Cuando el país se disolvió, no pude evitar pensar en qué sentiría aquella mujer que había perdido el lugar donde había nacido. Un lugar condenado a caer en el olvido para ser, en el mejor de los casos, un país del pasado.

—¿Qué son los yugoslavos? —preguntó mi hija el otro día, cuando fui al Teatro de La Abadía a ver la obra escrita y dirigida por Juan Mayorga bajo ese nombre.

—Los de un país… que ya no existe… —respondí. Y me invadió una extraña nostalgia, aun sin tener conexión alguna —salvo aquella profesora y los mapas de EGB— con aquel lugar.

En Los yugoslavos, esa tristeza y nostalgia están tan presentes que podrían tocarse con los dedos.

La obra se desarrolla en un bar, uno de esos de siempre, por los que el tiempo pasa y arrasa sin que, en este caso, el protagonista sea consciente. Este personaje, interpretado por Javier Gutiérrez, es el dueño de ese bar heredado en el que se ha criado. Un lugar al que ha dedicado toda su vida hasta el punto de no vivirla, de alimentarse de la vida de otros, apropiándose de las historias de los clientes que esporádica o periódicamente han ido pasando por allí, llegando incluso a atesorar los objetos más peregrinos que estos se han ido olvidando a lo largo de los años.

La historia comienza cuando este camarero, acostumbrado a escuchar sin intervenir, asiste a una escena ante la que no puede permanecer ajeno: un hombre, desolado por haber perdido su trabajo, recupera las ganas de vivir tras conversar con otro individuo, interpretado por Luis Bermejo. Este último se convertirá en su objetivo y, en el momento de pagar, da el paso y se confiesa: su mujer —a quien da vida Natalia Hernández— está sumida en una profunda tristeza, ha dejado de acudir al bar a trabajar y no pronuncia palabra. Le hace entonces una extraña petición: que hable con ella, que la ayude, como ha hecho con el hombre que acaba de irse.

‘Los yugoslavos’. Foto: Javier Mantrana.

Comienza entonces esta trama en la que adquiere tanto peso el diálogo como el silencio. El hombre, al principio reacio, acaba por ceder al encargo y, poco a poco, de forma un tanto morbosa y sobrepasando los límites de la intimidad, se va involucrando en la vida del matrimonio, especialmente en la de esta misteriosa mujer que cada día sale a la calle con un mapa bajo el brazo en busca de un lugar: el bar de los yugoslavos, donde «se juega de verdad y las mujeres bailan». Y es ahí donde radica la tristeza, la nostalgia de buscar algo que ya no existe y que, en este caso, quizás nunca existió. Entra en juego un cuarto personaje, a quien encarna Alba Planas: la hija de este psicólogo de bar convertido en detective.

Javier Gutiérrez está magnífico en su doble papel de camarero vocacional —siempre profesional y sin más aspiraciones que las de dar un buen servicio— y de marido preocupado, desesperado e incapaz de reaccionar ante las consecuencias de un matrimonio vacío desde hace años, o quizás desde siempre. Al otro lado, ella, desde el silencio más absoluto, es capaz de encarnar la mayor de las desolaciones, haciendo partícipe al espectador de su desdicha. No menos convincentes están Luis Bermejo y Alba Planas, esta última en un papel más discreto, pero muy bien resuelto. Entre todos generan una tensión que envuelve y desconcierta al espectador, llevándolo hasta el final en un rumiar de interpretaciones que, al salir, se traduce en juegos de miradas hacia otros, preguntándose: ¿Habrán pensado lo mismo que yo? Una bendición para los que, después de la obra, disfrutamos compartiendo teorías sobre lo que hemos visto. En lugar de afterwork, hablaríamos, no sé… ¿de afterplay? Tomemos la definición correcta.

Y es que esta obra, que Mayorga escribió en 2010 y no se había estrenado hasta ahora en España, nos desafía a reflexionar sobre el lugar donde nacimos, sobre nuestros recuerdos e identidad, sobre nuestros deseos, el amor… sobre lo que existe, lo que ha dejado de existir y lo que, quizás, nunca existió.


Los yugoslavos

Estreno absoluto

Texto: Juan Mayorga

Dirección: Juan Mayorga

Reparto:

Luis Bermejo
Javier Gutiérrez
Natalia Hernández
Alba Planas

Producción: Teatro de La Abadía

Duración: 90 minutos

Horario:

De martes a sábado: 19.00 h
Domingos: 18.30 h