La escritora de esta obra –adaptada por David Serrano–, la joven de apenas 35 años Lucy Kirkwood, refleja con exquisita sensibilidad y conciencia el drama de la energía nuclear, y cómo un tema tan actual como el cambio climático es, precisamente, lo que nos mantiene unidos como seres humanos.

Más allá de nuestros orígenes todos estamos bajo las mismas nubes. Los adultos del presente manejando los recursos de los que disfrutarán, o no, las generaciones futuras. Los padres de hoy pendientes del porvenir de sus hijos en un mañana desconocido.

La lucha incandescente de los protagonistas comienza cuando Hazel (Susi Sánchez) y Robin (Joaquín Climent) –un matrimonio retirado que vive en una cabaña situada en un lugar recóndito, sin casi luz y agua potable, cercana a la zona de exclusión– reciben la visita imprevista de Rose, tan descarada y brillante como lo es la propia Adriana Ozores, tras más de tres décadas desaparecida. Esta aparición fortuita, este aleteo de una mariposa, cambia sin remedio las vidas de los tres, y deja en sus manos el porvenir y el destino de la población mundial.

Con un cierto paralelismo entre la potencia de la energía nuclear y la de las propias emociones humanas, los propios anhelos, decepciones y angustias de los personajes surcan el pasado, el presente y el futuro, trasladando a través del escenario un mensaje mucho más esperanzador de lo que podría esperarse.

Los hijos muestra claramente esa interrelación que existe entre todo lo que somos, queremos llegar a ser o hemos dejado de concebir. Ozores y Climent, ex cónyuges, comparten un hijo en la vida real y, sin que esto tenga por qué ser relevante, les convierte en viva muestra de cómo sobre las tablas están también luchando por proclamar una moraleja que deje a nuestros hijos algo un tanto mejor. O al menos más concienciado.

Adriana Ozores también fue la madre del inolvidable Manolito Gafotas, y es así como las historias siguen entrelazándose hasta que llegan a tocar nuestra propia realidad. Hasta que el circulo se cierra tocando el otro extremo. ¿Que cuándo para de tejerse este mundo de casualidades nucleares de las que la mayoría ni se da cuenta?: “Lo sabré cuando haya tenido suficiente”.