A finales de los años 60, Guerrero, que ya estaba totalmente integrado en la llamada Escuela de Nueva York, decidió experimentar con nuevos soportes y recursos técnicos y creó una serie de obras que rompían con la constante bidimensional que había marcado su trayectoria artística. De ese afán por experimentar surgió una serie de obras rompedoras en las que utilizaba bolsas.

La exposición La bolsa y la vida parte de este trabajo de Guerrero y se compone de 101 obras completamente diferentes realizadas por artistas de diversas opciones formales, generaciones y procedencias, desde México, Estados Unidos y Brasil a Italia, Francia y Japón, además de españoles, que rinden homenaje plástico al pintor y grabador granadino mediante una bolsa.