El recorrido expositivo, que incluye doscientas fotografías y distinto material documental, se despliega a través de nueve secciones que, en sentido cronológico, muestran un amplio panorama de sus principales proyectos. También incluye un número considerable de imágenes hasta el momento desconocidas y realizadas fuera del marco de un proyecto concreto. Todas ellas proceden de su archivo personal.

«Con una cámara puedo llegar a ver y entenderlo todo». Ross tardó algunos años en entender que la fotografía la ayudaba a hacer más comprensible el mundo en el que vivía, pero a partir de ese momento no dejó de utilizar este medio para responder a preguntas de carácter existencial: cómo luchar contra la tristeza, cómo se forma y se desarrolla la identidad de una persona, cuáles son los motivos que hacen que la vida merezca ser vivida, por qué existe la injusticia o la barbarie de la guerra, entre otras cuestiones.

La artista no recorre las calles en busca de un motivo que capturar, tampoco lleva a los sujetos a su estudio. Su modo de trabajar suele consistir en hacer lo que la historiadora del Arte Svetlana Alpers denomina en el catálogo de la muestra «campañas» y a las que la propia Ross se refiere como «ocasiones» sobre temas previamente escogidos: Eurana Park, los visitantes del Monumento a los Veteranos de Vietnam, los miembros del Congreso durante el escándalo IranContra, los niños de las escuelas públicas de Hazleton o lugares concretos como Easton, en Pensilvania, el Estado donde nació, se crio y en el que aún hoy vive.

Presente, pasado y futuro

En 1966, Judith Joy Ross comenzó a fotografiar personas en su ciudad como un modo de entender el mundo emocional de aquellos que la rodeaban. En la década de 1980, tras distintos viajes a Europa, adquiere una cámara de 8 x 10 pulgadas con el fin de retratar a «gente corriente» en lugares públicos. Influida por Lewis Hine, August Sander y Diane Arbus, hoy se ha convertido en una de las artistas más influyentes en el género del retrato, demostrando que es capaz de capturar el presente, el pasado y el futuro de aquellos que se topan con su cámara. Normalmente se trata de individuos de clase trabajadora, como ella. Pero no los mira desde fuera, establece una relación única con cada uno de ellos. A través del acto de fotografiar los atrae hacia ella. Para describir esta situación, Ross dice que, por un momento, puede haber incluso amor entre ellos, pero, subraya, «ese amor dura un instante y luego desaparece».

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