mussolini.