Comisariada por Paco Barragán, Juan Dávila: pintura y ambigüedad incluye una amplia selección de la producción artística de Dávila durante los últimos cinco años, que comprende pinturas de gran formato, acuarelas, carteles intervenidos y tres instalaciones e intervenciones realizadas específicamente para esta exposición que ocupa la Sala 3 del MUSAC hasta el 18 de noviembre.

La obra pictórica de Dávila cuestiona de manera crítica e incisiva discursos relacionados con la sexualidad, el género, la inmigración, el colonialismo, el multiculturalismo, la posmodernidad o la alteridad. Pintura y ambigüedad no solo confronta al espectador con la contradicción y complejidad de la propia pintura, sino también con la violencia que emana de la sociedad global contemporánea que rehúye lo otro, lo diferente.

Influencias indígenas, coloniales, modernas y posmodernas nutren una pintura híbrida y comprometida que aborda temáticas como la religión, la sexualidad, la raza o el género desde una perspectiva y paleta novedosas que cuestionan la historia oficial de manera subversiva mediante el recurso al humor, la ironía y la parodia. Dávila ofrece, parafraseando a Foucault, una “contra-historia”, en tanto en cuanto el artista reclama para sí el ejercicio de un contra-discurso que disputa la verdad y legitimidad del discurso oficial.

Los personajes que pueblan sus telas –el roto, Verdeja, el Libertador, el transexual, el “sudaca”, el mestizo, la mujer, el refugiado o el indio mapuche– constituyen los descartados de la historia, aquellos “anti-sujetos” que son pasto de los medios de masas para acabar siendo condenados al olvido y a la ignominia.

Así, el espectador se ve enfrentado a una nueva versión de su ya entretanto icónico al tiempo que polémico Libertador Simón Bolívar –recordemos que la exposición de esta obra en el año 1994 en la Hayward Gallery de Londres causaría un conflicto diplomático entre Chile y Venezuela, Colombia y Ecuador–. Sentado, simulando más bien una pose que se asemeja al retrato clásico femenino en vez del mítico y macho Libertador, a quí nos encontramos con un personaje histórico anti-heroico, afeminado, travestido e impuro, que cabalga sobre las injusticias y las contradicciones de la raza, la clase social, el género y el colonialismo.

De atrevida y ácida paleta, también las deslumbrantes y ciertamente enigmáticas composiciones como Sudaca (2017) y Tratado de Tordesillas (2018) abordan la aún no asumida historia, tanto pasada como presente, que España mantiene con Latinoamérica y que, tal vez, el término “sudaca” ejemplifique mejor que ningún otro.

Dávila no solo “desacraliza” al Libertador, sino que en varias de sus composiciones, el Papa y la curia se convierten en objeto de su pincel en composiciones transgresoras –Figura 105 y Figura 189– que denuncian la hipocresía de la Iglesia Católica en connivencia con los poderosos y en detrimento de los desfavorecidos.